‘Panfleto de Kronborg’, una ‘delicatessen’ en busca de la belleza

Pasan los años y Jesús del Campo (Gijón, 1956) sigue siendo la joya por descubrir, quizás por opción personal propia y alejamiento periférico de las villas y cortes de la edición de libros. Doctor en Filología por la Universidad de Oviedo, donde ha trabajado como profesor de Lengua y Literatura Inglesa. Traductor, poeta, narrador y columnista habitual.

Su primera novela, Los diarios clandestinos de Blancanieves (2001), con esa princesa aburrida que ...

Pasan los años y Jesús del Campo (Gijón, 1956) sigue siendo la joya por descubrir, quizás por opción personal propia y alejamiento periférico de las villas y cortes de la edición de libros. Doctor en Filología por la Universidad de Oviedo, donde ha trabajado como profesor de Lengua y Literatura Inglesa. Traductor, poeta, narrador y columnista habitual.

Su primera novela, Los diarios clandestinos de Blancanieves (2001), con esa princesa aburrida que iba a palacio en bicicleta, ya ponía sobre la mesa los mapas superpuestos de su atlas narrativo: todo está en todo, y pasado, presente y futuro dialogan constantemente. Solo tenemos que mover el dial, y para ello el pulso lírico, culto y divertido, nunca esnob pero tampoco barato, hacía de ese libro y del resto de la producción de su autor una sucesión de delicias literarias. La propuesta de su siguiente novela, Las últimas voluntades del caballero Hawkins (2002), fue su mayor éxito hasta la fecha. Jim Hawkins ha regresado de la isla y tiene el suficiente dinero —el tesoro sin nunca mencionarlo— como para dedicarse a regentar una pensión cuyos huéspedes han de pagar contando historias. Libro inolvidable, maravilloso y premiado. Historia del mundo para rebeldes y sonámbulos (2007) o el libro de viajes Berlín y el barco de ocho velas (2010) mantuvieron el nivel de una carrera personal y a su ritmo que solo cuenta con el traspiés de Tristan Benson Blues (2011), un Del Campo irreconocible por tratar de ser convencional.

Con Panfleto de Kronborg, el autor gijonés nos regala otra de sus delicatessen, otra de sus habitaciones de pasos perdidos donde pasamos de personajes históricos a músicos rock, de músicas a libros, de momentos de la Revolución Francesa a Trump, Johan Cruyff o Bruce Springsteen, en ese género híbrido de ensayo —la búsqueda de la belleza, el acomodo de la crueldad, lo ridículo de algunas de nuestras actuales solemnidades—, libro de viajes, narración y, a ratos, boutade —de ahí lo de panfleto—, que muchos practican pero pocos de modo tan inteligente y lúdico como Del Campo. Si ya lo han leído, lo saben. Si no, no se lo pierdan.

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