El laberinto literario de Daniel Saldaña

Incluido en la lista Bogotá 39 en 2017, Daniel Saldaña (México, 36 años) es un autor cómodo en la indefinición, difícil de clasificar. Así son sus dos novelas (El nervio principal y En medio de víctimas extrañas, ambas en Sexto Piso) y así es su última obra, ...

Incluido en la lista Bogotá 39 en 2017, Daniel Saldaña (México, 36 años) es un autor cómodo en la indefinición, difícil de clasificar. Así son sus dos novelas (El nervio principal y En medio de víctimas extrañas, ambas en Sexto Piso) y así es su última obra, Aviones sobrevolando un monstruo (Anagrama), un conjunto de crónicas, metaliteratura, reflexiones y confesiones autobiográficas, géneros que conviven sin dramas gracias al nexo que une el libro: el amor del autor por la literatura, su relación dual y vital con la escritura. Maldice Saldaña la suerte del escritor, peor aún si es mexicano, pero desde la perspectiva de alguien que es consciente de su lugar: “Soy un varón blanco relativamente heterosexual y capitalino en un país racista, criminalmente pobre y cubierto de fosas clandestinas”.

Saldaña traza en este libro mapas de ciudades que son laberintos vitales y guías literarias, pero se aleja de la tradición fecunda del libro literario de viajes. En Montreal, en un invierno interior que duró tres años, el autor cuenta cómo lucha contra su creciente adicción a las drogas, legales o no, mientras busca a Réjean Ducharme, el gran escritor secreto de Quebec. En Madrid relata sin pudor un desagradable episodio, una fiesta en su casa con una piñata llena de vísceras que degenera en una particular bajada a los infiernos. Con México mantiene una relación de amor-odio. Es su ciudad, vuelve a ella, pero sabe que allí no puede escribir. Consciente de los límites de la memoria, reconstruye el relato y avanza en su peregrinación. En cada periplo, contado con estilo, la estrella que guía su camino es siempre la misma: los libros y quienes los crean y su relación como lector, escritor y traductor con ese veneno salvador.

Es una obra sensorial, llena de paisajes sonoros, mugre, aviones, sitios cerrados y espacios inmensos. Pero no es un libro amable, no aspira a serlo, menos aún cuando planta cara al dolor, lo mira de frente, escarba en él. Tampoco cuando el autor recuerda sus etapas de vana impostación. Para que todo esto no sea un ejercicio de autocompasión u otra muestra de exhibicionismo autoficcional hace falta una sólida armadura literaria. Y Saldaña la posee.

Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.