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Sergio Massa, la última oportunidad del peronismo gobernante

Su salto desde el Congreso al ministerio de Economía desnuda los problemas de gestión del peronismo. “No soy ningún salvador”, advierte Massa

Federico Rivas Molina
Alberto Fernández dialoga con Sergio Massa
El presidente de Argentina, Alberto Fernández (derecha), dialoga en su despacho de la residencia de Olivos con Sergio Massa, nuevo ministro de Economía, Producción y Agricultura, el viernes 29 de julio de 2022.ARGENTINA'S PRESIDENCY PRESS OFF (AFP)

Este perfil se actualizó este miércoles con ocasión de la toma de posesión del ministro Sergio Massa.

Sergio Massa es ambicioso y pragmático. Y quiere ser presidente. Solo así se explica que el jueves se haya aferrado a la brasa de la economía argentina. Lo intentó el 2 de julio pasado, cuando su nombre sonó como sucesor del ministro Martin Guzmán y fue vetado por la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Tuvo ahora su segunda oportunidad, cuando quedó claro que el parche que supuso la designación de Silvina Batakis no alcanzó para aplacar la furia de los mercados contra el peso argentino.

Massa pidió lo mismo que hace un mes: superpoderes. Solo daría el salto desde la presidencia del Congreso si le cedían el control total. Alberto Fernández cedió finalmente a la presión y puso a Massa al frente de un nuevo ministerio que suma las carteras de Economía, Producción y Agricultura. El nuevo ministro tendrá además a cargo la relación con los organismos internaciones, esto es el FMI. La contracara de la jugada es la pérdida de poder del presidente. Fernández está cada vez más solo en su lucha fratricida contra Kirchner, mientras Massa avanza en la estructura de la coalición.

Massa es la última carta de un peronismo que se ha perdido en su propia espiral autodestructiva. Se cumplieron los peores pronósticos. Cristina Kirchner eligió a Alberto Fernández como candidato a presidente en 2019, en una sociedad política exitosa en las urnas pero desastrosa en la gestión. Fernández prometió en campaña que “jamás” volvería a pelearse con Kirchner, a la que llevaba diez años denostando en público. La vicepresidenta dijo que había perdonado los pecados del pasado de su delfín político y que lo acompañaría, sin interferir, en el arduo ejercicio del poder. El experimento no funcionó.

Kirchner boicoteó cada una de las decisiones políticas de Fernández, la principal de ellas el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, firmado en enero pasado. El presidente, por no romper con su mentora, terminó paralizado. La crisis económica se comió finalmente el poco capital político que le quedaba a la Casa Rosada: el valor del peso se derrumbó, la inflación se disparó y los bonos de la deuda se desplomaron. Los leales comenzaron a abandonar a un presidente que estaba cada día más solo, perdido en sus propias indecisiones. Mientras tanto, Massa esperaba su turno.

En 2008, el ahora ministro de Economía reemplazó a Alberto Fernández como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner. Un año después se fue tan mal como su predecesor: harto de los destratos de la presidenta y dispuesto a presentarle batalla en la interna peronista. Fundó el Frente Renovador y en 2015 obtuvo el 21% de los votos en las elecciones presidenciales. Durante su campaña dijo que iba a “meter presa a Cristina”. Pero luego dio una voltereta política y acordó nuevamente con su exjefa. En 2019 declinó su candidatura a la presidencia, se sumó al Frente de Todos, apoyó a Fernández y se convirtió en diputado. Quedó a cargo de la Cámara Baja y se mantuvo expectante mientras el presidente y su vice se desangraban.

Massa es un hombre de los mercados, con buenas conexiones en Wall Street y cercano a algunos de los empresarios más poderosos de Argentina. Tuvo un papel clave para el éxito de la negociación con los acreedores privados, en 2020, y ayudó a destrabar el acuerdo con el FMI a finales del año pasado. Cuando alguien se encargó de filtrar su nombramiento como ministro de Economía, los bonos argentinos de deuda recuperaron valor y el peso se apreció frente al dólar. Durante la tarde del jueves, cuatro gobernadores peronistas saludaron su designación, lo mismo que la poderosa Confederación General del Trabajo (CGT).

“No soy ningún salvador”, advirtó Massa en hilo que publicó este viernes en sus redes sociales. “La política no necesita salvadores, sino servidores. Y no lo soy porque los problemas económicos de Argentina no se resuelven con una persona. Se resuelven con trabajo en equipo”, escribrió. La apuesta política del nuevo ministro es muy arriesgada. El poder que le ha cedido Fernández, a costa del suyo propio, lo deja sin excusas para el fracaso. Si, en cambio, logra que la economía no salte por los aires antes de las elecciones generales de 2023 tendrá una oportunidad como candidato del peronismo. Por fuera, Massa no tiene oportunidad alguna. Dentro, existe una chance para sus aspiraciones presidenciales.

El éxito de Massa será una derrota para Kirchner. En esa paradoja está atrapada la vicepresidenta. Cuando la economía empezó a tambalear, dejó solo a Fernández, una estrategia para mantenerse a salvo de la ola expansiva de la crisis. Hace un mes, cuando renunció Guzmán, se interpuso en el camino de Massa, al que considera una amenaza y, también, un traidor. Pero la situación es tan grave que ha primado el pragmatismo. Este jueves, Kirchner aceptó las condiciones de Massa para hacerse cargo de la economía.

Esta por verse ahora que hará la vicepresidenta cuando el nuevo ministro lance medidas que se opongan al dogma kirchnerista. Massa ha adelantado que honrará la reducción del déficit fiscal acordada con el FMI. Es probable además que reduzca los impuestos al campo para incentivar las exportaciones y aumentar así el ingreso de dólares. Habrá también un alivio fiscal para las clases medias. Menos impuestos y más ajuste son estrategias difíciles de tragar para los kirchneristas de paladar negro.

Ocaso político

La llegada de Massa al Gabinete supone también el ocaso político de Fernández. El presidente no solo perdió el jueves a la ministra de Economía. Apenas pasado el mediodía, presentó su renuncia el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, uno de sus hombres más cercanos y de los pocos que lo acompañaban desde el primer día.

Sin Béliz, el entorno de confianza de Fernández ha quedado reducido a solo tres personas: el canciller y exjefe de ministros, Santiago Cafiero; el secretario de la Presidencia, Gustavo Vitobello; y la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra. Son todos dirigentes sin aspiraciones electorales, a diferencia del resto de los que lideran los distintos grupos del Frente de Todos, como el propio Massa y, por supuesto, Kirchner.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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