Gonçalo M. Tavares: “Es un honor ser traducido al quechua, porque valoro la resistencia de las lenguas”

El escritor portugués, traducido en 70 países, presenta ‘Cortometrajes’ por primera vez en una edición bilingüe en quechua en el Hay Festival Arequipa 2023

Gonçalo M. Tavares.

Como un lector voraz, Gonçalo M. Tavares (Angola, 53 años) conocía el Perú por las novelas de Vargas Llosa y Bryce Echenique, el embrujo de la poética de César Vallejo y las prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro. Cada quien, con su voz y su destreza con las palabras, le pintó una interpretación de la realidad. Pero hace unos tres años, cuando el mundo se puso de cabeza por un virus desconocido para el que no existían vacunas, y él se dispuso a escribir un diario que acabó siendo un libro (Diario de la peste), se detuvo a pensar más que nunca en ese país sudamericano, bañado por el Pacífico, ...

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Como un lector voraz, Gonçalo M. Tavares (Angola, 53 años) conocía el Perú por las novelas de Vargas Llosa y Bryce Echenique, el embrujo de la poética de César Vallejo y las prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro. Cada quien, con su voz y su destreza con las palabras, le pintó una interpretación de la realidad. Pero hace unos tres años, cuando el mundo se puso de cabeza por un virus desconocido para el que no existían vacunas, y él se dispuso a escribir un diario que acabó siendo un libro (Diario de la peste), se detuvo a pensar más que nunca en ese país sudamericano, bañado por el Pacífico, que tenía la tasa más alta de muertos por coronavirus. El mismo país que tiempo atrás había seguido por televisión en Rusia 2018 al enterarse que participaba en una Copa del mundo por primera vez en 36 años.

Cuando sale de su búnker, en su casa de Lisboa, después de escribir una treintena de páginas durante la mañana, mirar fútbol suele ser el entretenimiento sencillo que se permite. A él, que está en contra del arte que no le exige atención ni esfuerzo a sus consumidores. “No quiero que los cansados lean mis libros”, dirá esta tarde, en la cálida Arequipa, en su primera visita al Perú. Volvió a saber de esta nación cuando recibió la invitación para el Hay Festival y también cuando el año pasado dos editoriales independientes se interesaron en su obra.

Aunque se perdió la mitad del festival por olvidar su pasaporte en Lisboa, la visita del escritor al que Saramago le auguró el Nobel de Literatura será un acontecimiento editorial: presentará Cortometrajes en versión quechua (rebautizado como Peliculachakuna por La Travesía Editora de Arequipa), también Mateo perdió el empleo (del sello limeño Estación La Cultura), la trasnacional Planeta traerá un importante lote de El reino y, finalmente, Tavares rematará su breve estadía leyendo un fragmento de su obra junto al poeta cusqueño Jorge Alejandro Cccoyllurpuma y el arequipeño Augusto Carrasco, en una velada coronada con la participación de la escritora española Pilar Adón.

Pregunta. Muchos de sus críticos dicen que cuando lo leen no saben en qué terreno literario están parados. Como el libro del cuentista Julio Ramón Ribeyro, ¿se siente un apátrida literario?

Respuesta. A mí no me interesan los géneros. Pienso que son antiliterarios, porque le restan potencia al lenguaje. A mí lo que me interesa es trabajar textos y los textos no tienen patria. Son híbridos. No me gusta la idea de clasificar la literatura. Es como si dijera: ‘como ahora voy a pensar, entonces debe llamarse ensayo; si narro es novela y si tomo más en cuenta el sonido y la intensidad de las palabras es poesía’. No es así. Las posibilidades son infinitas y, más bien, me interesa producir un libro diferente cada vez.

P. Como fórmulas únicas que deja para el resto…

R. Sería pretencioso, pero es que no me interesa repetirme. Mi libro Jerusalén ha ganado muchos premios y me suelen preguntar por qué no escribo otro libro así. Pero yo continúo. Ya lo he escrito. No necesito probar nada, porque ya lo hice. Yo siempre quiero hacer libros distintos como si fueran hijos únicos.

P. He leído que en ocasiones hasta los cataloga como si fueran animales…

R. Así es. Acostumbro comparar a mis libros con animales. Cada uno tiene sus características y no se puede decir que uno es mejor que otro. Podría decirse que algunos son más rápidos por sus inicios, otros más exuberantes, unos tienen pelo, otros no, en fin.

P. Por ejemplo, ¿qué tipo de animal sería Mateo perdió el empleo? Un libro que publicó en el 2010 y que recién fue traducido al español.

R. Tal vez como un centauro, un animal mitológico con dos partes muy distintas. Porque Mateo perdió el empleo tiene una parte narrativa y otra de ensayo. Sería un animal muy raro.

P. ¿Cuánta ilusión le genera haber sido traducido por primera vez al quechua?

R. Es un honor porque valoro la resistencia de las lenguas. Cómo se mantienen en el tiempo, trasmitiéndose de generación en generación a pesar no hablarse mayoritariamente las ciudades y no tener la presencia que deberían en los ámbitos académicos. Mi obra cuenta con autorización para ser traducida a 70 países, pero me causa alegría tener la oportunidad de acercarme a nuevos lectores.

P. Usted es un defensor de que los libros no tengan un sobrecosto y por eso también publica con editoriales independientes…

R. Entiendo los costos de importación, pero me parece democrático que las personas no tengan que pagar cuatro veces el precio de un libro. Huyo de los libros para millonarios.

P. Como huye de las redes sociales. ¿Sigue siendo su correo electrónico su único contacto social relacionado a la tecnología?

R. Me mantengo inclaudicable (risas). Aunque desde hace buen tiempo estoy pensando en crear una especie de revista digital no solo para difundir mi obra, sino sobre todo para que sea un espacio de reflexión sobre otros autores. No estoy en contra de las redes sociales, aunque parezca.

P. Cada escritor tiene su ritual. ¿Pero es cierto que cuando sus tres hijos eran pequeños usted los sobornaba para que no hicieran bulla a cambio de unos euros?

R. (Risas) Es cierto. Y hasta les hacía firmar un contrato. Si estábamos en noviembre como ahora, les decía que si lograba escribir 300 páginas para el verano del siguiente año les pagaría 30 euros. Yo firmaba y ellos hacían un garabato. Pero les repetía que así fuera una página menos no les pagaba. Entonces, cuando a veces me tomaba un descanso, ellos me decían: ¿Qué haces aquí? Anda a escribir. Es bonito tener a los hijos alentándote a escribir, porque no es algo que normalmente pase.

P. Lo usual es que los escritores se sientan unos incomprendidos en casa…

R. Eso no me pasó. Creo que tengo que venderle la estrategia a los escritores con hijos (risas). Digamos que soy muy metódico. Escribo todas las mañanas, casi siempre en estricto silencio, y ya en la tarde me gusta estar en contacto con mi familia y las personas. Si no he estado mis cinco horas a solas me es difícil estar con la gente.

P. Usted es un profesional de la escritura. Pero, ¿cómo definiría su método?

R. No quiero tornarme mágico, pero hay días en los que escribo como si estuviera poseído. Pueden ser entre 25 y 30 páginas. Como también hay otros en donde no paso las cinco páginas. Digamos que tengo un costado de perseverancia y trabajo al estar al frente del ordenador todos los días. Pero también tengo esa cuota de misterio.

P. Sé que está en contra de la utilidad de la literatura. ¿Volvería a escribir algo como Diario de la peste?

R. Sí, es uno de mis libros esenciales. Gracias a este libro entendí que se puede producir literatura a partir de los periódicos. Yo antes separaba a la alta cultura y la prensa. Fue una enseñanza. Y un ejercicio muy fatigante. Llevar un diario, en un contexto como el de la pandemia, puede llegar a ser un acto muy violento. Yo casi enfermé. Quiero volver a escribir un diario. Quiero dejar que la realidad del día entre a mi escritura.

P. Ha dicho que tiene pensado ingresar a las redes sociales en algún momento, ¿es consciente que tendrá que lidiar con lectores de hilos?

R. Más allá de las preferencias e intereses de cada generación, se ha extendido una literatura paternalista y comercial para personas cansadas, que abren un libro después de haber trabajado más de 14 horas. Yo estoy en la otra orilla. Mi literatura no es simple. Yo respeto a mis lectores y por eso les exijo. Intento ser un creador y no un vendedor de libros.

P. Una curiosidad de la que habla muy poco. ¿Es verdad que estuvo a punto de ser un futbolista profesional? Qué pérdida hubiese sido para la literatura.

R. Fui jugador de segunda división en el Beira Mar de Aveiro y el Athlético de Lisboa hasta los 19 años. Era centrodelantero. Y tenía técnica. No solo cazaba goles. Me desanimó tener que entrenar todos los días, pero sobre todo la violencia. Que me pegaran todo el tiempo por ser atacante. La literatura ganó. Y ahora solo soy un observador. Ni siquiera me junto con amigos a jugar fútbol. Ya no lo extraño.

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