DIARIO CARCELARIO DE UN DISIDENTE RUSO

Valoro a los carceleros por su sentido del humor

Iliá Valérievich Yashin, político ruso condenado a ocho años y medio de prisión por hacer públicos los crímenes de Bucha y criticar la invasión de Ucrania, escribe desde su encierro textos de diversa naturaleza. Entre ellos destacan, al margen de otras reflexiones políticas, la narración de sus vivencias y el relato del mundo carcelario

Dibujos del escritor y político Iliá Yashim, preso en una cárcel rusa.liá Yashim

Mi condena es de 8 años y seis meses, a cumplir en una colonia correccional. Este es valor que le han merecido al Estado varias de mis frases dichas contra la guerra. Lo cierto es que, incluso según los parámetros de nuestra “justicia”, la condena se me antoja inhumana. Aunque su proporción se muestra evidente en el contexto de otras sentencias.

Tenemos, por ejemplo, a Seriozha, de la ciudad de Votkinsk, Udmurtia. Un joven muchacho que aún no tiene ni treinta años. La primera condena le cayó siendo todavía un menor, cuando se las tuvo con un vecino al que le regaló una cuchillada. El ve...

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2 de febrero de 2023

Mi condena es de 8 años y seis meses, a cumplir en una colonia correccional. Este es valor que le han merecido al Estado varias de mis frases dichas contra la guerra. Lo cierto es que, incluso según los parámetros de nuestra “justicia”, la condena se me antoja inhumana. Aunque su proporción se muestra evidente en el contexto de otras sentencias.

Tenemos, por ejemplo, a Seriozha, de la ciudad de Votkinsk, Udmurtia. Un joven muchacho que aún no tiene ni treinta años. La primera condena le cayó siendo todavía un menor, cuando se las tuvo con un vecino al que le regaló una cuchillada. El vecino fue a parar al hospital con su sangrante herida, en cambio Seriozha se fue a visitar el trullo. Tras salir en libertad se aficionó a desvalijar tiendas. En suma: lo agarraron mientras se llevaba varias botellas, un salchichón y un queso fresco. Y le cayó un año más de cárcel.

Seriozha asegura que, en libertad, ha intentado seriamente sentar cabeza. Se empleó en una obra. Y se ganaba un plus como cargador. Pero… A Seriozha a veces se le funden los plomos y pierde los estribos. No se acuerda de cómo se presentó en la casa, donde vive con su madre. No recuerda como le sacó a golpes la pensión que ella antes había puesto a buen recaudo. Ni se acuerda de cómo la machacó con manos y pies.

A Seriozha le cayeron ocho años.

Medio año menos que a mí.

20 de febrero de 2023

Siempre me he preguntado de dónde sacaba el cineasta Balabánov los personajes de sus filmes. Todos estos siniestros bandidos, gánsteres de provincias, dinosaurios de los novena. Aunque en realidad no han desaparecido para nada.

De Nizhni Nóvgorod a Moscú viajó conmigo en el vagón “Stolipin” un tal Kolia. Un tipo hecho un guiñapo, con el pelo revuelto y en traje de deporte. Resultó que éramos de la misma edad, aunque por su aspecto superaba en un buen trecho los cincuenta. Fumando sin parar, estaba dispuesto a pasarse horas hablando de su vida.

Creció en el Lejano Oriente, acabó a duras penas la escuela e hizo la mili en infantería de marina. Tras licenciarse se pasó dos meses cocido y finalmente un día “lo camelaron los abuelos”. Viajó con los muchachos por algún asunto, trapicheó en mercados, cobró pagos a algún ricacho. Pero, maldita suerte, pringó en el primer asunto serio.

La banda dio con un comerciante que guardaba una cantidad considerable de billetes. Los muchachos asaltaron la casa, lo ataron a una silla…

“Bueno, lo castigamos algo, hasta que nos dio el código de la caja” ―me cuenta Kolia, mostrándome con gestos como estrangulaba a la víctima.

El botín resultó ser notable: más de cien mil dólares. Pero mientras los ladrones se las tenían con la caja fuerte, el empresario consiguió desatarse y se lanzó entre gritos hacia la ventana. Kolia describe vehementemente cómo trataron de maniatar de nuevo al comerciante y taparle la boca...

“La cosa es que le serré la cabezota ―comenta en un suspiro―. Así fue la cosa”.

Y así hubiera acabado todo, si no fuera que uno de los gánsteres perdió un guante, cosa que permitió descubrir sus huellas. Y Nikolái acabó entre rejas 13 años.

Encerrado en la colonia penitenciaria, nuestro cortacabezas inició un romance. La mujer de Tiumen lo visitaba en la colonia y quedó embarazada, de modo que cuando salió en libertad a Kolia lo esperaba una esposa y una hija pequeña.

Junto con su esposa, el expreso se hizo con un negocio: “trapicheé con trapos chinos”. Pero la señora no resultó ser fiel: “se lio con uno y empezó a limpiarme”. Kolia se ganó su segunda condena, “por haberle sacudido un poquillo” a la señora, que fue a “chivarse a la pasma”.

Mientras estuvo encerrado, la mujer lo vendió todo y se largó a otra ciudad. Nikolái dio con ella, le reclamó su parte y la amenazó con quitarle la criatura. Entonces la esposa lo denunció a la policía acusándole de pedofilia: según la mujer, Kolia había abusado de su hija. De modo que, muy buenas, de nuevo a la cárcel. El instructor le quiere endosar 15-18 años de régimen severo.

Mi contertulio fuma y calcula, lanzando anillo tras anillo de humo, para cuando saldrá del talego. Se queja de que “es duro estar encerrado por una causa tan infame”.

Yo miro al suelo.

“Me iré a la guerra, creo” ―añade en un suspiro.

“Te van a matar” ―le digo.

“Pero si ya estoy muerto”.

El opositor ruso Ilya Yashin en un tribunal de Moscú el 9 de diciembre de 2022.POOL (REUTERS)

6 de marzo de 2023

Estoy entre rejas desde hace casi ocho meses y cada vez más a menudo me planteo la pregunta: ¿ha valido la pena? ¿No lamentas haberte quedado en Rusia? Confiésalo de una vez: ¿si pudieras rebobinar habrías preferido emigrar en lugar de ir a parar a la prisión?

Si he de ser sincero, plantear así el problema me pone en un callejón sin salida. ¿Qué tendría que lamentar?

Experimento un enorme apoyo de la gente y mi vida está llena de sentido. Comprendo que la verdad está de mi parte y todos quienes me rodean lo entienden así, incluidos los presos y los carceleros. Se enriquece mi experiencia de la vida, que me hace más fuerte, más sabio y, por extraño que parezca, más buena persona. Y lo más importante, vivo en armonía conmigo mismo.

Claro que las dificultades de la vida no ayudan. Y sí: me gustaría abrazar a los míos, noto la falta de contacto con la Naturaleza y de las relaciones sociales, así como de alguna que otra pequeña alegría doméstica. Pero sé con toda seguridad que si hubiera huido, me habría sentido desgraciado, emocionalmente mutilado y alguien que habría perdido el respeto hacia sí mismo.

Casi cada día me repito para mis adentros las estrofas de Yuri Levintanski, versos que riman con mi filosofía de la vida:

Cada uno elige

la mujer, la religión y el camino.

Cada uno elige

servir al diablo o al profeta.

Cada uno elige

la palabra para el amor o el rezo.

La espada para el duelo o el hierro para la batalla,

cada uno elige.

Cada uno elige

el escudo y la malla, el callado o el arma.

Cada uno elige el precio de su destino.

Y yo elijo como sé,

no herir a nadie.

Cada uno elige

P.S. Como antes me hallo en

СИЗО (Centro de Instrucción)-4 «Медведь» (“El oso”)

Y se me puede escribir a través de

FSIN-carta:

https://fsin-pismo.ru/new/main/create/letter/department

г. Москва (Ciudad de Moscú)

СИЗО-4 «Медведь» [Centro de Instrucción-4 “El oso”]

A nombre de Яшин Илья Валерьевич [Yashin, Iliá Valérievich]

13 de marzo de 2023

Durante el año pasado nos hemos adaptado al mal y empezamos a acostumbrarnos a la desgracia. Cada vez más, las noticias que deberían sorprendernos no provocan más que un hondo suspiro. Lo noto en mi propia piel, que se ha convertido en una suerte de coraza. Como si todo ya hubiera ocurrido y ya nada ni nadie te puede sorprender; las emociones se han apagado.

Pero no.

Las noticias alcanzan lentamente mi celda. Y literalmente hace pocos días me ha llegado la historia de Masha, la niña de la ciudad de Efrémov que hizo en la clase de dibujo un cartel contra la guerra. El maestro y el director de la escuela la denunciaron a la policía. De resultas de todo ello, han encerrado a Masha en un reformatorio, y han arrestado al padre, su único progenitor.

He leído varias veces la noticia y, lo juro, me siguen temblando las manos. Es algo que sencillamente no me cabe en la cabeza. Una criatura a la que separan de su familia por un dibujo. Un padre, a quien privan de su hija porque la educa como una persona bondadosa y pacífica. Los denunciantes, los maestros, que se protegen para salvar el pellejo y se muestran fieles a su Estado. Se diría que hemos amanecido en una realidad siniestra con martillos desfilando, como en la canción de Pink Floyd.

En la primavera del año pasado, mi colega, la diputada Elena Kotiónchkina, dijo en una sesión que Rusia se desliza por la pendiente del fascismo. Declaraciones que provocaron una reacción de verdadera histeria. El presentador Soloviov se desgañitaba en la tele, los diputados Khinshtein y Leonov inundaron la fiscalía de denuncias, y Bastrykin le abrió una causa penal. A Lena solo la salvó del arresto su urgente fuga al extranjero, y hasta hoy sigue en búsqueda y captura.

Pero lo curioso es que nuestros representantes del poder y propagandistas se ofenden mucho cuando los comparan con los fascistas. Se enfurecen hasta el crujir de dientes. Por lo demás, sinceramente, les he de decir que a mí tampoco me gusta abusar de la palabra “fascistas”.

Pero, tras 24 años de gobierno de Putin, quisiera preguntarle a este poder: ¿y quiénes sois si no unos fascistas?

¿Bombardear un país que quiere librarse de vuestra “fraternal tutela” – ¿esto no es fascismo?

¿Matar y encerrar a quienes no coinciden con vosotros no es fascismo?

¿Desposeer de sus hijos a tus enemigos en la guerra? ¿Y prohibir los libros y los espectáculos de los autores que no te gustan?

¿Y llenar las cabezas de los escolares de basura militarista?

Miraros al espejo. Miraros y horrorizaros.

23 de marzo de 2023

El marzo pasado los servicios de seguridad informaron de la primera detención fruto de la nueva ley “Sobre la censura militar”. El caso era algo extraño: el acusado era un policía, Serguéi Vedel (Klokov), quien, al parecer y según las escuchas de sus colegas, había criticado la guerra en una conversación telefónica. Pocos entendieron qué quería decir el caso (yo incluido).

Pero, pronto empezó a caer un aluvión de causas “anti militares”. De manera que la de Serguéi quedó aparcada. Entre tanto, el hombre se pasó más de un año en prisión condicional. El caso es que hace unos días nos conocimos; me leí las conclusiones de la acusación, me enteré de los detalles. Y, la verdad, amigos, no se me ocurren más que expresiones impronunciables para referirme a esta historia. Un caso demoledor.

Vedel trabajaba de conductor con un jefe de la cúpula del Ministerio del Interior. Un mes antes de que comenzara la guerra, pincharon el teléfono de Serguéi. Es posible que el seguimiento se debiera a que su jefe estuviera relacionado con alguna historia de corrupción. O puede que la razón fuera que Serguéi había nacido en Ucrania. Y aunque vivía en Rusia desde 1977, es más que probable que hubiera caído en una lista de sospechosos.

Vedel pasó su infancia en la tristemente conocida ciudad de Bucha, donde hasta hoy vive su padre. Como es natural, tras el inicio de la guerra el hombre llamaba a sus familiares, víctimas de los bombardeos rusos. El 9 de marzo, por ejemplo, habló con su padrino y su tío, mientras nuestro “camarada capitán” escuchaba y tomaba nota. A las veinticuatro horas, el oficial escribió un informe según el cual en el curso de una conversación telefónica Serguéi realizó una serie de delitos. A saber:

1) Negó que “el régimen de Kíev fuera nazi”

2) Declaró que la explosión en el edificio cercano a Rostov fuera “una provocación realizada para justificar la intervención de las tropas rusas en el territorio de Ucrania”.

3) Afirmó que “el objetivo de la Operación Militar Especial [OME] era cambiar el poder en Ucrania”.

4) E informó de “las grandes pérdidas por parte de los rusos durante los primeros días de la OME”

Pasada una semana de esta charla, se instruyó contra Vedel una causa penal relacionada con la difusión pública de informaciones falsas sobre las acciones del ejército ruso. En el primer interrogatorio, su abogado señaló una evidente contradicción: no se puede considerar públicas unas conversaciones telefónicas privadas. Sin embargo, el instructor logró resolver el problema. El “camarada capitán” se convirtió en testigo de la conversación realizada “en cumplimiento de su deber”. Y, al oír aquello (cito), experimentó: “un sentimiento de alarma, miedo e indefensión por parte del Estado”. Y está claro que, como existió un testigo de la conversación, ya no se trataba de algo privado, sino de una conversación pública.

Tal vez se pregunten sobre ¿cómo la fiscalía pudo dar curso a esta absurda acusación? Muy fácil. He visto con mis propios ojos el sello y la firma del fiscal. Me he enternecido incluso al leer las declaraciones del jefe de Serguéi, quien informó al tribunal con el corazón en la mano, que nunca le gustó este conductor, por cuanto era “poco cuidadoso y no sabía trabajar con los documentos”. Declaró también que conocía el origen ucraniano de Vedel y sabía de su actitud crítica sobre la OME. El jefe, como sigue de sus declaraciones, trató de explicarle a Serguéi que “la OME era una medida necesaria y que la FR [Federación de Rusia] no tuvo para ello otra alternativa”, pero el encausado “se obstina en mantenerse en su punto de vista!”.

Serguéi Vedel se muestra firme y digno en su encierro. Sólo sufre por sus hijos. Tras la historia de Masha ―la niña que han mandado a un correccional por un dibujo contrario a la guerra― lo comprendo.

El 29 de marzo se celebrará la próxima sesión de su causa en el Tribunal del distrito Perovski.

Si en Moscú queda algún abogado independiente, le pido que se interese por el caso.

27 de marzo de 2023

A mi vecino (de celda) lo han destinado a un campo de trabajo, y ya al día siguiente un nuevo compañero de celda ocupó su litera. Un sonriente barbudo de unos treinta años, con una panza cervecera, pantalones de camuflaje, “feliz” merecedor de dos artículos penales simultáneos.

Me refiero al artículo 228 (tenencia de narcóticos), algo nada sorprendente. Aunque el 337 (abandono voluntario de la unidad militar) resulta más interesante.

La cosa fue así. Movilizaron a Mitia en otoño, y lo mandaron a Tver a seguir unos cursos de formación y de instrucción. A lo largo de diez días, Mitia, junto con otros mil desgraciados como él, realizó los ejercicios de instrucción, encerrado en el cuartel como en una lata de sardinas. Pero se acabaron los ejercicios, e informaron a los reclutas que los mandarían dentro de una semana a la zona de combate. Y al mismo tiempo llegó a sus tarjetas de crédito el pago de los 195.000 rublos por cabeza que el Estado les había prometido.

Tras un par de días de aburrimiento, Mitia le pidió a su oficial que le dejara viajar a Moscú. Le dijo que debía ayudar a su madre con las cosas de la casa y demás. El jefe le concedió el permiso con la condición de que regresara a la mañana siguiente.

Mitia llegó a la capital y tras resolver sus asuntos, se agenció una jeringa y un par de dosis de heroína. En el camino de regreso a la unidad, Mitia dormía feliz en el asiento trasero del taxi, cuando lo despertó un sargento de la policía iluminándole la cara con una linterna. Un control rutinario en la Ronda de Circunvalación, acabó en que Mitia, en lugar de ir a parar a su unidad, regresó a casa para cumplir con el arresto domiciliario que se le impuso, acusado de posesión de narcóticos.

Cosas que pasan, pensó Mitia y, encerrado en su casa, se puso a mirar tranquilamente la tele, comiendo patatas fritas. Hasta que llegó el momento en que, de casa, lo condujeron directamente ante el inspector de policía, quien lo acusó de un nuevo delito.

–¿Como es que ha abandonado su unidad por propia cuenta, ciudadano recluta?

–¿Cómo que por propia cuenta? Si estaba en casa bajo arresto domiciliario.

–Dicha circunstancia no lo exime de su deber ante la Patria. Por consiguiente, caballero, le aplico el artículo 337 del Código Penal de la Federación de Rusia. Firme aquí. Y perepárese para que le echen diez tacos.

Mitia observa atónito su suerte y de momento no llega a entender que es lo que realmente ha sucedido. En cambio, su mamá, que ha consagrado largos años de su vida al ejército ruso, diríase que lo entiende todo a la perfección.

Por lo menos mi hijo sigue vivo, comenta. Puede que Dios lo haya salvado. De modo, hijito, que sigue en tu encierro.

Dibujos del escritor y político Iliá Yashim, preso en una cárcel rusa.liá Yashim

10 de abril de 2023

Leo vuestras cartas, amigos, y veo que muchos tenéis la impresión de que los inquilinos del Kremlin han perdido por completo la chaveta. La locura es una buena manera de explicar las represiones paranoides que sacuden Rusia. Buena explicación, pero equivocada.

En realidad, no es la represión lo que sostiene la dictadura en nuestro país, sino el miedo a la represión. Putin ha creado un aparato poco efectivo, carcomido por la corrupción y la incompetencia. Un aparato como este es incapaz de desplegar de verdad una represión en masa. El poder carece de la infraestructura necesaria para encerrar no solo a cientos sino ni siquiera a decenas de miles de disidentes. Ahora las cárceles están sobresaturadas en un 20 o un 30%, faltan guardianes y funcionarios de prisiones y tanto los tribunales como los juzgados de instrucción están abarrotados de expedientes judiciales. Para ampliar la capacidad del sistema hace falta dinero, recursos y, lo que es más importante, tiempo.

¿Qué se puede hacer entonces para controlar la sociedad en unas condiciones como las actuales con una situación militar y ante el creciente estado de descontento? La cosa es sencilla: en lugar de una represión generalizada hay que inocular en la conciencia de las masas un mecanismo de autocensura mediante una represión puntual.

Ves en las noticias que han arrestado a una persona porque ha criticado la guerra en una conversación telefónica con su padre .Y, sin que tú mismo te des cuenta, empiezas a evitar los temas “peligrosos” en tus conversaciones privadas. No vaya a ser que...

Lees que han detenido a un muchacho porque miraba en el metro con su móvil publicaciones de la oposición. Y te pones a limpiar tu teléfono. Por si acaso...

No sales de tu asombro ante la historia de una muchacha a la que la policía ha mandado a un reformatorio por haber hecho un dibujo contrario a la guerra, y que a su padre lo hayan encarcelado.

En pocas palabras, están adiestrado a la sociedad rusa con la ayuda de estas manipulaciones bárbaras y a la vez sencillas.

Y la cosa funciona, no lo discuto. No obstante, repito: el poder no se halla en condiciones de desplegar una represión masiva ni de encerrar a todos los que están en contra de la guerra. La verdad es que somos muchos, muchos más que los que intenta hacernos aparecer la propaganda. Y nada podrán hacer si todos decimos a una: “¡No a la guerra!”

No tengáis miedo.

13 de abril de 2023

Por eso valoro a los carceleros: por su sentido del humor. Me traen a la celda a un nuevo compañero. Y este resulta ser de “Rusia unida”, válgame Dios. ¿Se pueden imaginar algo así?

Desde la puerta va y me suelta que ha trabajado con el ayudante de un diputado, que está afiliado al partido en el poder y que hasta tiene un certificado del equipo preelectoral de Putin.

“¡Pues has dado en el blanco, chaval!” ―es lo que se me ocurrió pensar primero.

Pero resulta ser un personaje inofensivo. Ya no joven, fumador empedernido, que tose sin parar. Contando todo el tiempo chistes más viejos que el humo y que por alguna razón llama sentencias. Encerrado, como no, por fraude.

Discutir con él da risa, pero resulta interesante. Acostumbra a presentar alguna tesis nada evidente y en calidad de argumento levanta hacia el techo un dedo.

Por ejemplo, dice: “Ya puede decir lo que quiera de Putin, ¡pero el hombre ha construido un estado social!” Y el dedo al techo.

“Y no ha sido Putin quien ha aumentado la edad de jubilación?” ―replico.

Agita la mano y se va fumar al lavabo. Como quien dice que hemos terminado. Ya te lo he dicho todo.

Además cuenta ufano que ha escrito un libro que han publicado en tres lenguas a la vez y en cinco países. El libro se titula: “La fórmula del éxito”. Y se basa, cosa curiosa, en la propia experiencia del autor.

Y yo comento burlón que no creo que me fuera a comprar un libro sobre los éxitos de un hombre que se encuentra entre rejas.

Y el hombre se me ofende.

(Continuará)

Selección y traducción de Ricardo San Vicente.

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