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Sergio Massa alivia la tensión política en Argentina pero advierte de que no es “un salvador”

El nuevo ministro de Economía promete “orden, coordinación y planificación” ante la crisis económica que devasta al país

Federico Rivas Molina
Sergio Massa junto a Alberto Fernández
Sergio Massa junto a Alberto Fernández, presidente de Argentina, en una imagen de noviembre de 2021.Natacha Pisarenko (AP)

La crisis política ha amainado en Argentina, al menos durante 24 horas. La llegada al Gabinete de Sergio Massa, socio minoritario de la coalición oficialista, ha dado un poco de oxígeno a una gestión atribulada por la crisis. El presidente, Alberto Fernández, recibió este viernes en la residencia de Olivos al nuevo ministro de Economía y resaltó su “visión, capacidad y experiencia”. Massa es un peronista de paladar negro que a sus 50 años ha sobrevivido a mil batallas, entre ellas al kirchnerismo. Ahora llega como la última carta de Fernández contra la debacle económica que devasta el país. Massa puso como condición que le cediesen el control total de la economía al frente de una cartera que absorverá las de Producción y Agricultura. Tras su reunión con el presidente, prometió dar a la gestión lo que considera que falta en la Casa Rosada: “Orden, coordinación y planificación”. Advirtió, sin embargo, que no se considera “ningún salvador”.

Massa era hasta ahora presidente de la Cámara de Diputados. El martes que viene, en una sesión especial, sus pares le aceptarán la renuncia. Ese mismo día jurará como ministro, nombrará a su equipo y se tomará 24 horas para presentar “un conjunto de medidas económicas”, según lo que prometió este viernes. “Les pido que me deje trabajar durante el fin de semana”, repitió una y otra vez ante los periodistas que durante todo el día lo siguieron por Buenos Aires como si fuese una estrella. En su periplo por la ciudad se reunió con el presidente, visitó al ministro saliente de Producción, Daniel Scioli (quien perdió su cargo porque su cartera se fusionará con Economía) y se refugió luego en las oficinas del centro de la capital desde donde se lanzó dos veces a la presidencia.

De la noche a la mañana, todas las miradas están puestas en Massa. Lo mira Fernández, que le ha cedido, muy a su pesar, el destino de su Gobierno. Y lo mira Cristina Fernández de Kirchner, que espera, y necesita, que la tormenta financiera amaine para tener una vaga oportunidad de triunfo en las generales de 2023. Y también lo mira el mercado, que confía en que una mayor coordinación política y, sobre todo, el apoyo del resto de los socios de la coalición permitan sostener en el tiempo el plan de ajuste fiscal al que se ha comprometido Argentina ante el Fondo Monetario Internacional.

La cotización del dólar en el mercado no oficial cayó este viernes debajo de los 300 pesos por primera vez desde el 18 de julio. Las cotizaciones financieras, que son las que utilizan las empresas para hacerse de divisas, bajaron entre un 10,4% y un 7%. También hubo buenas noticias para los bonos de la deuda argentina, que recuperaron el valor previo a la renuncia del ministro Martín Guzmán, el 2 de julio pasado. En el mercado, sin embargo, el optimismo es moderado. Massa es un político con buenos contactos en Wall Street y entre los empresarios locales, pero es también un político con aspiraciones presidenciales. Y la austeridad fiscal no se lleva bien con la política. “Se abre un compás de esperanza, pero va a ser corto. Massa tiene que dar en la tecla rápido o la situación va a empezar a deteriorarse de nuevo”, dice un bróker que prefiere mantener su nombre en reserva. “Si Massa viene para seguir la línea de Guzmán y [su sucesora en el cargo, Silvina] Batakis, el único diferencial será su espalda política para que Cristina Kirchner no torpedee su gestión”, explica.

Con la llegada de Massa hubo una “regeneración de las expectativas”, pero de todas formas el Banco Central vendió durante el día 140 millones de dólares y cerró julio con ventas netas por 1.275 millones, el saldo más negativo desde septiembre de 2020. La salida de dólares choca de frente con el compromiso de sumar reservas internacionales que el FMI exige a Argentina para mantener con vida el acuerdo de refinanciación por una deuda de 44.000 millones de dólares.

Tras la salida anticipada de Guzmán, arreciaron los ataques contra el peso, que rápidamente perdió el 40% de su valor frente al dólar en los mercados informales. Los bonos argentinos se hundieron por debajo del 20% de su cotización de salida y las previsiones de inflación anual se dispararon por encima del 80%. Pronto fue evidente que la elección como ministra de Silvina Batakis, una tecnócrata sin peso político propio, no eran suficientes para calmar la tormenta. Massa sonó entonces una vez más para el puesto. Fernández cedió, Kirchner aceptó y la tensión política bajó.

“Voy a trabajar con alma y vida, sin prejuicios”, dijo Massa, “y dispuesto a hablar con todos los sectores políticos, económicos y sociales de la Argentina para contribuir al orden, la certidumbre y el crecimiento. Pero no soy ningún salvador. Y no lo soy porque los problemas económicos de Argentina no se resuelven con una persona”, dijo Massa. La gran duda es si la política argentina estará a la altura de las circunstancias.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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