De petróleo o colaboración en narcotráfico hasta su propia cabeza: qué podría ofrecer Maduro para apaciguar a Trump
El anuncio de que el presidente de Estados Unidos está dispuesto a hablar con el venezolano ofrece una incierta ventana a una salida negociada a la crisis entre ambos países
Una pregunta sobrevuela estos días un Washington en pausa por la gran celebración de Acción de Gracias y una tensa Caracas ante la perspectiva de que Estados Unidos cumpla su amenaza de intervenir militarmente en Venezuela: ¿Hablarán los presidentes Donald Trump y Nicolás Maduro, como deslizó este martes el primero en declaraciones a la prensa? Y mientras se despeja esa duda, surge esta otra: ¿Qué podría ofrecer Maduro al inquilino de la Casa Blanca para hacerle cambiar de idea?
“Creo que solo hay una cosa que podría lograr ese objetivo: que diga que se va a marchar. ¿El problema? Eso es justo lo único que Maduro no va a ofrecer", considera el británico Phil Gunson, experto del Crisis Group residente desde hace 26 años en Venezuela. “Ya ha puesto muchas cosas sobre la mesa de negociación, en materia de energía y otros recursos naturales y no le funcionaron”, recuerda Gunson en referencia a rondas de contactos previas a la toma del timón de las negociaciones del secretario de Estado, Marco Rubio. “Y ya sabemos cómo plantea Rubio, que tiene un enfoque muy ideológico sobre el asunto: Maduro es, para Estados Unidos, el jefe de ese supuesto cartel de los Soles. Tiene que irse. No es negociable. Cualquier otra cosa se interpretará como un fracaso para él, y quién sabe si supondrá su fin al frente del Departamento de Estado”.
En la baraja del presidente de Venezuela hay, con todo, más opciones. En materia de inmigración, por ejemplo. También puede comprometerse a hacer más para frenar el narcotráfico, excusa que está empleando Washington en su campaña de ejecuciones extrajudiciales en aguas internacionales del Caribe, pese a que está demostrado que el papel de Venezuela en el tráfico de fentanilo es inexistente y poco considerable en el caso de la cocaína.
“Teniendo en cuenta que la de Trump es una presidencia hecha a golpe de telerrealidad, no es descartable que a Maduro le funcione convencer a Trump de que aceptará deportaciones de migrantes venezolanos más públicas y más numerosas que las actuales”, advierte Christopher Sabatini, investigador sénior para Latinoamérica de Chatham House.
El experto recuerda que el entonces candidato presentó a Venezuela durante la campaña que lo llevó de vuelta a la Casa Blanca como “un asunto de interés nacional, al argumentar que [la banda criminal con origen en el país sudamericano] Tren de Aragua había tomado Aurora, en Colorado ―cosa que no era cierta― y que Maduro había vaciado sus prisiones para llenar Estados Unidos de criminales”. “Trump necesita algo que le permita decir que ha arreglado esos dos problemas, la inmigración irregular y el narcotráfico, para poder cantar victoria”, añade.
Sabatini no descarta una tercera opción: que el presidente venezolano ofrezca, si no la suya propia, “algunas cabezas” de personalidades las que las autoridades estadounidenses consideran al frente del Cártel de los Soles, “como las de Diosdado Cabello o la de los hermanos [Jorge y Delcy] Rodríguez”.
El economista Víctor Álvarez, que fue ministro de Industrias Básicas y Minería entre 2004 y 2006, considera que el presidente venezolano llega a este punto sin posibilidad real de demostrar fuerza: tras años de sanciones, aislamiento y presiones, su supervivencia ha dependido más de la astucia política que del poder militar. ¿Qué le queda entonces? “Ofrecer la industria petrolera a compañías estadounidenses para asegurar un suministro estable de crudo y la limitación del alcance de los acuerdos de Venezuela con Rusia, China, Irán y otros rivales geopolíticos de Estados Unidos”, según Álvarez, crítico desde hace años con el Gobierno de Maduro.
Pedir mucho, conformarse con menos
“El plan A siempre fue aumentar la presencia militar en el Caribe, y con eso, forzar una salida de Maduro ante la presión insoportable”, opina en una conversación telefónica desde Nueva Orleans, donde es profesor de la Universidad de Tulane, David Smilde, que aventura que el presidente venezolano podría ofrecer ese acceso a los recursos naturales para “mantenerse en el poder, tal vez un par de años más y convocar elecciones anticipadas” “Aunque la Administración de Biden ya se quemó en esas promesas incumplidas”, recuerda.
Hasta ahora, ese plan A no ha funcionado, insiste Smilde, así que ahora Trump podría aceptar concesiones que no le sirvieron hace meses. “Ese es el estilo negociador de Trump, para quien Venezuela es un asunto pendiente, que no pudo resolver durante su primera Administración: presentar demandas maximalistas para luego conformarse con mucho menos, siempre que pueda hacerlo pasar por una victoria”, dice el analista. “Lo ha hecho, sin ir más lejos, con China y los aranceles”.
Lo que parece claro es que una intervención militar en Venezuela le podría causar problemas en casa. Las últimas encuestas hablan de un 70% de oposición en Estados Unidos a una aventura bélica de esas características, y en la base de sus fieles, el movimiento MAGA, no quieren oír hablar de nada que no sea concentrarse en los problemas de los estadounidenses. “Por eso, Trump quiere hablar con Maduro”, considera Sabatini, “porque no tiene nada clara la conveniencia de sus planes militares, y en vista de que no le han funcionado los ataques a las lanchas y el despliegue militar sin precedentes. Por eso, y porque le gusta pensar que puede hablar con cualquiera, que es capaz de convencer a cualquier autócrata criminal”, añade.
Estos días, en Washington ha resucitado el recuerdo del guion que el presidente estadounidense siguió con el líder norcoreano, Kim Jong-Un, durante su primer mandato. Tras meses de rozar un conflicto de consecuencias impredecibles, ambos dieron por cerrada la crisis con un encuentro cara a cara en Singapur, el primero entre un presidente estadounidense y un líder del régimen de Pyongyang. Además de en un teatral apaciguamiento ante el mundo, la cosa quedó en poco más.
Pero si a Trump, entonces y ahora, le gusta venderse a sí mismo como un negociador nato, “experto en presentar el fracaso como un éxito”, aclara Gunson, Maduro llega a la llamada con poco margen de maniobra, según el politólogo venezolano Benigno Alarcón, profesor y especialista en Análisis del Conflicto y Negociación de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas.
La reputación ganada por el régimen chavista en negociaciones previas está muy dañada, tras múltiples acuerdos incumplidos, advierte. “Washington sabe que cualquier beneficio que Maduro prometa puede obtenerse con más garantías y mejores condiciones bajo un gobierno democrático”, mantiene. “Hay un problema y es que Estados Unidos no reconoce a Maduro y siempre va a preferir negociar con un gobierno legítimo”, argumenta Alarcón. “Venezuela solo girará el volante cuando perciba que la colisión es inminente. Hasta entonces, y mientras crea posible que Estados Unidos vuelva a retroceder como otras veces, seguirá resistiendo”.
Y si esa paciencia se agota finalmente, a Maduro siempre le quedará una salida del país que él mismo sabe que no le será fácil en un mundo que ya no es aquel en el que los autócratas vivían un exilio dorado, con su dinero blindado en cuentas bancarias secretas en Suiza. “No creo que sea buena idea para él ir a Cuba”, advierte Sabatini, quien, junto a otros expertos consultados para este reportaje, coincide en que su mejor opción sería Rusia. Allí, añaden, podría juntarse, bajo la protección de su presidente, Vladímir Putin, con Bachar el Assad, dictador depuesto en Siria.