Laura Laurens, la moda como tejido social

El British Fashion Council la incluyó en una lista selecta, gracias a su trabajo colaborativo con comunidades indígenas y población afectada por el conflicto. Con la facilidad de un camaleón pasa de dar una conferencia en el Instituto Francés de la Moda, a participar en un evento del Fashion Trust Arabia, en Qatar

Laura Laurens, la moda como tejido social
Laura LaurensSantiago Rueda

De niña, Laura quería ser monja o artista punk. Se puede decir que acabó siendo un poco de ambas por medio de la moda. Por un lado, su propuesta de diseño, muy orgánica y fluida, tiene siempre ese toque urbano y contracultural de lo punk. Por el otro, la diseñadora de raíces santandereanas ve su trabajo con cierto altruismo y le apuesta a la moda como un punto de encuentro, reconciliación y conciencia que visibiliza en el resto del mundo a comunidades indígenas, reinsertados y otros miembros de la población que han estado involucrados en la compleja realidad colombiana.

Lo que Laurens comenzó como una marca más de diseñador en la escena colombiana, de repente dio un gran salto a París y se abrió al mercado internacional por medio de importantes compradores. Su nombre no comenzó a destacarse solamente por la estética un tanto naif y, a la vez, arriesgada de sus prendas, siempre con vuelos y cortes muy audaces, sino por su trabajo colaborativo con comunidades indígenas y segmentos de la población colombiana afectados directamente por el conflicto, luego de que la alcaldía de Medellín la invitara a hacer un desfile con la comunidad emberá chamí en el Parque de los Deseos.

Fue entonces cuando el British Fashion Council la incluyó en una lista selecta, junto con otros 14 diseñadores del mundo que están “modelando un valeroso mundo nuevo a través de la moda”. De inmediato, su nombre empezó a figurar en otros lugares de Europa. La cadena televisiva alemana Deutsche Welle la destacó como una de las mujeres que están transformando América Latina, Vogue Talents la escogió para representar a nuestra región en Milán y todo ello la llevó más adelante a figurar en otros continentes.

Laurens no para de viajar. Tiene una sinergia espontánea para hacer equipo y adaptarse a cada entorno en el que trabaja. Pasa con la facilidad de un camaleón de dar una conferencia en el Instituto Francés de la Moda para hablar sobre sostenibilidad, inclusión y diversidad a participar en un evento del Fashion Trust Arabia (una organización sin ánimo de lucro mentora de diseñadores emergentes) en Qatar, para luego pasar por Bogotá y echarle un vistazo a su tienda antes de irse a Sudáfrica para gestar un proyecto con la comunidad de Sharpeville, ciudad conocida históricamente por la masacre de manifestantes pacíficos a manos de la policía racista en tiempos del apartheid.

Más allá de ese dechado de menciones y reconocimientos, Laurens manda la parada de la moda porque la ha usado para restablecer el tejido social del país. “Es un ejercicio catártico y de equipo en el que se deshacen nudos, se corta, se une, se desbarata, se hila y se reconstruye. En la costura y en la creación encuentro un espacio sin lugar y un momento sin tiempo que me permiten explorar y ser parte de algo más grande para conectar con la otredad”, dice.

Es por eso que cada vez que habla de su proyecto utiliza la primera persona del plural: porque cree que es en el ‘nosotros’ en donde radica el valor de su marca. “He transitado todos los momentos difíciles de mi vida practicando este noble oficio que me obliga a conectar con otras realidades desconocidas para dejar de mirarme el ombligo y ser también una ficha del rompecabezas que une a través del tejido”.

Hoy en día, Laurens tiene una suerte de familia extendida en diferentes lugares del mundo, unida por un hilo invisible que la hace entenderse como un colectivo en el que ella teje como si fuera esa gran araña esculpida por Louise Bourgeois y viaja de país en país, pero siempre para apostarle a una Colombia en donde la brecha social cada día sea menor y haya más oportunidades y diversidad.

“Un país en donde podamos seguir enmendando las heridas sociales y políticas desde la esquina en que estemos, sin esperar a que un presidente o un dios nos haga el favor, sino cada uno asumiendo su responsabilidad y aportando desde sus habilidades y conocimientos”.

Su aporte es tender un puente entre lo ancestral y lo moderno, entre la urbe y la selva, utilizando elementos que en sí mismos hablan mucho de la historia reciente de Colombia, como retazos de uniformes que usaron guerrilleros o militares o tintes a base de hoja de coca para teñir telas, y que así el mundo entero vuelva la mirada hacia esas comunidades que tienen voz propia para transformar poco a poco el tejido social. “Es algo así como un circuito que va y vuelve de dos polos para retroalimentarse constantemente hasta ser uno”. Dos polos que no por ser opuestos son excluyentes el uno del otro, tal y como la monja y la artista punk que conviven en paz dentro de una mujer llamada Laura Laurens.

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