El Maradona del futuro no hablará de política
Las opiniones del astro argentino, referente de los movimientos populares en Latinoamérica, son eliminadas de sus redes sociales en medio de la batalla legal por el uso de su imagen
En septiembre de 2020, mientras Argentina atravesaba uno de los confinamientos por la pandemia más traumáticos del mundo, Diego Maradona escribió en Instagram para exigir pagar más impuestos. “Le pido a Dios que se apruebe la ley de Aporte Solidario de Grandes Fortunas”, escribió en un mensaje que acompañaba una foto suya de adolescente, frente a su casa de la infancia en la empobrecida periferia sur de Buenos Aires. “En este momento de crisis se necesita de la ayuda de los que más tenemos”. El mejor futbolista de la historia murió dos meses después, el 25 de noviembre, y no vio al Senado argentino aprobar el impuesto extraordinario a los más ricos con el que el Gobierno pretendía aliviar el golpe del coronavirus. La medida levantó astillas, incluso entre algunos futbolistas que se negaron a pagarlo. Pero Maradona, como siempre, había preferido defender de frente lo que consideraba más justo.
El mensaje que escribió ese día es uno de varios que han desaparecido de sus redes sociales en las últimas semanas. Desde el “Tus decisiones le cagaron la vida a dos generaciones de argentinos” que le dedicó al expresidente Mauricio Macri al “Fui, soy y seré siempre peronista” que escribió para celebrar el día de la lealtad al general Juan Domingo Perón un par de semanas antes de su muerte, todos tenían que ver con sus posturas políticas. La decisión ha indignado a muchos argentinos que lloraron su muerte no solo como la del futbolista que vengó con goles la traumática derrota contra Inglaterra en la Guerra de las Malvinas, sino como la del hijo de un barrio humilde que durante toda su vida eligió ponerse del lado que consideraba como el de los más pobres.
Es un capítulo más en la larga guerra por el uso comercial de la imagen pública del ídolo. En los últimos meses, tanto los herederos de Maradona –sus cinco hijos reconocidos– como su antiguo abogado, Matías Morla, han ganado batallas judiciales sobre el uso de su imagen: los primeros obligaron al Nápoli de Italia a quitar la imagen de su padre de una camiseta que homenajeaba al ídolo, y el segundo ganó una batalla contra la compañía EA Sports, que ya no puede usar la imagen de Maradona en uno de los videojuegos de fútbol más populares del mundo.
La cuenta de Instagram del ídolo (activa desde finales de 2017) había sido reactivada por sus hijos en septiembre de 2021, entre efemérides deportivas y constantes advertencias sobre el “mal uso” de la imagen del jugador. En julio de este año, sus herederos lanzaron un último golpe. “Somos los titulares de todos sus derechos y por supuesto del uso de su nombre e imagen”, advertían en una carta dirigida a Morla y publicada en Instagram. Pero esa afirmación no coincide con las aclaraciones que han hecho sobre la decisión de borrar sus opiniones políticas.
El único mensaje al respecto la publicó Dalma Maradona, la hija mayor del Diez, que ha afirmado que no fue una decisión suya. “¡Ojalá fuera yo! ¡Yo no decido nada!”, escribió en Twitter el pasado 12 de octubre, y afirmó que un abogado que “no es el suyo” aprueba todas las publicaciones. “No me voy a hacer cargo de algo que no hago”, escribió. Sin importar quién esté detrás de esa decisión, lo cierto es que una cuenta con más de siete millones de seguidores es el mejor escaparate para comercializar su marca. Y ese escaparate no se puede manchar con la polarización de la política.
Asumido “hijo” de Fidel Castro, defensor de Nicolás Maduro y amigo de Cristina Kirchner, Hugo Chávez y Evo Morales, Maradona también fue una bandera de la izquierda latinoamericana de principios de siglo. “Además de ser un gran futbolista, Maradona fue un gran político”, lo definió el expresidente brasileño Lula da Silva en un mensaje grabado durante sus funerales. “Tenía un pálpito para casi todas las cosas que ocurrían en el mundo y que perjudicaban al pueblo trabajador y humilde”.
Ninguno tan recordado como el de noviembre de 2005, cuando acompañado de un Evo Morales que todavía no era presidente de Bolivia, llegó en tren a la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, a 400 kilómetros de Buenos Aires. El entonces presidente estadounidense, George W. Bush, visitaba Argentina para impulsar una zona de libre comercio en todo el continente, y se encontró con el ostracismo de la nueva ola de líderes sudamericanos y una pared de 40.000 personas en las calles lideradas por Chávez y Maradona . Al astro le alcanzó con un tímido“¡Echemos a Bush!” abrazado del presidente venezolano para enloquecer a la multitud.
Provocador y ruidoso, Diego fue un futbolista venerado, un hombre público que arrastró sus errores frente a las cámaras y un termómetro de la conciencia popular de su país. En 1997, cuando volvió a Buenos Aires para retirarse jugando en Boca Juniors, se mudó a un barrio de mansiones y embajadas, donde estacionó un camión que ocupaba casi toda una calle. Ante las críticas de sus vecinos, respondió subido a la cabina: “Yo puedo decir cómo hice la plata. Si alguno de los que viven acá también lo dice, saco el camión”.
Boca Juniors conmemoró estos días el 25 aniversario de los últimos partidos que jugó el Diez. Con el vídeo de su último partido, un clásico contra River Plate que Boca ganó de visitante, los fanáticos celebraron a su ídolo, pero no fueron indiferentes a la actual situación: una crítica a sus hijas mayores impensable hace unos años. “Quieren inventar un Diego despolitizado”, escribió uno de ellos, y advirtió: “D10S es nuestro”.
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