El carnaval ayuda a reconquistar el espacio público en América Latina
La fiesta pagana llegó al continente americano con la colonización europea y se fusionó con tradiciones locales y africanas, dando origen a celebraciones muy diversas
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Gisele Ribeiro y Karina Cruz están subidas a una carroza roja junto al sambódromo de São Paulo, una avenida de medio kilómetro entre dos hileras de gradas de hormigón diseñada por el arquitecto Oscar Niemeyer a mediados de los ochenta para acoger los desfiles de las escuelas de samba. Es miércoles 7 de febrero y quedan pocos días para que empiece oficialmente la fiesta. “Hemos venido directas del trabajo al último ensayo”, dicen, ya algo cansadas. Son las once de la noche y llevan tres horas siguiendo las indicaciones de los coordinadores de Acadêmicos de Tucuruvi, una de las 14 escuelas del “Grupo Especial” de São Paulo, la primera división.
Esperan pacientemente mientras una grúa sube de dos en dos a quienes van en la parte alta de la carroza, a unos ocho metros de altura. Las 2.100 personas que desfilarán este año en la escuela tendrán que cantar y bailar coordinadas y con energía. “Es la primera vez que desfilo y estoy muy emocionada, aunque no sabía que era tanto esfuerzo prepararlo”, dice Bruna Badolato, que ha venido desde la otra punta de la megalópolis para el último ensayo. Este año, el tema del desfile de Acadêmicos de Tucuruvi es Ifá, religión de origen africano. Es la primera vez que la escuela propone un enredo afro, temática cada vez más común en los desfiles de Río de Janeiro y São Paulo.
“Pedimos autorización a la matriz de la religión en Nigeria para hacerlo con respeto”, explica Rodrigo del Duque, que supervisa el ensayo. Es vicepresidente y director de carnaval en Acadêmicos de Tucuruvi, la escuela de su barrio en la zona norte de São Paulo. Se dedica a esto desde 1992 y conoce bien el famoso carnaval carioca, al que va siempre que puede. “En Río se vive más, lo defienden con más fervor, aunque, en calidad técnica, el carnaval de São Paulo no tiene nada envidiar. Aquí también participan muchísimas personas, pero al ser una metrópoli enorme y culturalmente diversa, la fiesta se diluye”, reconoce. Cree que debería extenderse más a la calle: “En Río si no entras al sambódromo, también te diviertes en los alrededores porque el carnaval es algo muy arraigado en la cultura”.
Y es que la ciudad que fue capital de Brasil entre 1763 Y 1960, fue uno de los mayores puertos esclavistas de América. Allí surgió y se fortaleció el samba, estilo musical con influencias africanas que enseguida se impuso en el carnaval, hasta entonces festejado con música de origen europeo como polcas y vals. En Río y São Paulo, algunos grupos de personas ocupaban la calles para festejar el carnaval y, a inicio del siglo XX, esas agremiaciones fueron las semillas de las escuelas de samba que hoy desfilan en sus sambódromos. “En Brasil hay dos tipos de carnaval: el de espectáculo, en el sambódromo, y el de participación, en las calles”, explica Guilherme Varella, abogado y gestor cultural, en una llamada telefónica. Es profesor de la Universidad Federal de Bahía y acaba de publicar el libro Direito a Folia (Derecho a la fiesta), un ensayo sobre el derecho al carnaval y la política pública del carnaval de calle en São Paulo.
“Intenta ser una ciudad ordenada, normatizada, y hay poco espacio para la espontaneidad”, dice. No siempre fue así. El primer bloco (las comparsas callejeras) de São Paulo es de 1914, del barrio Barra Funda, pero a mediados del siglo veinte el carnaval de calle quedó como algo residual, hasta hace poco. “A partir de 2010, con movimientos de reivindicación del derecho a la ciudad que surgieron a nivel global, se asimiló la cultura como un vector importante para reivindicar el uso lúdico de la calle. Para que la ciudad sea un lugar para la fiesta, alegría o juegos, para confraternizar y no sólo para trabajar y dormir”, afirma. Sao Paulo es un ejemplo de esa lucha por la reconquista del espacio público en carnaval. “En 2013 había unos 40 blocos y hoy hay más de 600″, analiza. El carnaval de calle paulistano se rige por normas que cree que pueden mejorar, como la que exige que acabe a las siete de la tarde. “Habría que estudiarlo por zonas, por ejemplo, por la noche el centro de la ciudad se queda desierto y el carnaval de calle podría activar la región mejorando la convivencia y la seguridad”, sostiene.
“Lo que más conecta con el Candombe es desfilar en espacio público”
Aunque no sean los únicos carnavales importantes de Latinoamérica —está también por ejemplo el de Barranquilla, en Colombia, que inunda las calles de música, fiesta y color—, los de Brasil son un referente mundial, con algunos especialmente famosos en Río, Recife, Olinda y Salvador. Desde otros países latinoamericanos, siguen los desfiles televisados de las escuelas de samba de Río y São Paulo, que algunos imitan. Como el carnaval de Encarnación, en Paraguay, donde construyeron un sambódromo en 2014 para acoger desfiles inspirados en los brasileños. “Aquí el carnaval se festeja hace 104 años, inicialmente en la calle, hasta que se construyó el sambódromo”, explica Stella Ferreira, médica paraguaya que vive en Encarnación hace 25 años y que desde entonces sigue el carnaval como público. Se prepara con ganas para el sábado, cuando asistirá al último desfile de este año. “Es el mejor carnaval del país”, concluye. En Paraguay, hay pocas celebraciones festivas en espacio público, comparado con algunos países vecinos, como Brasil o Argentina.
Natalia Tambutti nació en Buenos Aires hace 33 años, es entrenadora personal y bailarina. Al final de su jornada, pasa la tarde del jueves preparando vestuario para desfilar en la calle durante el carnaval argentino, en la provincia de San Luis. Ella y sus compañeras bailan Candombe, ritmo con tambores que surgió en el siglo XVIII en la región del Río de la Plata como medio de expresión de las personas esclavizadas traídas de África. Es muy popular en Uruguay y está reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“Lo que más conecta con el Candombe es desfilar en espacio público, lo popular. Creo que este tipo de manifestaciones callejeras, como el carnaval, deberían contar con más apoyo de las instituciones. Todo lo que sea cultura, preservar rituales y promover turismo en Argentina está bueno”, dice por videollamada y explica que hay varios tipos de carnaval en el país. Destaca los de Gualeguaychú. “Está cerca de Buenos Aires y se parece al de Río”, y especialmente los del norte del país, en Salta y Jujuy, donde se homenajea a la Pachamama (madre tierra) y al sol y lluvia que fecundan las semillas en el suelo árido de la región. “Tiene una tradición reimportante, es un carnaval completamente distinto al de Brasil, Buenos Aires o Uruguay”, concluye.
Diversidad latinoamericana
Los carnavales latinoamericanos son muy diversos. En la región andina, hay varias expresiones populares, algunos reconocidos internacionalmente, como el de Oruro (Bolivia), declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco. Otty Grima Breña Fernández es arquitecta peruana y ha vivido algunos carnavales de su país, como el de Ayacucho, donde hay pasacalles, pero el público sólo observa. Este año la han invitado a pasar su primer carnaval en Jauja. “Es más participativo, los varones cortan un árbol de eucaliptus y se planta el día principal del carnaval en plazas, parques o espacios libres de los barrios. Hay orquestas y la gente va vestida con ropa muy bonita, de la zona. Después se hace lo que se llama el “cortamonte”, el barrio baila alrededor del árbol y lo van cortando con un hacha. Quien lo derriba se convierte en el padrino del año siguiente y las personas se acercan a recoger los regalos”, explica.
En México, están acostumbrados a festividades grandes que ocupan el espacio público y lo llenan de colores, como el día de Muertos. El carnaval de calle está muy establecido. “Son fiestas populares que tienen muchos años, normalmente hay una celebración religiosa y luego una pagana, donde se hacen alegorías, burlas, incluso de los colonizadores españoles, como en el de Oaxaca”, explica Leonardo Escobar Heredia, urbanista de Ciudad de México. “En los carnavales de la capital, participan comparsas muy variadas, en las que todos van vestidos con trajes y máscaras realizados por artesanos. En general, son sátiras de los grupos populares hacia los grupos de poder como políticos o terratenientes”, destaca. El carnaval es una fiesta pagana en la que las personas se expresan, se juega y critica de manera lúdica. Cuando se celebra en la calle, transforma el paisaje urbano y puede ser una herramienta para reflexionar sobre nuestra relación con el espacio público, movilidad, zonas verdes, turismo o seguridad, temas urgentes en muchas ciudades latinoamericanas.