Una pequeña luz

Se publican tres libros que, al hilo de lo ocurrido durante la pandemia, reflexionan sobre la melancolía que inspira el presente y se preguntan cómo sobrevivir con dignidad en un contexto incierto

'Monje a la orilla del mar' (1808-1810), de Caspar David Friedrich.

Entre tantas cosas sucedidas en los dos últimos años, la forma en que se han visto sacudidos nuestros estándares de vida a causa de la pandemia ha confirmado un hecho que venía manifestándose con fuerza, y es la emergencia de una nueva corriente cultural que, desde diferentes perspectivas, apuesta por el pensamiento, por la recuperación de las humanidades y, en definitiva, por el derecho a complementar —quedémonos aquí— el poderío de la presencia tecnológica y digital con un orden espiritual del que se siente una...

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Entre tantas cosas sucedidas en los dos últimos años, la forma en que se han visto sacudidos nuestros estándares de vida a causa de la pandemia ha confirmado un hecho que venía manifestándose con fuerza, y es la emergencia de una nueva corriente cultural que, desde diferentes perspectivas, apuesta por el pensamiento, por la recuperación de las humanidades y, en definitiva, por el derecho a complementar —quedémonos aquí— el poderío de la presencia tecnológica y digital con un orden espiritual del que se siente una honda nostalgia y en el que se desea volver a confiar, lógicamente desde nuevos parámetros y actitudes. En este contexto se ubican tres libros recién publicados: Huir fue lo más bello que tuvimos, de Marta Marín-Dòmine; La vida pequeña. El arte de la fuga, de J. Á. González Sainz, y Mi vecino Montaigne, de Juan Malpartida. Tres libros anclados en su carácter reflexivo, un batir de alas en torno al sujeto, la melancolía que inspira el presente, el papel que cumple la experiencia o nuestras posibilidades de sobrevivir dignamente en un mundo tan incierto.

Marín-Dòmine se centra en la experiencia del desarraigo a partir de un hecho personal: su padre fue uno de tantos niños de la guerra que crecieron en suelo francés con la memoria viva y lacerante de haber salido de España, de Barcelona, forzados por las circunstancias. Primero, de 1928 a 1935, debido a las ideas anarquistas del abuelo de la narradora. Después vendría el exilio de 1939 y con él el surgimiento de un nuevo y complejo sentimiento, el de desarraigo, común a todos los exilios. El largo lamento por todo lo que se dejó atrás fue en muchos casos inconsolable. Marín-Dòmine convivirá durante años con este vacío instalado en el corazón de sus padres, y la consecuencia de todo ello es una actitud errante ante la vida. En la medida en que se rescatan pasajes de los recuerdos paternos en diversos escenarios de la Cataluña profunda, al tiempo que se establece un diálogo con ellos, es decir, con el padre muerto, el texto recuerda lejanamente a Testament a Praga, el maravilloso libro que escribió Teresa Pàmies, quien también integraba en su relato la voz vívida del padre, de nombre Tomàs, y su desengaño del socialismo policiaco impuesto en el orbe soviético. A Marín-Dòmine, el exilio de sus padres, tantos murmullos oídos en la infancia, le sirve para reivindicar su propio derecho a la huida, como quien se acostumbró a sentirse convocada por un mundo de posibilidades infinitas. ¿Se puede heredar la condición de exiliado? También la huida es el eje del libro del escritor José Ángel González Sainz, quien va construyendo una poética de la fuga a partir de algunos enclaves conceptuales, pero sobre todo de un intenso desengaño existencial que perfila su escritura con una pregunta formulada a sí mismo y que nos dirige como lectores: ¿es buena la vida que llevamos? Algunos de los referentes filosóficos en los que se apoya el autor y que quisieron responderla son conocidos —Montaigne, Rousseau, Thoreau, Benjamin (también citado por Marín-Dòmine), Sloterdijk—, todos ellos apóstoles de la liberación, ilusoria o no, del individuo: el objetivo, en resumen, debería ser apostar por una vida de calidad; es decir, una vida ética, cultivada, humana, lejos de la saturación ambiental que deja el culto al consumo. Nunca cansó tanto el estar en el mundo, se lee. Y esa es la apuesta de González Sainz, volver a la vida “pequeña”, capaz de poner freno al exceso de explotación y a la estupidez de consignas que nos han alejado de nuestro centro. Una invitación que recuerda la propuesta “coinmunista” de Sloterdijk. Frente a la huida al pasado de Marín-Dòmine, recorriendo los escenarios de la infancia paterna en busca de una fusión imposible, la propuesta del novelista soriano es apartarse en lo posible de una sociedad que cuanto más avanza, más perdida parece encontrarse. Quizás el único hecho éticamente importante que nos ha dejado la pandemia es el reconocimiento, cada vez más difusamente extendido, de que así no se puede continuar. Aunque en paralelo los principales actores de la escena política y económica se ejercitan en el arte de no entender lo que tantas voces están reclamando. Y con este trasfondo se pueden explicar muy bien las inquietudes morales que nos trasladan los tres libros.

Porque de un parecido estado de ánimo arranca el magnífico libro del ensayista y poeta Juan Malpartida, quien se apoya en Montaigne, aunque no solo en él, como hilo de Ariadna para su propia e igualmente libre andadura especulativa. Como dice en una nota final, hasta la página 25 ignoraba que su texto tendría que ver con la figura de Montaigne. Pero sin duda el francés nacido en un castillo es un referente que no hace sino crecer entre nosotros: también él se retiró del mundo no solo a pensarse a sí mismo en medio de una Francia desgarrada por las guerras de religión, es decir, cuando el salvajismo de unos y otros triunfaba, sino que quiso pensar el mundo desde una perspectiva radicalmente humana. Malpartida viaja a Burdeos, nos ofrece un atractivo retrato del personaje y simula una elegante conversación con Nicole, admiradora asimismo del autor de los Ensayos. Pero es solo el comienzo de un excursus que nos conduce a otros derroteros, a la confidencia familiar, por ejemplo, o a las dudas del ser adulto. Tres escritores, en definitiva, que utilizando un mismo método a la deriva —esto es escribir—, sin un objetivo claro, ensayan, prueban, interpelan a sus respectivas conciencias, y al hacerlo se desvelan a sí mismos como seres frágiles, pero con la tenacidad de quien opone al enigma de los tiempos la pequeña luz que aporta la literatura.

Huir fue lo más bello que tuvimos

Marta Marín-Dòmine 
Galaxia Gutenberg, 2021
152 páginas. 16,50 euros

La vida pequeña

J. Á. González Sainz 
Anagrama, 2021
202 páginas. 18 euros

Mi vecino Montaigne 

Juan Malpartida 
Fórcola, 2021
267 páginas. 21,50 euros







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