Acoso entre probetas: el #MeToo de la ciencia española

Como un gran reportaje de aquellos del nuevo periodismo, este libro de Ángela Bernardo, periodista científica, es un aldabonazo sobre el acoso en la ciencia, y eso que “a veces, por pura ignorancia, se considera imposible que en las instituciones académicas ocurran estas cosas, dada la apariencia de neutralidad y pureza que rodea a estos entornos”.

El periodis...

Como un gran reportaje de aquellos del nuevo periodismo, este libro de Ángela Bernardo, periodista científica, es un aldabonazo sobre el acoso en la ciencia, y eso que “a veces, por pura ignorancia, se considera imposible que en las instituciones académicas ocurran estas cosas, dada la apariencia de neutralidad y pureza que rodea a estos entornos”.

El periodismo, ya se sabe, es la suma de datos y contexto, así que, empezando por el contexto, la periodista de Civio, haciendo gala de precisión en los datos, desgrana la larga historia del acoso y la breve historia de su persecución. De lo general a lo particular, del mundo a España, de la sociedad a la academia, del Ayuntamiento de Ponferrada a la universidad y a los centros de investigación, Bernardo nos muestra “la discriminación latente todavía hoy en la investigación, fruto de la desigualdad que también existe en nuestra sociedad”. Con decenas de fuentes, vemos que “hoy existen barreras que dificultan e impiden a las mujeres mantener una carrera profesional al mismo nivel que sus compañeros”. La suma de precariedad y fuerte jerarquización, dos características de la investigación, es el caldo de cultivo ideal para estas situaciones, que se han dado tanto en los centros de investigación como “en la mitad de las universidades españolas”. Con el problema añadido, señala una de las fuentes, de que “está tan naturalizado que ni se percibe. Se da por sentado”. Un problema más grave de lo que parece, porque, “pese a los avances en igualdad, solo conocemos la punta del iceberg”.

Poco a poco estas situaciones salen a la luz, en general con un coste elevado para las víctimas, doblemente victimizadas con frecuencia, dado que “la complicidad o la inacción de las personas del entorno académico hacen que estas conductas puedan pasar inadvertidas”. Acoso es una buena herramienta para combatir esta lacra y la impunidad, porque, como escribe Bernardo, “si bien queda un largo camino por delante, la sociedad ha dejado de dar la espalda a estos comportamientos”. Hay, pues, que mirarlos de frente y denunciarlos, justo lo que este necesario libro hace.

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