ARTE

El planeta extraño de John Akomfrah

Las películas del artista británico denuncian las consecuencias del colonialismo y advierten de los peligros del envenenamiento planetario por unos pocos

'Auto de fe' (2016), videoinstalación de John Akomfrah que se exhibe en el CAAC de Sevilla.smoking dogs films / lisson gallery

El trabajo de John Akom­frah (Acra, Ghana, 1957) está embebido con una obsesión: el poder de la imagen y sus múltiples usos, desde la expresión de lo infinito renacentista (la naturaleza, el conocimiento) hasta la fragmentación de lo moderno tardío. Pocos artistas exhiben semejante ambición como un acto moral —casi un “servicio público”— y su logro, visible ahora en dos exposiciones, la primera y más completa en el CAAC de Sevilla, comandada por Neus Miró, ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El trabajo de John Akom­frah (Acra, Ghana, 1957) está embebido con una obsesión: el poder de la imagen y sus múltiples usos, desde la expresión de lo infinito renacentista (la naturaleza, el conocimiento) hasta la fragmentación de lo moderno tardío. Pocos artistas exhiben semejante ambición como un acto moral —casi un “servicio público”— y su logro, visible ahora en dos exposiciones, la primera y más completa en el CAAC de Sevilla, comandada por Neus Miró, otra más reducida en la Fundació Tàpies a cargo de Núria Homs, es haber sabido compaginar el taller de Leonardo con la mesa de carpintero de Joseph Cornell. El mundo en una pantalla.

Polímata como el primero (guionista, poeta, profesor, cineasta, comisario, músico, director del taller-estudio independiente Smoking Dogs Films) y “cultivador” de los depósitos culturales como el segundo, Akomfrah saca partido al despliegue continuo del arte como espectáculo, pero siempre desde un registro poco común: el mundo que muestra es el que conocemos y el que podríamos perder muy pronto, sin embargo, nos parece extraño porque así lo ve él. Como provocador de la contemplación, es un excéntrico exquisito: virtuoso del collage, juega con imágenes extraídas de películas y otros materiales de los archivos que le proporcionan las televisiones —especialmente los canales ingleses— para pintar un fresco, en realidad un vídeo o una película de un mínimo de 45 minutos donde muestra la huella humana en el planeta, que siempre es la huella del mismo dedo, del mismo dios que nos han vendido.

La pantalla donde caben esos pedazos de historias se extenderá hasta lo panorámico, no es exactamente cine expandido (lo “intermedio”, la sinestesia y el sincretismo tienen aquí un sentido esteticista y subliminal); es esa cajita que el loco Cornell montaba en su cabaña de Utopia Parkway pero sobredimensionada y multiplicada en pantallas sucesivas, dos, cuatro, seis, un acordeón —el ojo se desplaza horizontalmente de una a otra— con trozos de vidas reales o “construidas” (filmaciones propias que reivindican memorias suprimidas), de animales y especies varias (el ser humano es una más). Akomfrah el flâneur del planeta Tierra.

Vista de la instalación 'Vertigo Sea', de John Akomfrah, en la Fundació Tapiès. Smoking Dogs Films / Lisson Gallery

La historia de las comunidades negras y de otras minorías raciales, que acarrean sus propios holocaustos y diásporas, articula el eje de todos sus trabajos, sensible como fue el artista desde su juventud cuando, en 1966, tuvo que escapar con su familia tras el golpe militar Operación Cold Chop (Chuleta Fría) que acabaría instaurando una dictadura militar en su país.

A la obligación que tienen las sociedades de construir la (otra) historia de la identidad poscolonial, el artista contribuye de un modo tranquilo aunque mucho menos imaginativo de lo que podría parecer, pues detrás de sus ensayos visuales, rompecabezas de tiempos y espacios (desde los mitos griegos), se esconden, fascinantes, los personajes solitarios, insoportables, de otros genios: Tarkovski (Stalker, Sacrificio), Dreyer y tantas veces Kubrick.

Otras problemáticas que le ocupan son las mismas que inquietan al común de los mortales, menos a esos pocos que ya están buscando un piso en Marte: la salvación del planeta y la desigualdad. El filme ensayo Handsworth Songs (1986), realizado en 16 mm y transferido a vídeo (58 minutos), es su obra seminal y la que marcará producciones posteriores en torno a las tensiones raciales en un barrio de Birmingham, en los años más duros de Thatcher y en pleno auge de las llamadas subculturas (término que se convirtió en icono de la resistencia de la mano del teórico Stuart Hall, que impartió clases allí y a quien el artista dedica un ensayo). Auto de fe (dos pantallas, 40 y 30 minutos; 2016) trata sobre las migraciones producidas por causas religiosas; Mnemosyne (vídeo de 46 minutos, 2010), sobre el pasado industrial en el West Midlands inglés; Peripeteia (17 y 28 minutos, 2012) se compone de dos tableaux vivants con los que el artista fantasea con la historia de un hombre y una mujer de raza negra a partir de dos dibujos de Durero, y Vertigo Sea (pantalla múltiple, 49 minutos, 2015), declaradamente ecologista, es su trabajo menos personal, pero el que atraerá a un número ingente al museo. Así ocurrió durante la Bienal de Venecia de 2015 y así seguirá pasando, en un sistema artístico dominado por el efecto pantalla y donde la cuarta pared ya se ha diluido en algoritmos.

Vertigo Sea. John Akomfrah. Fundació Tàpies. Barcelona. Hasta el 6 de junio.

La Tierra es plana. John Akomfrah. CAAC. Monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas. Sevilla. Hasta el 14 de marzo.

Archivado En