Político, monumental, catártico: el arte contemporáneo se hace cine
El Festival Dart, que se celebra en Barcelona, en Madrid y en formato digital, presenta 25 documentales que se adentran en las biografías y creaciones de nombres como Marina Abramovic, Joseph Beuys, Esther Ferrer, Jaume Plensa y Sergio Larraín
A principios de este siglo XXI, algunos de los más significativos proyectos del arte contemporáneo global fueron gestados con el patrocinio de Unilever, multinacional británico-neerlandesa que produce toda suerte de productos de alimentación y limpieza elaborados a partir del aceite y la grasa. La icónica sala de turbinas de la Tate Modern en Londres acogió gracias a sus aportaciones económicas, materializadas en las llamadas Unilever series, instalaciones como ...
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A principios de este siglo XXI, algunos de los más significativos proyectos del arte contemporáneo global fueron gestados con el patrocinio de Unilever, multinacional británico-neerlandesa que produce toda suerte de productos de alimentación y limpieza elaborados a partir del aceite y la grasa. La icónica sala de turbinas de la Tate Modern en Londres acogió gracias a sus aportaciones económicas, materializadas en las llamadas Unilever series, instalaciones como The Weather Project (2003), de Olafur Eliasson, y Sunflower seeds (2010), de Ai Weiwei, experiencias libres a gran escala que han dejado huella en el discurso de la plástica actual.
Renzo Martens es uno de los muchos creadores que desde distintas perspectivas han querido poner en tela de juicio la tirante relación que ata el arte con el capital. El holandés no se limitó a cargar sus obras de mensajes y buenas intenciones sino que, para llegar al meollo de la cuestión, se internó en 2013 en el corazón mismo de las tinieblas. De las plantaciones de aceite de palma de la República Democrática del Congo proviene buena parte de la riqueza que genera —pero no distribuye— Unilever. Sus trabajadores apenas reciben una remuneración suficiente para comer, del mismo modo que (relativamente hablando) en el mundo del arte no son los creadores, sino los intermediarios, los que muchas veces arramplan con los beneficios.
Partiendo de esa premisa, Martens creó un taller para producir arte con la población local. Su accidentado periplo a lo largo de casi una década y con destino final a Nueva York, el epicentro del mercado del arte, se documenta en The White Cube (2020), un documental que apunta maneras en la competición del Festival Dart de documentales de arte contemporáneo, que arranca este 25 de noviembre. Con proyecciones en Madrid y Barcelona y una plataforma virtual en Filmin, el certamen presenta a lo largo de dos semanas 25 títulos de los cuales 11 son estrenos en España y uno —Sergio Larraín, el instante eterno (2021)— en Europa. Entre la cosecha de artistas cuya vida, obra y milagros visuales se desgranan en la (gran) pantalla despuntan nombres como Alvar Aalto, Marina Abramovic, Marcel Duchamp, David Hockney, Dani Karavan y Hilma af Klint.
Otro hombre que, al igual que Martens, transformó el poder de la creación artística en arma política arrojadiza fue David Wojnarowicz (1954-1992). Homosexual y enfermo en plena epidemia de sida, el estadounidense amasó con sus pinturas, fotografías, grabados y poemas piedras que lanzó con tanta saña como tino contra una opinión pública que lo persiguió hasta dejarlo arrinconado en la historia. Wojnarowick: Fuck You Faggot Fucker (2021) es el primer documental que se realiza sobre este creador, un homenaje desquiciado, valiente y provocador como lo fue su obra, reivindicada en los últimos años por los grandes museos del mundo, incluyendo el Reina Sofía, que le dedicó una retrospectiva en 2019.
Transformar la realidad trascendiendo las reglas impuestas desde los polos de las economías capitalista y comunista fue la tarea que se autoimpuso el orgullosamente inclasificable Joseph Beuys, cuya aura de leyenda envuelve e impulsa el relato de Beuys (2017). Desde su infancia marcada por la herida de unos padres distantes al accidente de avión que estuvo a punto de acabar con su vida en la Segunda Guerra Mundial, el filme sigue los pasos del autor que quiso ampliar el concepto del arte para abarcar la vida entera en su cotidianidad. Lo que busca son respuestas a cuestiones que el alemán planteó en su momento, y que tienen más que ver con la intuición que con el conocimiento, con el corazón que con el cerebro.
Los filamentos que entretejen —real y metafóricamente— las obras de Esther Ferrer anudan en Hilos del tiempo (2020) ideas e hitos que abarcan desde sus performances con el grupo Zaj en plena dictadura a la influencia enriquecedora de su relación con John Cage. Si las obras de la premio Nacional de Artes Plásticas de 2008 bailan en el tiempo, las del barcelonés Jaume Plensa no paran de multiplicarse en el espacio. Sus esculturas, atravesadas por símbolos como las palabras y el agua, protagonizan el documental ¿Puedes oírme? (2020), que reflexiona sobre cómo la presencia de estas piezas monumentales resignifica el espacio público de ciudades a lo largo y ancho del globo: de Madrid a Nueva York, Niza, Antibes, Montreal, Tokio y Chicago.
También habitó el planeta en su plenitud el chileno Sergio Larraín. Procedente de una familia acomodada, el fotógrafo de Magnum acabó convirtiéndose, no por casualidad, en documentalista de los hijos de los desharrapados. Sus imágenes en los márgenes —del encuadre y de la sociedad— no solo ejercieron de testigos de una época, exhibiendo desde el costumbrismo salvaje de la mafia siciliana al satori de los objetos mundanos, sino que compusieron auténticos poemas escritos con el aire que soplaba en los espacios que separan a sus personajes. Sergio Larraín, el instante eterno es la afirmación de esa hipótesis por medio de una convicción: el mundo que capturó nunca estuvo en el exterior sino que siempre lo llevó consigo, adentro.
Festival Dart. Proyecciones en Barcelona, en Madrid y en Filmin. Del 25 de noviembre al 12 de diciembre.
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