Pere Gimferrer dentro del laberinto
‘Tristissima noctis imago’ es quizá un libro menor, pero en él hallamos la pátina simbolista, la torsión gongorina y hasta la suntuosa escenografía veneciana que constituyen las señas de identidad de un autor cuya cosmovisión singular mantiene su vigencia
Bajo la sombra tutelar de Ovidio, Tristissima noctis imago puede leerse como una destilación de los estilos que definen el código Gimferrer. A lo largo de 16 composiciones de concentrada brevedad, hallamos la pátina simbolista, la torsión gongorina y hasta la suntuosa escenografía veneciana (“virutas de ventanas venecianas”) que constituyen las señas de identidad de su autor. No obstante, esta no es una mera recolección de tics novísimos, sino una entrega personal en la que el abigarrado conceptismo, a veces no muy...
Bajo la sombra tutelar de Ovidio, Tristissima noctis imago puede leerse como una destilación de los estilos que definen el código Gimferrer. A lo largo de 16 composiciones de concentrada brevedad, hallamos la pátina simbolista, la torsión gongorina y hasta la suntuosa escenografía veneciana (“virutas de ventanas venecianas”) que constituyen las señas de identidad de su autor. No obstante, esta no es una mera recolección de tics novísimos, sino una entrega personal en la que el abigarrado conceptismo, a veces no muy lejos de la adivinanza lírica, se impone a las filigranas imaginativas y a la decoración de exteriores. De hecho, el friso cultural queda ahora relegado a los títulos de los textos, que despliegan un mosaico de referencias donde tienen cabida Dante, Bob Dylan y un extenso panteón políglota. Pese a que ese santoral laico asoma aquí y allá, en Tristissima noctis imago también se aprecia un deseo de distanciarse de las marcas de taller que caracterizan a la estética sesentayochista. A medio camino entre la sentenciosidad epigramática, la iluminación visionaria y la caprichosa ocurrencia, a la manera de las nugae de Catulo, las piezas juegan con la sugerencia sensorial de la sinestesia (“El ángel de los párpados azules / repliega el cielo en plena oscuridad”) o se condensan en una vitrificación especular: “En la melancolía del cristal / gotea azul el ojo de un venado. / ¿Seremos el venado o el cristal / o la caída lenta del azul?”. Esa tonalidad jeroglífica predomina asimismo en los cuatro poemas en catalán, traducidos por Justo Navarro, que dibujan una atmósfera de plasticidad ecfrástica. Del conjunto sobresalen ‘April March’ y ‘Epílogo’, proyecciones de una manía funeraria representada por sendos correlatos: la figura de Don Juan y el díptico de las Postrimerías de Valdés Leal. Frente a “las vanidades de la luz llagada”, que incluso se adueñan de la imagen de cubierta (un detalle de In ictu oculi), poco pueden hacer el balance vital y la reflexión metadiscursiva. El apéndice firmado por José Luis Rey, entre la exégesis y la laudatio, funciona como broche de un libro quizá menor dentro de la trayectoria de Gimferrer, pero que certifica la vigencia de una cosmovisión singular.
Tristissima noctis imago
Fundación José Manuel Lara, 2022
104 páginas. 14 euros
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