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Garrahan: el mayor hospital pediátrico de Argentina encabeza la lucha de la sanidad pública contra los recortes de Milei

Los residentes de este centro de referencia, que realiza el 50% de los trasplantes infantiles del país, denuncian que sus salarios están por debajo de la línea de pobreza. A pocos metros, los trabajadores del hospital psiquiátrico Laura Bonaparte toman el edificio para evitar su cierre

hospital garrahan
Trabajadores del Hospital Pediátrico Garrahan protestan contra las políticas de Javier Milei, en Buenos Aires, el 4 de octubre,ENRIQUE GARCÍA MEDINA

“La vocación no paga el alquiler”, advierte un cartel pegado en la puerta de entrada del Garrahan, el hospital pediátrico más conocido de Argentina. Fundado hace 37 años en el sur de la ciudad de Buenos Aires, este centro médico de alta complejidad atiende casos de todo el país y es reconocido también como referente en América Latina. En sus quirófanos se realizan el 50% de los trasplantes a niños y adolescentes de Argentina y se trata a los menores aquejados de patologías graves o raras, que a menudo han rebotado de médico en médico sin respuestas hasta llegar allí. Este símbolo de la sanidad pública de Argentina encabeza la lucha del sector contra los recortes del Gobierno de Javier Milei con una huelga de 48 horas que arranca este martes. La situación es peor en el resto de centros nacionales: a pocos metros del Garrahan, los trabajadores del hospital de salud mental Laura Bonaparte han ocupado el edificio para evitar que lo cierren.

Casi cualquier estudiante de Medicina que quiere ser pediatra en Argentina aspira a hacer su residencia en el Garrahan: preparar la especialidad en este centro es sinónimo de excelencia académica y profesional. Ese prestigio iba acompañado de un sueldo superior al de otros hospitales públicos, dado que depende del Gobierno nacional. Con Milei al frente del Estado argentino, esa ecuación se ha invertido y los residentes del Garrahan denuncian que cobran menos que aquellos que trabajan en los centros financiados por el Gobierno de Buenos Aires. El sueldo mensual neto de los residentes de primer año equivale a unos 700 dólares y el de los de cuarto año, el último de especialidad, no llega a los 900 de la canasta básica familiar, la que determina la pobreza de los hogares. Esa remuneración incluye entre seis y ocho guardias de 24 horas al mes.

En el Garrahan se realizan casi 700.000 consultas anuales y más de 10.000 cirugías. Desde hace dos meses, los más de 3.000 trabajadores de este hospital de pediatría realizan medidas de fuerza contra el recorte presupuestario de Milei. La última batalla fue por un bono extraordinario de 500.000 pesos (unos 500 dólares) con el que la dirección del hospital buscaba compensar parcialmente la pérdida de poder adquisitivo del personal. El nuevo ministro de Salud, Mario Lugones, ordenó el cese inmediato de todo el Consejo de administración por esta decisión inconsulta. “No se corresponde con la pauta salarial que marcó el Estado Nacional”, afirmó la cartera sanitaria a través de un comunicado. Fue la primera decisión relevante del nuevo ministro, un cardiólogo de 77 años con vasta experiencia en la administración de sistemas de salud privados.

Protesta en el hospital Garrahan.
Protesta en el hospital Garrahan.ENRIQUE GARCÍA MEDINA

Desde el hospital alegaron que los fondos destinados al bono se obtuvieron de “recursos genuinos”, es decir, del dinero que reciben de los seguros médicos privados de los pacientes con mayores recursos: al tratarse de casos de alta complejidad suelen atenderse en el Garrahan en vez de hacerlo en sanatorios privados.

Renuncia de especialistas

Tras el cese de la cúpula hospitalaria, los trabajadores redoblaron la apuesta. La semana pasada advirtieron a las puertas del hospital que “está en peligro” el funcionamiento del centro, en palabras del jefe del servicio de trasplantes, Carlos Figueroa. “Tenemos mucho personal en una situación de precariedad económica, con necesidad de pluriempleo, y esta ha provocado la renuncia de profesionales y de técnicos altamente especializados”, agregó.

Sin salarios dignos, la posibilidad de reemplazarlos es remota. Daniel Luna, residente de 28 años, está a pocos meses de completar su especialidad en el Garrahan, pero cree que su futuro está lejos de la sanidad pública, al menos en Argentina. “Cada vez somos más los que no nos queremos quedar en el hospital porque el salario no nos alcanza para vivir”, señala. El deterioro comenzó años atrás, pero se ha agravado desde que Milei asumió el poder y el recorte en salud contemplado en el presupuesto 2025 pinta un panorama aún más sombrío.

“Muchos quieren que la residencia pase lo más rápido posible para irse”, advierte Luna. “Hay especialistas argentinos que se van a Europa y acá vienen de otros países latinoamericanos que aún están peor”. El costo de vida en muchas ciudades españolas es similar al de Buenos Aires, pero el sueldo de los residentes de medicina es más del doble que el de sus colegas argentinos.

Los jóvenes médicos se movilizaron el jueves pasado frente a la Casa Rosada, la sede del Gobierno argentino. “Exceso de precarización laboral”, podía leerse en un cartel que simulaba los octógonos negros colocados en los alimentos procesados. “Exceso de recorte en salud pública”, decía otro. “Exceso de inflación”, se leía en un tercero, pegado en el suelo, a pocos metros de la asamblea en la que votaron ir a la huelga esta semana. Este martes se movilizarán frente al Ministerio de Economía para exigir una recomposición salarial acorde con la inflación, que ha sido del 236,7% en los últimos 12 meses.

Respaldo ciudadano

“Estamos pidiendo que se nos pague lo que nos corresponde, un sueldo digno con el que podamos llegar a fin de mes”, reclama Vanesa Fauda, jefa de residentes del Garrahan. “En mi caso, el alquiler y las expensas [gastos de mantenimiento del edificio] representan más de la mitad de mi salario”, agrega esta nefróloga pediátrica. Fauda advierte que si el personal se va, muchos pacientes se quedarán sin atender, por lo que pide el apoyo de toda la ciudadanía.

Trabajadores al exterior del hospital.
Trabajadores al exterior del hospital.ENRIQUE GARCÍA MEDINA

Las familias que acuden al Garrahan con sus hijos muestran un respaldo unánime. Una pareja de padres adolescentes de la periferia sur de Buenos Aires respira aliviada por primera vez en cinco meses tras tener un diagnóstico certero sobre la pérdida de peso de su bebé y haber comenzado un tratamiento; una madre de Salta, en el norte de Argentina, celebra haber recorrido 1.400 kilómetros de distancia para que los especialistas en metabolismo viesen a su hijo: lleva tres días internado y su mejora es notable. El hospital provee comida y alojamiento a los familiares de pacientes que no pueden pagarlo por su cuenta y el agradecimiento es infinito. “Estamos gobernados por un señor sin corazón”, dice una de las madres entrevistadas por este diario. “Es cruel dejar sin atención médica a los niños, que son lo más preciado que tenemos, nuestro futuro. Los médicos del Garrahan merecen cobrar buenos salarios”, agrega.

El deterioro es visible en todo el sistema sanitario. Al Garrahan han dejado de derivarle sólo casos de alta complejidad y cada vez atiende más pacientes con patologías relativamente sencillas, observa Luna. La demanda en todos los hospitales públicos ha aumentado también por la imposibilidad de muchas familias de clase media baja de afrontar el pago de seguros médicos privados que han triplicado su precio en un año.

Cierre de servicios

Los profesionales de la sanidad pública recurren también a la Justicia. Este domingo, mientras cientos de personas se acercaron al hospital nacional en salud mental Laura Bonaparte para apoyar a sus 600 trabajadores, un juzgado exigió información al Ministerio de Salud. El juzgado dio 24 horas al Gobierno para explicar en qué consiste el plan de reestructuración y qué decisión ha tomado respecto a las personas internadas en él.

La cartera sanitaria ha anticipado que no es sostenible mantener el hospital como está ahora, debido a que su funcionamiento actual requiere un presupuesto elevado que no es acorde a la “muy baja ocupación” que tiene. Trabajadores, activistas y políticos opositores han expresado su rechazo al cierre de servicios. “Yo estoy parada acá, y viva, gracias al Hospital Bonaparte”, dijo este domingo una de las pacientes que pasaron por el hospital. “Invertir en salud mental es invertir en el futuro de Argentina“, expresó a través de las redes el neurocientífico y diputado de la Unión Cívica Radical Facundo Manes. La fachada del hospital está cubierta de pancartas en defensa de la salud pública y en contra del cierre.

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