De ‘Under the Skin’ a ‘Eres tú’: el nuevo icono visual es un agujero negro
Desde que se vio a Scarlett Johansson atravesando ese asfixiante y opaco escenario, esa postal se ha estandarizado como referente visual del vacío
Colgar unas cortinas negras envolventes y verter dos centímetros de agua sobre un suelo pintado de negro. Aparentemente, ese es el truco al que todo creador audiovisual debe recurrir ahora para escenificar el vacío. Entender (y ver) la nada. Un escenario inmersivo para que sus personajes se enfrenten a sus terrores internos o los enigmas por desvelar de su psique. Desde que en 2013 se vio a Scarlett Johansson interpretando a una alienígena que transitaba descalza y semidesnuda por ese agujero encharcado para aniquilar a los hombres que cazaba en ...
Colgar unas cortinas negras envolventes y verter dos centímetros de agua sobre un suelo pintado de negro. Aparentemente, ese es el truco al que todo creador audiovisual debe recurrir ahora para escenificar el vacío. Entender (y ver) la nada. Un escenario inmersivo para que sus personajes se enfrenten a sus terrores internos o los enigmas por desvelar de su psique. Desde que en 2013 se vio a Scarlett Johansson interpretando a una alienígena que transitaba descalza y semidesnuda por ese agujero encharcado para aniquilar a los hombres que cazaba en Under the Skin, ese asfixiante y opaco espacio se ha estandarizado como el nuevo no lugar favorito de la ficción.
Ese es el mismo imaginario al que recurrió la serie Stranger Things cada vez que Once (Millie Bobby Brown) usaba sus poderes psíquicos en un tanque de privación sensorial para proyectarse en el vacío, un rincón sin referencia espaciotemporal donde se conectaban el mundo real y la dimensión alternativa del show, el Upside Down (o mundo del revés). Y aunque lo de Javier (Álvaro Cervantes) en la recién estrenada comedia romántica Eres tú no responde a una marciana trama de terror psicológico o a una ciencia ficción sobre macabras realidades paralelas, la segunda película de Alauda Ruiz de Azúa —que ahonda en la historia de un joven que puede adivinar su futuro con todas las parejas a las que besa por primera vez— también ha tirado de esa oscura postal. De nuevo, un espacio inundado en negro sobre un suelo de líquido opaco sirve como catalizador para recrear un no lugar en el que los poderes adivinatorios del protagonista se estancan: ese vacío es allí donde es incapaz de predecir nada. ¿Por qué triunfa tanto este nuevo icono visual?
Reinventar la nada
Tiene lógica que el referente para el no lugar que instauró Jonathan Glazer con aquella película de culto de 2013, y que tardó siete años en estrenarse en España, se haya estandarizado tanto. Aquella vanguardista obra entre la ciencia ficción y el terror, en la que la propia narrativa carecía del sentido y estructura del cine clásico, ha influenciado estéticamente a buena parte de una generación de cineastas y artistas basándose en su poder sensorial.
Cuando Glazer explicó el origen de la película, aclaró que lo que buscaba no era contar una historia en sí, sino “transmitir una sensación” a la pantalla. Especialmente la que implicaba el concepto de la nada. Su objetivo, tal y como contó a la publicación CBR, era poder “desechar todos los tropos de la pantalla negra”. Reinventar “la ausencia de todo”, tanto en la forma como en la luz. “A partir de esa pantalla negra, trabajamos en la idea de cómo hacer que las cosas se manifiesten a partir de esa oscuridad”, explicó. Vaya si consiguió revolucionar y cambiar la forma de entenderlo.
Esa hipnótica y poderosa imagen que transmitió en la cinta fue la que inspiró a los creadores de Stranger Things, los hermanos Buffer, para aplicarla a una de las series más vistas de la historia. Y si se inspiraron en ella, tal y como han ido revelando en diversas entrevistas, es por lo barato y fácil que resulta rodarla. Esa negrura tan potente no requiere de CGI ni plugins carísimos. En YouTube se pueden encontrar decenas de prácticos tutoriales sobre “cómo conseguir el vacío” que Glazer estableció, certificando con más de 100.000 visualizaciones que esa puesta en escena, vista en otras películas y series desde entonces, es una realidad al alcance de casi todos en la ficción de hoy en día. Una que representa uno de los estados favoritos en los feelings de internet: el no espacio, la bisagra y colisión entre esferas. Como la virtual y la física, esa frontera que para muchos hoy en día es inexistente en su cabeza.
Fascinados por lo liminal
Se podría decir que esta estetización y alegoría de la nada a la que se están acogiendo las ficciones contemporáneas se alinea con una generación que ha dotado a la palabra “liminar” de un estatus casi de culto. Una de las obsesiones nicho de internet es ese vocablo que viene a definir el umbral (físico y mental) entre el estar y el no estar. La liminaridad es esa sensación que, en el plano mental, habita en la adolescencia, el duermevela o la enfermedad; y que en el físico se conceptualiza a través de los aeropuertos, las cárceles o los espacios fronterizos entre países.
La fascinación actual por los espacios liminales se puede medir en Twitter con los 1,3 millones de seguidores de @SpaceLiminalBot, la cuenta que “viaja al borde de la realidad” y que tuitea fotos sin contexto de enigmáticos pasillos vacíos, gasolineras abandonadas o entrada de hoteles sin un alma. R/LiminalSpace, el hilo de Reddit en el que se discuten y comparten este tipo de imágenes, tiene más de medio millón de miembros y en TikTok los vídeos de #liminalspace acumulan más de 400 millones de visualizaciones. Todos hipnotizados por esa estética del abismo y por el escalofrío que provoca mirar a ciertos espacios físicos.
En el momento más duro del encierro pandémico, la escritora Mary Retta escribió On vibing (Sobre vibrar) un ensayo viral que se alinearía precisamente con esa búsqueda visual del vacío y la ausencia “a través de una sensación” que reformuló Glazer hace una década en la ficción.
En el texto, Retta ahondaba en la urgencia de sentir cosas frente a aquella elasticidad del tiempo pandémico que nos atrapó en nuestras casas en un estado de languidez. “Vibrar ahora requiere reconocer una energía que no se puede medir, pero que es lo suficientemente poderosa como para dejarte sin aliento o tragarte por completo. Son momentos no corporales, un guiño a los sentidos. Nos sacan del cuerpo y nos transportan a un lugar más suave, casi liminar”, escribió. Casualidades o no de nuestra era, ese sentimiento ahora puede materializarse en un agujero negro encharcado por el que las ficciones insisten en transitar.
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