La suerte existe: un manual práctico de póquer

La cámara enfoca una mesa donde ocho personas juegan una partida de póquer. Es un torneo internacional celebrado en Barcelona. La de las imágenes no es la mesa de Gerard Piqué, que en pocas horas ganó 356.000 euros (publicó Expansión). Lo primero que sorprende del vídeo es el tipo sentado a la izquierda de la mujer que reparte las cartas. Lleva algo que ahora nos es familiar y hasta somos capaces de decir su nombre: una mascarilla FFP2. Faltaban dos meses para que Wuhan se convirtiera en la capital global....

La cámara enfoca una mesa donde ocho personas juegan una partida de póquer. Es un torneo internacional celebrado en Barcelona. La de las imágenes no es la mesa de Gerard Piqué, que en pocas horas ganó 356.000 euros (publicó Expansión). Lo primero que sorprende del vídeo es el tipo sentado a la izquierda de la mujer que reparte las cartas. Lleva algo que ahora nos es familiar y hasta somos capaces de decir su nombre: una mascarilla FFP2. Faltaban dos meses para que Wuhan se convirtiera en la capital global. El vídeo se colgó el 21 de octubre de 2019. Entonces habríamos mirado en otra dirección, al otro lado de la crupier, a la chica que viste camiseta rosada y sin mangas. En alguna ocasión sonríe, interpela a sus compañeros de mesa. Tiene unos treinta y pocos. Nació en Moscú, pero desde pequeña vive en Estados Unidos. Hace pocos meses dio una conferencia sobre confianza en el Foro de Davos. Y todos saben por qué está sentada allí. Para ganar, claro, pero no solo. Todo el circuito sabe que está escribiendo un libro.

Maria Konnikova se estrenó con el ensayo ¿Cómo pensar como Sherlock Holmes? Mediante un gancho digamos atractivo —los casos resueltos por el mítico investigador—, esta doctora en Psicología buscaba cómo popularizar su investigación sobre por qué actuamos de una manera y no de otra y cuánto de lo que nos ocurre depende de nuestra sabiduría o de la suerte. Sostenía Konnikova que el cerebro funciona en modo Watson o en modo Holmes. El primero, el común, era aquel que nos lleva a actuar según la inercia mientras que el segundo, el que menos utilizamos, era el cerebral y racional, el que se cuestiona la motivación de los propios actos para dar con la mejor solución. El libro era un buen ejemplo de autoayuda culta, donde citas de filósofos y la referencia a estudios rigurosos reforzaba el propósito de partida. Fue un best seller. El gran farol es una evolución de esa fórmula, sin cambiar el mensaje de fondo. Con una virtud indiscutible: el ejemplo del experimento es ella misma. “A través del póquer, quería domar a la suerte, aprender a cambiar las cosas incluso cuando la baraja pareciese estar en mi contra”.

En otoño de 2016, esta columnista de The New Yorker tomó una decisión. Aprendería a jugar, estudiaría leyendo y hablando con grandes figuras, practicaría en partidas por internet y torneos menores. Al cabo de un año, si su plan funcionaba, estaría en condiciones de participar en uno de los grandes. La clave fue el personaje socrático que la introdujo en la magia del juego: Erik Seidel, un tipo que de la Bolsa saltó a los casinos y se convirtió en millonario. Él pautó el aprendizaje, le dijo dónde jugar y con quién hablar, incluso con una leyenda rota de Las Vegas perdida por la adicción al riesgo y las drogas. El lector la seguirá a ella desde Las Vegas a Macao, pasando por Montecarlo. Con ella vivirá la frustración cuando le cuelan un farol o la alegría cuando empieza a controlar la situación —como Holmes— hasta que consigue ir limando el peso de la suerte. Y ganar unos miles de dólares. Toda la experiencia la contaría en un libro. Todo fue según el plan previsto. Por ello es un ejemplo brillante de divulgación psicológica, un manual práctico y elegante para descubrir la filosofía del póquer, pero, al mismo tiempo, una obra menor de no ficción literaria.

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