Iluminar el conocimiento: Luces de Esperanza llega a escuelas rurales de Puebla
A través de la energía solar, Iberdrola México contribuye al desarrollo de las comunidades vulnerables
La educación pública en México se enfrenta a problemáticas como la escasez de servicios básicos, la inseguridad de algunas zonas o la ausencia de herramientas de enseñanza, entre muchos otros aspectos que repercuten en el bajo desempeño y el eventual abandono escolar del alumnado. La falta de electricidad refleja las carencias existentes en algunos centros educativos. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, más de 26.000 planteles de educación obligatoria en México carecían de electricidad en el ciclo escolar 2021-2022.
Cuando Andrea Avendaño Vargas -alumna del Telebachillerato Comunitario No. 62 en la comunidad de San José Monte Chiquito, en el municipio poblano de Santiago Miahuatlán- culminó la secundaria, se encontró en una encrucijada. Su situación familiar y económica le impedían cursar la modalidad a distancia en tiempos de COVID-19 y tuvo que abandonar sus estudios. Y cuando terminó el confinamiento y pudo regresar a la escuela, otras barreras la esperaban. En buena medida, por la ausencia total de un servicio básico en la escuela: la electricidad.
“Me decían que este telebachillerato era un lugar con muchas necesidades, que el aprendizaje era escaso y además me sentía insegura. Yo en la secundaria tenía doce maestros y al entrar acá apenas había tres”, explica la joven estudiante de este centro educativo que, situado en una zona aislada de San José Monte Chiquito, se conforma de varias aulas móviles.
Una de las tres maestras de Andrea, la docente Patricia Alcántara Romero, cuenta cómo el esfuerzo de la comunidad por tener electricidad en el Telebachillerato, ubicado en un terreno donado por el gobierno local hace tres años, fue casi una batalla perdida, hasta el día que recibieron una visita inesperada.
“Desde el inicio tuvimos muchas necesidades, una de ellas era la falta de electricidad. Incluso los vecinos cooperaron para poner unos postes, pero resultaba muy caro. Ya casi nos habíamos dado por vencidos cuando una representante de Iberdrola México nos visitó a mediados del año pasado [2023] y nos preguntó si teníamos luz”.
A los tres meses de esa visita, el programa Luces de Esperanza de Iberdrola México instaló seis paneles solares en el Telebachillerato Comunitario 62, cambiando su dinámica y realidad desde octubre del año pasado.
Hoy, Andrea Avendaño se encuentra cursando los últimos días del sexto y último semestre de bachillerato, con un horizonte promisorio gracias a la presencia de energía eléctrica proveniente de fuentes limpias y sostenibles, algo que apenas hace unos meses parecía inalcanzable.
“Ahora podemos conectar un proyector, una laptop o un audio. Todas las materias comenzaron a ser más interesantes. Ahora me siento más contenta porque puedo apreciar las cosas de otra forma, siento que mi aprendizaje ha mejorado”, confiesa Andrea, quien planea estudiar lenguas extranjeras y, posteriormente, Finanzas, en una universidad cerca de su casa, en la ciudad de Tehuacán, también en Puebla.
Iluminación sostenible
Desde su arranque en 2019 a la fecha, Luces de Esperanza ha impactado en la calidad de vida de cerca de 7.300 personas de todo el país, a través de la electrificación de viviendas y espacios comunitarios como hospitales y escuelas de zonas rurales alejadas de la cabecera municipal, sin acceso al servicio eléctrico convencional, y que están ubicadas en entidades donde Iberdrola México tiene presencia.
En el marco de su primera fase en Puebla, el programa Luces de Esperanza ha beneficiado a 81 viviendas y 12 escuelas, alineados siempre con las autoridades locales y los gobiernos estatales.
Para Erika Fernández, coordinadora de la Fundación Iberdrola México, Luces de Esperanza trasciende la mera donación e instalación de sistemas solares, al mejorar la calidad de vida de las personas en rubros como la educación, la salud, el trabajo o la seguridad.
“Iberdrola México crece de la mano de las comunidades donde tiene presencia con empleos de calidad y productos sociales. Estamos en contacto directo con los beneficiarios y, a través de nuestros aliados técnicos, damos mantenimiento a los equipos ante cualquier falla que pueda presentarse. Adicionalmente, llevamos a cabo talleres con la asociación civil ConcentrArte para contarles tanto a los alumnos como a la comunidad en general sobre la importancia de las energías renovables. Trabajamos siempre en coordinación con las autoridades. Estamos convencidos de que la suma de esfuerzos genera mejores resultados”, detalla Fernández.
“Actualmente esta escuela cuenta con un servicio de energía que ofrece 12 kWh al día mediante seis paneles solares, cada uno de 330 watts, así como un almacenamiento compuesto por 6 baterías que pueden proporcionar hasta un 35% de almacenamiento para uso nocturno”, explica José David Peñaloza, gerente de alianzas estratégicas de Ilumexico, empresa que colabora a nivel técnico en la implementación de Luces de Esperanza.
La instalación beneficia a una población de 90 alumnos y al cuerpo docente, y se realizó en función del levantamiento y evaluación previa del consumo registrado en el colegio, así como de su potencial crecimiento.
Además de la iluminación de las instalaciones, en este plantel educativo ya pueden cargar celulares, conectar proyectores, computadoras, bocinas y otras herramientas, facilitando un servicio integral para toda la comunidad estudiantil.
La maestra Patricia Alcántara resalta que el apoyo de Luces de Esperanza de Iberdrola México no les genera costo alguno, lo que les permite redirigir los recursos económicos y cuotas hacia otras necesidades de la escuela como nuevo equipamiento y material didáctico.
Además, gracias a Luces de Esperanza, hoy el Telebachillerato Comunitario número 62 cuenta con un segundo turno, permitiendo ampliar la oferta educativa y así seguir impulsando el talento de los más jóvenes.