El pasado, escrito por quienes no lo vivieron
Autores como Éric Vuillard, Laurent Binet o Alice Zeniter impulsan una renovación de la novela histórica en Francia
La historia en mayúsculas ha regresado a la literatura francesa, que parece salir de un largo ciclo de introspección psicológica para volver a los grandes acontecimientos del último siglo. Los reexaminan autores que no los vivieron en sus carnes, pero que los han recibido como un incómodo legado, envueltos en el silencio de sus padres y abuelos, deformados por los mitos que suele propagar la versión oficial. Escritores como Éric Vuillard (...
La historia en mayúsculas ha regresado a la literatura francesa, que parece salir de un largo ciclo de introspección psicológica para volver a los grandes acontecimientos del último siglo. Los reexaminan autores que no los vivieron en sus carnes, pero que los han recibido como un incómodo legado, envueltos en el silencio de sus padres y abuelos, deformados por los mitos que suele propagar la versión oficial. Escritores como Éric Vuillard (El orden del día, sobre el ascenso del nazismo y su dominio en Europa), Mathias Énard (Brújula, que observaba la herencia de la colonización en Oriente Próximo), Laurent Mauvignier (Hombres, la historia de dos excombatientes de la guerra de Argelia) o Alice Zeniter (El arte de perder, sobre tres generaciones de una familia en la Argelia colonial) lideran esta poderosa renovación de la novela histórica en Francia. En ella también participan desde su flanco más popular, el de los best sellers de calidad, dos nombres tan exitosos como Pierre Lemaitre (con su trilogía Los hijos del desastre, sobre las dos guerras mundiales) y la propia Leila Slimani.
“Los historiadores suelen decir que hace falta dejar que pasen dos generaciones para empezar a hablar de los episodios traumáticos en la historia de un país. Eso es lo que está sucediendo con la colonización: somos la primera generación que la trata de forma literaria”, afirma Slimani. A diferencia de otros autores, ella quiso contarla en presente de indicativo, sin la perspectiva crítica que da el paso del tiempo. “Prefería que los personajes no supieran nada del futuro, que no supieran quién iba a ganar y perder. Hoy se tiende a enjuiciar la historia, cuando la realidad siempre es más ambigua, menos categórica: entre los colonos hubo gente buena, y entre los resistentes, auténticos desgraciados. El papel del escritor pasa por restituir una complejidad y una ambigüedad que impiden las miradas maniqueas”, señala la autora. Con sus diferencias, todos se detienen en capítulos desconocidos o mal digeridos y evitan las recetas al uso.
Laurent Binet también ha participado en esta renovación con novelas como HHhH, sobre el asesinato del oficial nazi Reinhard Heydrich, o la reciente Civilizaciones, que planteaba una historia alternativa de la conquista de América. “Por gusto personal y por falta de competencia, sería incapaz de escribir una historia íntima o familiar”, sostiene el autor, que coincide en señalar a un cambio de ciclo. “Llevamos más de 20 años muy metidos en el fenómeno de la autoficción y empezamos a cansarnos de ella. Después de pensar tanto en uno mismo, siempre acaba llegando el momento de plantearse una dimensión más colectiva. Y pensar en lo colectivo siempre es pensar de manera histórica…”, opina Binet. Por su parte, Antoine Compagnon, eminencia de los estudios literarios en Francia y profesor emérito del Collège de France, lleva años observando “un movimiento hacia la historia, hacia la guerra”. “Se está novelando un pasado ignorado por el periodo anterior, por lo menos desde los tiempos del nouveau roman”, asegura. “Me sorprende esta inflexión histórica, este regreso a las cuestiones bélicas y coloniales. La ficción se alimenta, cada vez más, de una historia propiamente francesa”, considera Compagnon.