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El tesoro oculto de Bryce Echenique: el manuscrito original de ‘Un mundo para Julius’ llega al Instituto Cervantes

El inesperado hallazgo en un armario de París rescata la versión primigenia de la novela que marcó la literatura peruana hace más de medio siglo

Quinientas hojas acaban de ser depositadas en una caja roja de terciopelo. Hojas envejecidas, de tonos amarillentos, con enmendaduras y olor a guardado. Hojas de una época en la que se escribía a martillazos y las ideas todavía manchaban la yema de los dedos. Hojas que se mecanografiaron a fines de los 70, que conmocionaron al universo de las letras y que todavía tienen algo que decir en estos días.

El manuscrito de Un mundo para Julius, la novela donde Alfredo Bryce Echenique retrata las apariencias de la alta burguesía limeña desde la mirada de un niño huérfano que vivía en una mansión, acaba de ser donada oficialmente a la biblioteca patrimonial del Instituto Cervantes, en el marco de un congreso para homenajear al escritor.

Cae la tarde del pasado jueves en uno de los salones de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima. Desde una pequeña mesa, Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, y Ángel Esteban, catedrático de la Universidad de Granada, explican el valor del acto con solemnidad. “La mejor forma de comprometerse con el futuro es saber recibir las herencias mejores del pasado”, dice el primero. “Enriquecerá el acervo histórico de la lengua”, agrega el segundo.

Flanqueado por ambos, desde una silla de ruedas, Bryce Echenique —raya al costado, saco color camel y sin el mostacho que empezó a rasurarse un buen día— permanece impávido. Su rostro no dibuja ningún gesto de emoción. Parece absorto en algún lugar lejano. No asoma la más leve sonrisa cuando sus interlocutores repasan los halagos que despertó su novela más aclamada. Aquello que Pablo Neruda describió como el “espléndido traje de luces con el que se lanzó al ruedo” de la literatura. Elogios que probablemente debe haber escuchado muchas veces en los últimos 55 años.

Lo cierto es que la importancia del acontecimiento radica, sobre todo, en que es el hallazgo de un tesoro. Hace algún tiempo, durante un congreso en Madrid, el hijo de Julio Ramón Ribeyro —el célebre escritor de los desdichados que acogió en Francia a un veinteañero Bryce Echenique— le comentó a Ángel Esteban que había hallado unos cuentos inéditos de su padre, en los armarios de su casa, en el barrio residencial del parque Monceau, en París. Esteban, que tenía la sospecha de que aquellos muebles albergaban más joyas, le pidió que, por favor, le dejara asomarse en esos archivos. Julito, como es conocido el único heredero del autor de La tentación del fracaso, accedió.

En abril, el académico viajó de Granada a París. Y durante un día rebuscó en unos armarios empotrados, en el pasadizo del apartamento de la calle Van Dyck. A las dos horas encontró una carpeta voluminosa con manuscritos de otros escritores. El archivo más gordo le llamó la atención. Al leer la portada se paralizó: Un mundo para Julius. Alfredo Bryce Echenique. Las preguntas se precipitaron: ¿Cuántos años había permanecido allí, empolvándose? ¿Por qué lo tenía Ribeyro? ¿Era un regalo por haber impulsado su carrera o un préstamo no devuelto?

Rápidamente, Esteban le comentó el descubrimiento a Germán Coronado, director de la editorial que posee los derechos de su obra. Fue Coronado quien le planteó la idea de donar el manuscrito a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, en su sede principal en Madrid, donde reposa la obra de grandes creadores en todas las disciplinas del arte. Julito Ribeyro Cordero dio su aprobación con la condición que Esteban representara a su familia. Y en efecto, así fue. El manuscrito viajó de París a Lima para luego trasladarse hasta Madrid, su destino final.

La historia se ensancha. El hijo de Ribeyro cuenta por teléfono a EL PAÍS que, en realidad, la primera versión de Un mundo para Julius ya había sido descubierta un año y medio atrás. Apareció en la biblioteca de su departamento en Villa Violet, también en París. No se explica cómo los folios llegaron allí. “No sé cómo diablos pasó. A veces he movido material de mi padre a mi casa. Debo haberlo llevado por error. De todas maneras me parece un gesto bonito que Ángel [Esteban] haya hecho todo el esfuerzo para coronar este acto en San Marcos. Alfredo [Bryce Echenique] ha sido como un tío para mí. En la relación que tuvo con mi padre nunca hubo envidias, algo que no es tan común en escritores de tanto talento”, dice.

A casi seis décadas de su publicación, Un mundo para Julius ha sido muchas cosas. La primera vez que un acomodado se sublevó, con ironía, contra su clase social; la iniciación literaria de varias generaciones en la secundaria; el libro que le daban a los embajadores antes de iniciar su misión diplomática en el Perú; la novela finalista del Premio Biblioteca Breve que quedó desierto en 1970 por la ruptura de Carlos Barral con Seix Barral; el primer libro del catálogo de Barral Editores; el proyecto por el que la primera esposa de Bryce Echenique le lanzó la advertencia de que se separarían si no lo terminaba; “el adiós” a su país, ese que dejó en barco en el 64; la obra que inspiró una película en el 2021, pero sobre todo el esplendor de un escritor que a los treinta años halló el eco de su voz y sembró el germen de su literatura.

De vuelta en la universidad San Marcos —homenaje organizado por los profesores Agustín Prado y Carlos Arámbulo—, Bryce Echenique toma la palabra. El público guarda silencio. La expectativa por lo que tenga que decir cuece. A sus 86 años confiesa no recordar por qué le dio su manuscrito a Ribeyro, el amigo diez años mayor que ideó el título de su primer libro de cuentos (Huerto cerrado). No teme arruinar la versión que se ha propagado en los medios: que se lo regaló en agradecimiento por ser su mentor literario. Y entonces la risa. “Julio Ramón me daba a leer cosas suyas y yo también. Yo honestamente se los devolvía y él deshonestamente se tiró mi manuscrito”, dice.

Adiós a los protocolos. La gente celebra la franqueza de quien no siempre fue franco. Hace más de 15 años, la reputación de Bryce Echenique se vio empañada por una cadena de plagios. Quienes llevaron adelante el ciclo de conferencias aseguran que eso no daña su obra de ficción y que ya era hora de que se reencontrara con su alma mater. La pelota no se mancha, diría Maradona.

Sea como fuere, Luis García Montero concluye con una sabrosa anécdota. En el 2019, el escritor viajó a Madrid para donar sus libros a la Caja de las Letras, pero olvidó todo el arsenal en Lima. Ambos se las ingeniaron para convocar a personalidades y formar una colección de sus primeras ediciones. “Él puede perder lo que quiera, que sus amigos nos vamos a encargar, como buenos lectores, de conservarlo todo”, señala, observando la caja de terciopelo. Quinientas hojas de un libro que ha envejecido bien.

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