Íñigo Navarro: “Me da miedo descubrir que todo lo que pienso es falso”

Nuestro lugar en el mundo, el rastro de la flecha del tiempo y la realidad de lo imaginado constituyen algunos de los temas que aborda el artista en sus obras, expuestas hasta el 9 de marzo en la galería Ponce & Robles

Íñigo Navarro.

Nuestro lugar en el mundo, el rastro de la flecha del tiempo y la realidad de lo imaginado constituyen algunos de los temas que aborda Íñigo Navarro (Madrid, 1977) en sus obras, expuestas hasta el 9 de marzo en la galería Ponce & Robles.

Su nueva exposición se titula Cómo explicarle un chiste a un caballo. ¿Qué ideas aborda? El suceso inexplicable de la existencia y lo divertido que es su discernimiento. Explicarle un chiste a un caballo requiere de un milagro dentro de otro milagro, que te entienda y luego que coja la gracia. Lo imposible pasa todos los días.

Al echar la vista atrás a su trabajo, ¿cuáles diría que han sido sus obsesiones recurrentes? Las grandes preguntas filosóficas, la intimidad y las cuestiones técnicas del oficio de pintar.

¿Cuándo supo que se dedicaría al arte? En la facultad de matemáticas descubrí que me faltaba algo para ser Gauss y me sobraba espíritu bohemio.

¿Qué obra de arte ajena le habría gustado crear? Con 18 años fuimos de viaje de fin de curso a Roma y era tan burro que no sabía lo que me iba a encontrar. Al ver La Piedad se me saltaron las lágrimas. Sigo tan impresionado que he jurado no volver. Me da miedo descubrir que todo lo que pienso es falso.

¿Con qué tres adjetivos definirían su obra? Formal e irreverente. Me sobra uno.

¿Qué es lo más bonito que le han dicho sobre su trabajo? No sé si lo más bonito, pero de lo que más me ha gustado fue hace poco, que mi trabajo era un “extrañamiento de la realidad”.

¿Y lo más extravagante? Que mi pintura “se parece a un niño obeso”. En realidad, fue un chiste privado y lo dijeron para complacerme con el insulto.

¿Qué ha aprendido del mundo del arte que no se pueda aprender en un libro? Que la lectura es para antes y después de pintar. El que piense pintando está muerto, no va a hacer ni la o con un canuto.

¿En qué museo se quedaría a vivir? En el Lázaro Galdiano, entre otras cosas porque siempre se llega a él cuesta abajo. No hay manera más agradable de llegar a ningún lado.

¿Qué libro tiene abierto en la mesilla de noche? Tres, La Revolución exquisita de Vleming. Acabo de terminar Los astronautas de Laura Ferrero, que me ha dejado tocado. Y ahora estoy con los Ensayos hispano-británicos de Ignacio Peyró. Detesto a la gente con talento que le roba el pan a mis hijos.

¿Uno que no pudo terminar? El que nadie pudo terminar, el Ulises de Joyce y uno horripilante de autoayuda, algo de un queso.

¿Cuál es la película que más veces ha visto? La Grande Bellezza. La historia de un escritor mundano y sofisticado qué descubre con horror que es católico.

¿La última serie que vio del tirón? Te voy a dar una fórmula. Cualquier serie es una función lineal con tendencia a convertirse en un culebrón.

Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? El disco entero de Nacho Vegas La zona sucia, solo que sin heroína de por medio.

¿Qué está socialmente sobrevalorado? La felicidad. Es un ideal ridículo que desaparece si se le invoca.

¿Cuál es el suceso histórico que más admira? El milagro de 1905 donde Einstein hizo de todo menos trabajar en la oficina donde le pagaban. De esa procrastinación nació el efecto fotoeléctrico y la teoría de la relatividad. Su mejor amigo era un pintor, ahí lo dejo.

De no haber sido artista sería… Notario y divorciado.

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