El Canal de Panamá: la ironía del éxito que en Washington olvidan
Los Tratados Torrijos-Carter, en lugar de disminuir los intereses estratégicos de Estados Unidos, han fortalecido la estabilidad regional a través de una asociación basada en competencia técnica y respeto mutuo
En su discurso inaugural, el presidente Donald Trump calificó la transferencia del Canal como un “regalo imprudente” que supuestamente ha perjudicado los intereses estadounidenses. Más alarmante aún fue su declaración: “China está operando el Canal de Panamá, y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo recuperaremos”. Esta retórica polí...
En su discurso inaugural, el presidente Donald Trump calificó la transferencia del Canal como un “regalo imprudente” que supuestamente ha perjudicado los intereses estadounidenses. Más alarmante aún fue su declaración: “China está operando el Canal de Panamá, y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo recuperaremos”. Esta retórica política, junto con su reciente amenaza en Truth Social de exigir “que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”, se desvanece ante una realidad más profunda y significativa: se trata de la transferencia más exitosa de infraestructura crítica, conocimiento y tecnología entre una potencia mundial y una nación en desarrollo del siglo XX al siglo XXI.
Trump acusó a Panamá de incumplir los términos de los Tratados Torrijos-Carter, declarando que “la promesa de Panamá hacia nosotros se ha roto. El propósito de nuestro acuerdo y el espíritu de nuestro tratado han sido totalmente violados”. Sin embargo, los hechos demuestran lo contrario. El Canal opera con un 99.9% de trabajadores panameños. Solo seis colaboradores son de otras nacionalidades, todos contratados antes de 1999. Afirmó que Estados Unidos perdió “38,000 vidas en el proceso” de construcción, una cifra que contradice dramáticamente los registros históricos: según los reportes del Departamento de Salud del Isthmian Canal Commission, de 1903 a 1914, fallecieron 5.611 trabajadores, de los cuales solo 350 (6%) fueron ciudadanos estadounidenses, mientras que la mayoría (4.049 o 72%) eran trabajadores de las Antillas.
Su afirmación de que las naves estadounidenses están siendo “severamente sobrecargadas” y tratadas de manera injusta tampoco resiste el escrutinio de los hechos. Los registros de la Autoridad del Canal muestran que entre 1998 y 2024, solo el 0,3% de los tránsitos corresponden a buques militares estadounidenses, con ingresos promedio inferiores a un millón de dólares anuales. Los peajes se determinan por criterios objetivos como el tipo y tamaño del buque, no por su nacionalidad.
En el centro de este éxito yace una verdad frecuentemente ignorada: el Canal de Panamá no solo ha mantenido, sino que ha superado los estándares operativos establecidos durante la administración estadounidense. Como Joe E. Reeder, ex subsecretario del ejército y último presidente de la Comisión del Canal de Panamá en representación de Estados Unidos y testigo directo de la transición histórica, enfatizó en una presentación en el Edificio Ronald Reagan en el corazón de la capital norteamericana, la gestión actual del Canal supera los estándares de excelencia de Estados Unidos—un testimonio de la exitosa transferencia de conocimiento y tecnología entre ambos países. Su valoración cobra especial relevancia al provenir de quien supervisó las etapas finales de la administración estadounidense y fue testigo del nacimiento de la nueva era panameña.
Los números cuentan una historia convincente: el 74.7% del tráfico marítimo que atraviesa el Canal sirve directamente a puertos estadounidenses. Esta estadística por sí sola desarma las preocupaciones sobre interferencia externa, pero es solo el comienzo de una narrativa mucho más profunda sobre resiliencia institucional. A pesar de los desafíos que Panamá enfrenta como nación en desarrollo en materia de institucionalidad, el Canal se destaca como un modelo de gestión de primer mundo, con parámetros de referencia que establecen nuevos estándares en transparencia y rendición de cuentas.
Lo que distingue al Canal de Panamá es su extraordinario sistema de salvaguardas operacionales. Cuando un buque ingresa en aguas del Canal, atraviesa un proceso precisamente coreografiado donde el control del barco se transfiere temporalmente del capitán del navío a los prácticos panameños—un protocolo que ejemplifica el compromiso con la seguridad y la soberanía. Estos profesionales altamente capacitados, operando bajo estrictos estándares internacionales, asumen el mando completo de embarcaciones valoradas en cientos de millones de dólares.
La estructura de gobernanza del Canal representa una obra maestra en protección institucional contra interferencias internas y externas. Su Junta Asesora incluye a líderes del sector naviero de todo el planeta, proporcionando acompañamiento estratégico que trasciende intereses nacionales. Esta composición internacional, presidida por el Almirante William J. Flanagan (ex comandante del Comando Sur de Estados Unidos), crea un marco robusto de controles y equilibrios que asegura la independencia operativa.
Los estándares tecnológicos y manuales operativos reflejan décadas de experiencia acumulada desde la administración norteamericana. Estos protocolos, continuamente actualizados bajo la administración panameña, han creado un sistema que supera los estándares marítimos internacionales. Esta evolución representa el éxito sin precedentes de una transferencia tecnológica entre una potencia global y una nación en desarrollo, estableciendo un modelo de cómo la capacitación y el compromiso con la excelencia pueden trascender las barreras del desarrollo económico.
El proyecto de expansión del Canal, con una inversión de 5.250.000 millones, confirma las capacidades técnicas y administrativas panameñas. Este logro demuestra cómo la transferencia de conocimiento ha evolucionado hacia centros de excelencia en ingeniería y gestión marítima, validando que las naciones en desarrollo pueden gestionar infraestructura crítica global con estándares de clase mundial.
La ironía en las narrativas políticas actuales sobre la influencia china es que inadvertidamente cuestionan uno de los ejemplos más exitosos de política exterior estadounidense en el siglo XX. Los Tratados Torrijos-Carter, en lugar de disminuir los intereses estratégicos de Estados Unidos, han fortalecido la estabilidad regional a través de una asociación basada en competencia técnica y respeto mutuo.
La presencia china en el comercio global es una realidad que cada puerto y canal del mundo maneja como parte de sus operaciones diarias. La fortaleza del Canal de Panamá radica en su capacidad para servir al comercio mundial bajo una administración profesional y autónoma, respaldada por décadas de experiencia y un marco legal robusto. Los sistemas operativos, mejorados bajo administración panameña, constituyen un modelo global de eficiencia y neutralidad.
Como ha reafirmado consistentemente la administración del Canal, su compromiso con la excelencia operativa y la neutralidad se refleja en la práctica diaria de miles de profesionales panameños. Ellos han transformado esta vía interoceánica en un testimonio de cómo la soberanía nacional y la eficiencia global pueden coexistir en beneficio del comercio mundial.