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Saqueo, fuga y misterios: la historia oculta detrás del cuadro robado por los nazis y hallado en Argentina

Después de la recuperación de ‘Retrato de una dama’, los investigadores analizan otras obras incautadas, como una naturaleza muerta del siglo XVII localizada en las redes sociales de las hijas del nazi Friedrich Kadgien

Crímenes aberrantes, robos de obras de arte, huidas, intrigas y secretos de familia son los elementos que componen el oscuro cuadro que fue la vida del funcionario nazi Friedrich Kadgien. El simple aviso publicitario de una casa en venta en Argentina reveló la trama que, por má...

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Crímenes aberrantes, robos de obras de arte, huidas, intrigas y secretos de familia son los elementos que componen el oscuro cuadro que fue la vida del funcionario nazi Friedrich Kadgien. El simple aviso publicitario de una casa en venta en Argentina reveló la trama que, por más de 80 años, mantuvo oculto el legado del llamado “mago de las finanzas” del nazismo, caracterizado como “una serpiente” por los oficiales aliados que intentaron detenerlo en 1945. Fue un estrecho colaborador del criminal de guerra Hermann Göring que logró reciclarse como acaudalado empresario en Sudamérica y que falleció como ilustre ciudadano en Buenos Aires, en 1978. Cuando el mes pasado, una de sus hijas difundió fotos para vender su casa en la ciudad costera de Mar del Plata, 400 kilómetros al sur de la capital argentina, dejó ver, presidiendo la sala de estar, una pintura largamente buscada por Países Bajos. Esa imagen desató el nudo que había atado Kadgien alrededor de su pasado.

El rastro de Retrato de una dama, pintado en el siglo XVII por el italiano Giuseppe Ghislandi (1655-1743), se había perdido en Ámsterdam durante la II Guerra Mundial, después de que el marchante judío Jacques Goudstikker (1897-1940), su propietario, fuera forzado por el régimen de Adolf Hitler a desprenderse de las más de 1.100 obras que incluía su valiosa colección de arte. El cuadro ha sido ahora recuperado por la justicia argentina y los tribunales deberán definir su destino. Desde EE UU, los herederos de Goudstikker reclaman la pintura.

En el mismo expediente se investiga a la hija del funcionario nazi, Patricia Kadgien, y a su marido. Ambos estuvieron detenidos durante 72 horas y tienen prohibido salir del país. “Están imputados por encubrimiento agravado”, explica el fiscal del caso, Carlos Martínez. “El delito precedente que se encubre es particularmente grave, un robo en contexto de genocidio”, precisa.

Mientras la aparición del óleo sobre tela comenzó a responder un interrogante abierto durante ocho décadas, también planteó nuevos enigmas. En la requisa de las propiedades de Patricia Kadgien y su hermana Alicia, cuando buscaban la pintura de Ghislandi, los oficiales de justicia encontraron muchas otras piezas artísticas antiguas: estampas, láminas, dibujos y grabados de diverso tipo, que serán examinados por peritos especializados para determinar si son obras robadas por el nazismo.

Entre los hallazgos figuran dos cuadros que los expertos, tras una observación preliminar, consideran fechados hacia 1840. Las dos pinturas, que retratan figuras masculinas y llevan marcos ornamentados de madera tallada, también serán analizadas para establecer su posible autoría y procedencia.

Uno de los misterios aún inexplicados del caso se refiere a un cuadro que todavía no apareció. La Agencia de Patrimonio Cultural de los Países Bajos registra que al menos dos obras de la colección del marchante Goudstikker fueron a parar, a mediados de la década de 1940, a manos del nazi Kadgien. Además del recién recuperado Retrato de una dama, figura una naturaleza muerta del holandés Abraham Mignon (1640-1679). Se trata de un óleo sobre lienzo de 88 por 66,5 centímetros que representa flores, frutas y pequeños animales.

Aunque no fue encontrado por los investigadores en las propiedades allanadas, un cuadro muy parecido, sino el mismo, puede verse en fotos publicadas por Alicia Kadgien en sus redes sociales. En dos imágenes en Facebook en 2011 y 2012 se la observa con otras personas posando en el interior de una casa; de fondo, a sus espaldas, luce una obra de sorprendente coincidencia con la de Mignon.

No es esa la única sorpresa. En Buenos Aires, el Museo Nacional de Arte Decorativo exhibe, como parte de su colección, un bodegón casi idéntico al desaparecido que pintó Mignon. Es atribuido a la artista holandesa Rachel Ruysch (1664-1750). Algunos expertos señalan que Ruysch pudo ensayar una imitación de la obra de Mignon. Otros sospechan que, con o sin dolo, la autoría de alguno de los cuadros puede haber sido mal asignada. En ese caso, la confusión no sería original: hay otras obras que no se sabe si las pintó Mignon o Ruysch; incluso hay un bodegón de flores que pertenecía al coleccionista holandés Gustaaf Hamburger (1887-1977), que también fue robado por los nazis y que aún es buscado sin precisar al pincel de cual de los dos artistas debe su existencia.

El origen

La herencia que el abogado alemán Friedrich Gustave Kadgien (1907-1978) legó a sus hijas tuvo origen en su rol como experto financiero del nacionalsocialismo. Desde 1935 actuó en las SS y desde 1938 ejerció como mano derecha del poderoso ministro y comandante Göring. De acuerdo con diversas investigaciones historiográficas y periodísticas, desempeñó un papel clave en la compra de divisas para el régimen y en el saqueo de los territorios ocupados por Alemania durante la guerra.

Cuando se avecinaba la derrota nazi, comenzó a preparar su fuga con el envío de diamantes y otros valores a Suiza. Allí se instaló en 1945, junto a sus socios Ernst Rudolf Fischer, funcionario del Ministerio de Economía del Tercer Reich, y Ludwig Haupt, empresario. Con el abogado y funcionario suizo Ernst Imfeld y su esposa Tony —decisivos para que sus amigos alemanes evadieran a los oficiales aliados—, crearon una compañía y la bautizaron Imhauka (abreviatura de Imfeld, Haupt y Kadgien). Se presume que a través de esa y otras firmas blanquearon parte del dinero que habían logrado llevarse.

Kadgien pasaría luego una temporada en Brasil, donde los socios compraron 85.000 hectáreas, y hacia 1950 recalaría en Buenos Aires, donde también adquirió tierras. Entre otros negocios, le vendió armas alemanas al régimen militar brasileño de entonces y representó a empresas de su país, como Siemens, ante al gobierno argentino de Juan Perón. Instalado en la localidad de Vicente López, en las afueras de la capital argentina, formó una nueva familia tras la muerte de su primera esposa.

Mientras hoy sus restos descansan impunes en el Cementerio Alemán de Buenos Aires, sus hijas son investigadas por el presunto encubrimiento de los delitos que él cometió en el marco de crímenes de lesa humanidad, imprescriptibles para la justicia internacional.

“La obra que poseo y exhibí por más de 35 años era de mi padre y legítimamente poseída”, argumentó ante la justicia argentina Patricia Kadgien. La mujer, de 59 años, hizo una presentación ante un juzgado civil para reclamar que el Retrato de una dama le pertenece. Aseguró que fue comprado por una hermana de la primera esposa de su padre en febrero de 1943 y que supo a través de los medios de comunicación, en las últimas semanas, que fue robado. “Tamaño fue mi asombro, dado que jamás oculté dicho cuadro a terceros”, justificó.

Los investigadores desconfían: creen que Kadgien y su marido, Juan Carlos Cortegoso, sí tenían conocimiento de que “se trataba de una obra importante y de valor”. De hecho, afirman contar con elementos de prueba que indican que intentaron vender el cuadro tiempo atrás. También destacan que, cuando la presencia de la pintura en su casa fue revelada por el periódico holandés Algemeen Dagblad, la escondieron y se la escamotearon a los oficiales de justicia. Solo la entregaron días más tarde, a través de su abogado, cuando ya estaban detenidos en su domicilio.

La pesquisa judicial continuará, según se prevé, durante seis meses. Más allá del resultado que arroje, el caso habrá permitido desvelar otra conjura urdida gracias a la permeabilidad argentina para con los jerarcas y funcionarios del Tercer Reich. La Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en Argentina (Ceana) estimó que al menos 180 criminales de guerra arribaron al país entre 1946 y mediados de la década de 1950. En esa ominosa lista, que incluye nombres como Adolf Eichmann, Josef Mengele, Erich Priebke y Reinhard Kopps, se ganó el derecho a ingresar Friedrich Kadgien.

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