‘El sótano’, el hermoso testamento de Begoña Huertas
Lo mejor de la novela póstuma de la escritora es que renuncia a una ficción que oculte las ganas de dejarse ir
Es imposible desligar la lectura de El sótano de la enfermedad de su autora, Begoña Huertas, por la que falleció el pasado mes de noviembre. La publicación es póstuma, pero no así el libro, entregado y servido al cliente como si la autora estuviera aún con nosotros. La escritora asturiana (Gijón, 1965-M...
Es imposible desligar la lectura de El sótano de la enfermedad de su autora, Begoña Huertas, por la que falleció el pasado mes de noviembre. La publicación es póstuma, pero no así el libro, entregado y servido al cliente como si la autora estuviera aún con nosotros. La escritora asturiana (Gijón, 1965-Madrid, 2022) era doctora en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Madrid. En 1993 ganó el Premio Casa de las Américas por Ensayo de un cambio. La narrativa cubana en la década de los 80. Asimismo, fue autora del libro de relatos A tragos en 1996 y las novelas Déjenme dormir en paz (1998), Por eso envejecemos tan deprisa (2001) y El desconcierto (2017), entre otras.
Las notas de la contraportada diseñan un argumento que, de hecho, el libro esboza, descompone, en un hermoso ejercicio de sacar fuerzas y ánimos donde ya no se tienen ni quieren —siendo ese no querer lo importante de este libro—. Huertas nos pone la máscara de la ficción para, probablemente, hablarnos de su enfermedad, de su cuerpo, del extrañamiento entre quién se piensa y siente, y si tiene sentido “dedicar esfuerzos a escribir una novela de trama médica, sórdida y criminal”. Aplicada, señaliza el campo de juego, pero después decide que no quiere jugar a construir una novela, sino a contar qué siente ante una realidad que no nos confiesa y la rareza de la vida de los sanos y de los enfermos, las mezquindades de los locos y los cuerdos.
Begoña Huertas saca de los bolsillos un montón de piezas sobre la mesa sin que eso sea o no sea una novela, pero sí una mirada valiente
Como en esos discos de músicos que no tienen fuerza para acabar de componer 12 canciones y tocar el instrumento, las notas de contraportada a modo de músicos solventes de estudio nos llevan de la mano hasta la antesala de la novela con taimada prestancia. De este modo, la protagonista, enferma de una dolencia inespecífica, decide ingresar en una clínica de lujo más para reposo y restauración de cuerpos y ánimos. Allí se topa con una serie de personajes que circulan alrededor de la protagonista, casi como seres de duermevela. Hay un intento de dotar a la novela de subtramas con esos personajes, alrededor de los enfermos que no lo están, dolores que no se confiesan, vidas privadas que no se revelan. Pero ni la autora cree ni puede, pero, reitero, tampoco quiere. Y eso es lo mejor de El sótano, la renuncia a fingir una ficción que oculte las ganas de dejarse ir, la soledad del cuerpo, la distancia enorme entre la enfermedad y su relato, la culpabilización y el castigo como pena a cumplir por haberse dejado enfermar. Begoña Huertas saca de los bolsillos un montón de piezas sobre la mesa sin que eso sea o no sea una novela, pero sí una mirada valiente, un collage hermoso sobre algo que estaba pasando en el cuerpo y en la mente de la autora que escribía a la autora que, a su vez, escribía a la protagonista enferma de El sótano. Vamos a echar mucho de menos su inteligencia.
El sótano
Autora: Begoña Huertas.
Editorial: Anagrama, 2023.
Formato: tapa blanda (160 páginas. 17,90 euros) y e-book (10,99 euros).
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