Milei, el “enviado” de Trump a la cumbre del G-20

El presidente argentino se encargará de introducir en la agenda de la reunión en Río de Janeiro los criterios rupturistas que se volverán operativos en la Casa Blanca a partir del 20 de enero

Javier Milei en una gala en Mar-A-Lago, Florida, el 14 de noviembre 2024.Carlos Barria (REUTERS)

Es lo peor que podía esperar el Gobierno de Brasil: que las sombras sobre la cumbre del G-20 que se inaugura este lunes en Río de Janeiro se proyecten desde la Argentina. Javier Milei llega a esa reunión como una especie de apoderado de Donald Trump. Es decir, como el jefe de Estado que se encargará de introducir en la agenda de esa reunión los criterios rupturistas que se volverán operativos en la ...

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Es lo peor que podía esperar el Gobierno de Brasil: que las sombras sobre la cumbre del G-20 que se inaugura este lunes en Río de Janeiro se proyecten desde la Argentina. Javier Milei llega a esa reunión como una especie de apoderado de Donald Trump. Es decir, como el jefe de Estado que se encargará de introducir en la agenda de esa reunión los criterios rupturistas que se volverán operativos en la Casa Blanca a partir del 20 de enero, cuando se produzca la transmisión del mando en los Estados Unidos.

El sentido de encuentros como el que se celebra en Brasil es la formulación de un mensaje en el que los principales líderes del mundo indican el rumbo que debe tomar la agenda internacional. Esa recomendación queda cifrada en un documento que se elabora a lo largo del año y que debe ser suscripto por todos los miembros del club. No es un texto prescriptivo. Tiene solo el carácter de una admonición.

Milei está poniendo en riesgo esa unanimidad. En las últimas negociaciones, sus diplomáticos se mostraron intransigentes en la negativa a adherir, aunque sea con objeciones, a la declaración. La disidencia radica en materias como las políticas de género, las preocupaciones ambientales y la Agenda 2030, adoptada en 2015 por las Naciones Unidas para procurar la sustentabilidad social y ecológica de las políticas públicas.

La redacción de este tipo de manifiestos cuenta con técnicas para salvar posiciones nacionales sin rechazar la totalidad de la pieza y, de ese modo, invalidarla. Hay países que piden aclarar una diferencia en una nota al pie de página; otros comunican esas reticencias a través de las cancillerías. Es lo que se advertirá en la declaración final de la cumbre de Río en materias como, por ejemplo, la agresión de Rusia a Ucrania: los rusos forman parte del G-20.

Hasta última hora, el Gobierno argentino no quería servirse de esos recursos retóricos. Prefería romper el consenso. Es una decisión política, que se comprende mejor por el contexto: Milei lleva a Río las posturas de Trump. Esa delegación es casi explícita: el presidente argentino participó el viernes en una reunión de corrientes de ultraderecha que festejaron en Mar-a-lago la victoria republicana en las elecciones del pasado martes 5. Allí mantuvo una conversación a solas con el presidente electo. Para entender el remate de esta coreografía hay que recordar que en el encuentro en Brasil participan Joe Biden y Xi Jinping. Son el rival doméstico y el rival internacional del nuevo titular de la Casa Blanca.

En el texto que se pretende aprobar en la reunión del G-20 aparecen dos temas que parecen tener nombre y apellido. Uno es la recomendación para que, a escala internacional, comience a estudiarse la aplicación de un impuesto a los mega millonarios. Es una iniciativa del propio Lula da Silva, anfitrión de la cumbre. La otra cuestión es el auspicio a alguna manera de regulación de las redes sociales para impedir la difusión de noticias falsas y la divulgación de la violencia, la xenofobia o el antisemitismo. En ambos casos se insinúa la silueta de un afectado que se ha puesto muy de moda: Elon Musk.

Donald Trump y Elon Musk en la gala del Instituto America First, en Palm Beach. Carlos Barria (REUTERS)

Musk es el propietario de la red social X, que fue suspendida durante 39 días en Brasil por difundir noticias falsas y alentar el odio. La rehabilitación de esa plataforma se produjo después del pago de una multa de 5,6 millones de dólares. Musk no había sido todavía designado por Trump para liderar un Departamento de Eficiencia Gubernamental encargado de reformar la burocracia estatal estadounidense. El otro director será Vivek Ramaswamy, académico y empresario que ganó notoriedad por su prédica en contra de lo que él llama “ideología de género” e “ideología ambiental”.

Soporte de la campaña de Trump, Musk es también un admirador de Milei. El presidente argentino comentó la semana pasada que el empresario se comunicó con su ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, con la intención de buscar inspiración para su próxima gestión.

Si hubiera que seleccionar un contribuyente para el impuesto que imagina Lula, el primero sería, sin dudas, Musk. Con una fortuna superior a los 300.000 millones de dólares, es el empresario más rico del mundo, según un ranking de la revista Forbes.

El titular de Tesla, de SpaceX y de la red X no solo será protagonista, paradójico y tácito, de la cumbre del G-20, por las referencias a las plataformas digitales y a los mega ricos en el documento que se quiere aprobar. Musk ya ingresó a la reunión por una puerta inesperada. Una liga de organizaciones no gubernamentales realizó en Río de Janeiro, durante tres días, un “G-20 Social”, en defensa de la inclusión y la democracia. Durante un discurso ante la multitud, la primera dama brasileña, Rosangela da Silva, escuchó un ruido que la asustó. Y dijo: “Creo que es Elon Musk”. Agregó: “No te tengo miedo Elon Musk, inclusive, fuck you Elon Musk”. El magnate y funcionario designado contestó, lacónico: “Van a perder las próximas elecciones”.

El rol de Musk en el nuevo esquema de poder de los Estados Unidos comienza a llamar la atención más allá de las funciones específicas que se le asignaron. Algunos observadores sospechan que el empresario, que tiene un gran desarrollo automotor como fabricante de Tesla en China, podría ser un amortiguador en las relaciones de Trump con Xi Jinping. El líder chino afirmó el sábado pasado, después de un encuentro con Joe Biden en Lima, que espera trabajar con el próximo Gobierno republicano para atenuar diferencias en la relación entre los dos países.

También llamó la atención un encuentro de Musk con el representante de Irán ante Naciones Unidas, Amir Saeid Iravami, realizado en un lugar desconocido de New York. La información fue publicada por The New York Times a partir de dos fuentes iraníes. El vocero de la campaña de Trump y el propio Musk se negaron a confirmarla o desmentirla. Pero, según esos funcionarios iraníes, el encuentro se produjo para disminuir tensiones entre los Estados Unidos e Irán. ¿Musk ocupará un rol en la diplomacia de la segunda presidencia de Trump? ¿Será un gestor de buenos oficios interesado en suavizar las relaciones exteriores del nuevo presidente? El nuevo poder que asciende en Washington está plagado de acertijos.

Estrategia de Brasil

La estrategia de comunicación del Gobierno brasileño frente al rol rupturista de Milei es señalar el aislamiento en que se encuentra dentro de la cumbre. Es tal vez lo que Milei pretende: un aislamiento deliberado, que le permita ser percibido como el único aliado de Trump en la región. Y algo más. Ser percibido como parte de un dúo conservador con el nuevo presidente de los Estados Unidos. Hace pocas semanas el argentino afirmó que las personas más influyentes del planeta son Trump y él mismo.

El Gobierno argentino espera obtener beneficios económicos del vínculo con Washington. En principio, que la influencia estadounidense en el Fondo Monetario Internacional facilite un programa económico acordado que incluya una asistencia de más de 10.000 millones de dólares. Es posible que alcance ese objetivo.

Más difícil es calibrar el impacto negativo que puede tener sobre Argentina, y sobre otros países incluidos en lo que se conoce como “mercados emergentes”, la política económica que promete Trump. El eje central de su estrategia es el proteccionismo comercial. Si esa apuesta deriva en un rebrote inflacionario, es posible que la Reserva Federal se vea inclinada a subir la tasa de interés. O, por lo menos, a no seguir reduciéndola. Significaría un fortalecimiento del dólar frente a las demás monedas. Algo que ya se está verificando solo por las expectativas que dispara este escenario. Esta fuga hacia el dólar, que podría impulsar hacia la baja el precio de las materias primas, no sería una buena noticia para la economía de Milei, carente de divisas.

El comercio podría provocar otro desencuentro entre estos dos socios. El presidente argentino aventuró en una entrevista radial la posibilidad de que su país suscriba un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. El Congreso norteamericano no aprueba un tratado de ese tipo desde hace muchos años. Trump, además, levanta la bandera del proteccionismo con tanto énfasis que amenaza el libre intercambio que realiza con México en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

La propuesta de Milei se encontrará con otra dificultad: Argentina solo puede firmar ese tipo de entendimiento como socio del Mercosur, que es la unión aduanera que integra con Brasil, Paraguay y Uruguay. Esta es la razón por la cual el acercamiento a Trump y la participación disonante de Milei en la cumbre del G-20 siembran inquietud sobre otra reunión: la que los países del Mercosur realizarán en Montevideo el próximo 5 de diciembre. Se presumía que durante esa cumbre de jefes de Estado, en la que Milei asumirá la presidencia pro tempore del bloque, se terminaría de negociar el tratado de libre comercio con Europa. Un asunto principal en las conversaciones que mantuvo el argentino con su colega francés, Emmanuel Macron, que visitó Buenos Aires durante el fin de semana. Se sabrá para esa fecha en qué medida los movimientos de estos días alteran todo lo previsto.

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