BYD en Brasil: del desembarco triunfal chino a un escándalo de semiesclavitud
Inspectores rescataron a finales de diciembre a 163 trabajadores chinos relacionados con la factoría de coches eléctricos que simboliza la creciente influencia de Pekín en el país sudamericano
El plan es que los primeros coches eléctricos chinos fabricados en Brasil salgan al mercado en marzo de 2025. La factoría que la empresa automovilística BYD construye en el estado de Bahía es el proyecto que mejor simboliza el momento dulce en la relación Pekín-Brasilia; la fábrica aúna la expectativa de crear miles de empleos con una fuerte carga simbólica porque ocupa, literalmente, un vacío dejado por la firma estadounidense Ford. Todo parecía marchar sobre ru...
El plan es que los primeros coches eléctricos chinos fabricados en Brasil salgan al mercado en marzo de 2025. La factoría que la empresa automovilística BYD construye en el estado de Bahía es el proyecto que mejor simboliza el momento dulce en la relación Pekín-Brasilia; la fábrica aúna la expectativa de crear miles de empleos con una fuerte carga simbólica porque ocupa, literalmente, un vacío dejado por la firma estadounidense Ford. Todo parecía marchar sobre ruedas hasta que, en vísperas de la Navidad, estalló el escándalo: inspectores de trabajo brasileños rescataron a 163 trabajadores chinos de las obras de construcción de la planta y acusaron a la empresa empleadora, una subsidiaria de BYD, de tenerlos sometidos a condiciones análogas a la esclavitud. Trabajaban jornadas extenuantes, vivían en condiciones insalubres y a parte de ellos les habían retenido los pasaportes.
La referencia a la esclavitud levantó ampollas en el gigante asiático. La empresa acusada, Jinjiang Group, niega la acusación de trabajo forzado y habla de un malentendido. Un directivo de BYD acusó a “fuerzas extranjeras” de intentar difamar a la compañía y dañar la relación entre ambos países, informa Reuters.
De entrada, las víctimas han cambiado los barracones insalubres en los que estaban alojados por unas habitaciones de hotel pagadas por la compañía. Y el Ministerio de Exteriores brasileño ha suspendido la concesión de visados temporales de trabajo a la compañía BYD (iniciales de Build Your Dreams o construye tus sueños), uno de los principales fabricantes de automóviles eléctricos del mundo. Brasil es un gran escaparate de su expansión internacional y su mayor mercado fuera de China. Sus coches son cada vez más habituales entre los cientos de miles de conductores de Uber. Aunque el 90% de los coches eléctricos de BYD circulan por China, uno de cada cinco vehículos que van al extranjero se vende en Brasil.
La factoría brasileña es también emblema de la creciente influencia china en Brasil y el resto de América Latina, terreno propicio para asistir al duro pulso comercial y político que libra con Estados Unidos. El presidente Xi Jinping inauguró en noviembre en Perú el megapuerto de Changay, que ahorrará 25 días de travesía.
La planta de BYD está ubicada en la ciudad de Camaçari, en la zona metropolitana de Salvador de Bahía, donde Ford tuvo una de sus principales fábricas hasta que abandonó Brasil en 2021. Aquella salida supuso el fin de una era porque Ford fue la primera gran firma automovilística en el país sudamericano.
Los inspectores del Ministerio brasileño de Trabajo se presentaron el 23 de diciembre en los alojamientos de los trabajadores chinos que construyen la planta de la que saldrán coches 100% eléctricos e híbridos y descubrieron que los jefes les había retenido los pasaportes y parte de sus salarios, según informó el ministerio en una nota oficial que detallaba otras irregularidades. Dormían en literas sin colchón, algunos comían allí mismo. Había tan pocos baños que tenían que levantarse a las cuatro de la madrugada para llegar a tiempo al turno de las cinco y media. Además, los empleados trabajaban jornadas de más de 10 horas con libranzas irregulares.
Por todo ello, los inspectores acusan a los empleadores de tener a los 163 trabajadores en “condiciones análogas a la esclavitud”. En Brasil, un país que en 1888 se convirtió en el último de las Américas en abolir la esclavitud, ese delito incluye el trabajo forzado, pero también someter a los empleados a condiciones indignas o degradantes. Puede conllevar cárcel, multas cuantiosas y el escarnio público, porque cada año las autoridades publican la llamada lista sucia con las empresas condenadas por mantener a trabajadores en condiciones que recuerdan a las de los africanos traídos durante tres siglos a la fuerza como mano de obra gratuita. Solo en 2023 rescataron a más de 3.000 trabajadores.
El Ministerio de Trabajo ha convocado a las dos empresas afectadas, Jinjiang Group y BYD, a una vista el próximo 7 de enero en la que les harán una propuesta de medidas a adoptar que, si cumplen, les podría evitar la investigación.
Brasil siempre ha presumido de una política exterior que busca socios y carece de enemigos (aunque a veces las relaciones se agrien). Pero mantener el equilibrio en la batalla entre las dos superpotencias es cada vez más complicado y requiere hilar fino. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva recibió en noviembre en Brasilia a su homólogo Xi. Y en diciembre, días antes de que estallara el escándalo laboral, a la consejera delegada de BYD para las Américas, Stella Li. Para el mandatario brasileño, el proyecto de BYD supone una doble alegría porque es una inversión que afianza su prometida reindustrialización y refuerza sus credenciales verdes.
Lula destacó, al recibir a la ejecutiva china en el palacio presidencial, que los primeros coches eléctricos fabricados en Brasil saldrán de la planta de BYD en Bahía en marzo próximo, que para fin de ese año creará 10.000 empleos y durante 2026 alcanzarán la cifra de 20.000. Li afirmó que “será la planta de producción de vehículos eléctricos más grande y avanzada del mundo fuera de China”. La compañía planea fabricar en Brasil unos 150.000 vehículos el primer año y duplicar la producción en el segundo con la vista puesta en el mercado latinoamericano. Para su expansión en el extranjero, BYD construye otras plantas de producción en Hungría, México, Tailandia y Uzbekistán.
El mercado latinoamericano tiene enorme importancia para BYD en su pulso con Tesla, de Elon Musk, por el liderazgo en la venta mundial de vehículos eléctricos. Y sin olvidar, por supuesto, la producción regional del litio que las baterías de sus vehículos requieren. La empresa china, atraída a México por su pujante demanda de camionetas, está todavía en la fase de decidir dónde ubicará su nueva factoría mexicana mientras mantiene su hoja de ruta pese a las múltiples incertidumbres que el regreso de Donald Trump trae aparejadas. BYD también sopesa levantar una fábrica en Perú.