Fotos movidas que también son arte
Una exposición y un libro recorren el uso del desenfoque a lo largo de la historia. De Man Ray a Boltanski pasando por Cartier-Bresson, a veces es tan importante esconder como mostrar
Que los errores de hoy podrían ser los éxitos del mañana resulta una premisa más que acertada a la hora de bandear las ortodoxias que, de una forma u otra, han rodeado y rodearán la práctica de la fotografía. De ahí que el desenfoque, un recurso en un principio rechazado, haya contribuido a cambiar el rumbo de la historia del medio fotográfico bajo la mirada de los artistas. “¿Qué es enfocar, y quién tiene derecho a decir qué enfoque es legítimo?”, se planteaba la visionaria Julia Margaret Cameron en la época victori...
Que los errores de hoy podrían ser los éxitos del mañana resulta una premisa más que acertada a la hora de bandear las ortodoxias que, de una forma u otra, han rodeado y rodearán la práctica de la fotografía. De ahí que el desenfoque, un recurso en un principio rechazado, haya contribuido a cambiar el rumbo de la historia del medio fotográfico bajo la mirada de los artistas. “¿Qué es enfocar, y quién tiene derecho a decir qué enfoque es legítimo?”, se planteaba la visionaria Julia Margaret Cameron en la época victoriana, mientras incorporaba lo impreciso o borroso en su obra. Había comprendido que en el arte de la fotografía tan importante es mostrar como esconder.
“En fotografía, el desenfoque es tanto un error básico, a evitar, como un recurso extremadamente difícil de conseguir”, asegura Pauline Martin, comisaria de Flou. Une Histoire Photographique. La exposición se inaugura mañana en Photo Élysée. El museo comienza un nuevo capítulo en su nueva sede, dentro de Plateforme 10, el nuevo barrio de las artes en Lausana, Suiza. La muestra presenta cerca de 400 obras que recorren el uso del desenfoque a lo largo de la corta pero fructífera historia del medio fotográfico. Obras que dejan de ser una mera copia de la realidad para pasar a expresar el mundo a través de su imprecisión.
La muestra presenta las obras fotográficas en diálogo con la pintura y el cine. Así, un paisaje al óleo del siglo XVII, obra del pintor holandés, Adriaen Van de Velde, inicia el recorrido. Una atmósfera de vaguedad, conseguida a base de vivaces pinceladas, envuelve a la pintura. “Aquella suavidad constituiría una categoría pictórica muy específica de su tiempo”, destaca la comisaria durante una videoconferencia. Una suavidad que no se vio favorecida durante los albores de la fotografía en Francia, en el siglo XIX, donde surgieron los primeros daguerrotipos. La técnica hacía uso del metal como soporte y resultaba en imágenes de gran nitidez. “Hasta entonces la gente nunca había visto obras tan bien definidas como estas primeras fotografías”, asegura Martin. “Resultaba muy novedoso ver el mundo de esta forma y, por tanto, el desenfoque tendía a ser entendido como una falta. Pero, al tiempo, los fotógrafos pictorialistas, en su afán por reivindicar las posibilidades de la fotografía como una disciplina artística, no tardaron en emular a la pintura tratando de incorporar la imprecisión a sus obras, lo que además suponía un reto técnico”. Por el contrario, en Inglaterra, donde William Henry Fox Talbot había inventado la técnica del calotipo —un procedimiento que utilizaba el papel como soporte dando como resultado una imagen mucho más vaga— el desenfoque se entendía y se aceptaba mucho mejor.
La serendipia, ese hallazgo valioso que se produce de forma casual, ha resultado siempre fundamental en las artes
La muestra va acompañada de un catálogo con el mismo título. Publicación donde quedan destacadas citas de autores tan diversos como Charles Baudelaire, Berenice Abbott, Pierre Bourdieu; Jean Epstein y Gerhard Richter, entre otros muchos otros, cuyos testimonios aluden a la imprecisión en la percepción de la realidad. “Fue difícil”, recordaba Man Ray aludiendo a su famosa sesión fotográfica con la extravagante Luisa Casati, “la marquesa posó como si la estuviera filmando. Aquella tarde revelé los negativos: estaban desenfocados, los aparté y consideré la sesión un fracaso”. Más tarde, al imprimir las copias, el autor logró transformar aquellas imágenes fallidas. De allí salió la inquietante Medusa surrealista (1922), obra que sirvió para consolidar la reputación del fotógrafo americano como retratista dentro de los círculos más exclusivos de París. “Todos esperaban de mí que obrase el milagro”, repetía con sorna el fotógrafo. De esta suerte, la serendipia, ese hallazgo valioso que se produce de forma casual, ha resultado siempre fundamental en las artes. “La vanguardia incorporó el desenfoque de una forma muy distinta a como lo había hecho el pictorialismo”, apunta Martin. “Era fruto de un proceso mucho más experimental y, por tanto, variaba su concepción”.
De forma cronológica y temática, las obras elegidas reflejan la historia de una evolución, a lo largo de la cual el desenfoque cambia y se adapta a unos tiempos y a unas prácticas, sin por ello dejar de ser un recurso muy subjetivo. ”En los años treinta y cuarenta el desenfoque adquirió un papel valioso en la prensa, donde era interpretado como una prueba de autenticidad”, explica la comisaria. “Era interpretado como la prueba de que el autor había estado presente en ese momento dado de gran importancia; en el instante acertado. Adquiría un significado de verdad”. A medida que la técnica de la fotografía avanza, los artistas podrán utilizar el recurso de forma más ágil y perspicaz y tener más control sobre las zonas borrosas, como lo demuestra la sutil construcción de la imágenes de Henri Cartier-Bresson que incluye la muestra. De igual forma, en los cincuenta y en los sesenta el desenfoque comenzará a ser un elemento útil para expresar unas connotaciones más íntimas y coquetear con la abstracción, como lo hacían las fotografías experimentales que William Klein realizaba de sus pinturas en movimiento, donde el objeto deja de ser reconocible.
Thomas Ruff usaba archivos electrónicos comprimidos que circulaban en la web en baja resolución y los ampliaba hasta que los píxeles se convertían en sublimes combinaciones geométricas y abstractas
La parte dedicada a la obra contemporánea alude a los cambios que supuso la llegada de la fotografía digital y el uso del pixel. Así nos encontramos con la serie Jpegs realizada por Thomas Ruff, para la cual el autor abandonó la cámara e imprimió los archivos electrónicos comprimidos (jpegs) que encontraba en internet. Imágenes de desastres que circulaban en la web en baja resolución que el autor ampliaba hasta que los píxeles se convertían en sublimes combinaciones geométricas y abstractas. Una alusión al uso y difusión de las imágenes en la cultura contemporánea. De igual forma, la muestra evidencia la amplia gama de expresión que supone el uso del desenfoque en nuestros días, que llegará a adquirir un significado político. Como lo hace en la obra del autor francés Christian Bolstanki, en clara referencia a la importancia de la memoria.
Como señala el psiquiatra y ensayista Serge Tisseron, en una entrevista que incluye la publicación: “Si la rápida evolución del mundo nos inquieta, probablemente preferiremos imágenes claras y estables. Si por el contrario nos angustia cierta rigidez a nuestro alrededor (…) favoreceremos el movimiento, la aspiración hacia el futuro”.
Flou. Une Histoire Photographique. Photo Élysée. Lausana. Suiza. Hasta el 21 de mayo de 2023.
Flou. Une Histoire Photographique. delpire & co / Photo Élysée. 336 páginas. 49 euros.
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