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De la necroeconomía a la bioeconomía

En su cuarta visita a África, la vicepresidenta Francia Márquez incluyó reuniones con bancos, fondos de inversión y puertos para potenciar el comercio exterior y el acceso a créditos para empresarios colombianos

Hay una puerta de dos metros de alto por uno y medio de ancho. De un lado, oscuridad, piedras centenarias, habitaciones estrechas, paredes húmedas impregnadas de antiguos gemidos sin nombre, de llantos de bebés con apenas dientes que, también considerados mercancía, fueron separados de sus madres para siempre. Del otro lado, la amplitud del Océano Atlántico, un azul infinito, la profundidad del “cementerio más grande del mundo”, en palabras de la vicepresidenta ...

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Hay una puerta de dos metros de alto por uno y medio de ancho. De un lado, oscuridad, piedras centenarias, habitaciones estrechas, paredes húmedas impregnadas de antiguos gemidos sin nombre, de llantos de bebés con apenas dientes que, también considerados mercancía, fueron separados de sus madres para siempre. Del otro lado, la amplitud del Océano Atlántico, un azul infinito, la profundidad del “cementerio más grande del mundo”, en palabras de la vicepresidenta Francia Márquez, donde fueron arrojados más de dos millones de cuerpos sin vida. Estas aguas deberían ser camposanto de la humanidad, un recuerdo de lo que nunca jamás puede volver a pasar: caza de seres humanos, familias destrozadas, espiritualidades rotas, generaciones tras generaciones perseguidas; la huida, el escondite y la resistencia como forma de estar en el mundo. Muchas de estas personas que no conocieron la libertad ni la paz fueron descendientes de dinastías reales, maestros espirituales, sanadoras, parteras, comerciantes, músicos, sabedorxs de imperios ancestrales. A través de esa puerta maldita que separaba el terruño del destierro, tan pequeña y tan insignificante, y a la vez tan inmensa y terrorífica, pasaron durante cuatrocientos años (del siglo XVI al XIX) muchas de las 15 millones de personas que, secuestradas y encadenadas, frente a la mirada impasible de la Iglesia que predicaba el amor al prójimo, fueron llevadas por comerciantes europeos de África hacia América desde distintos puertos negreros. Necroeconomía que todo lo arrasa, infiernos sin nombre.

Esa “puerta del no retorno” se encuentra en la isla de Goré (Senegal), una de las tantas en el continente africano, que hoy se han convertido en símbolo, en memoria. Estar frente a ese portal del horror conmueve, sacude, cuestiona. Lleva a replantearse la posibilidad de redención y esperanza para una especie que es capaz de construir insignes templos a sus dioses, tumbas sublimes a sus muertos o palacios de fantasía en nombre del amor, pero también de perseguir, capturar, torturar, esclavizar y convertir a su propia especie en mercancía. El animal humano como ser trascendente y, al mismo tiempo, como artífice de infiernos inenarrables donde el sufrimiento del(a) otrx no es más que un medio para acumular riquezas materiales. El salvajismo como coartada. La brutalidad disfrazada de racionalidad. La miseria del poder. En la Conferencia Mundial de Durban (2001), la Organización de Naciones Unidas reconoció que la esclavitud y la trata transatlántica “fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas. (…) …constituyen, y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia”.

¿Cómo puede un continente, la humanidad entera, reponerse de un horror tan extremo y tan prolongado? ¿Cómo reparar lo que rompió el colonialismo europeo durante 400 años? La vicepresidenta, Francia Elena Márquez Mina, descendiente de personas a las que se les negó su humanidad y que un día pasaron por alguna de esas puertas del “continente madre” para no regresar nunca más, lleva tres años presidiendo la Comisión Intersectorial de Reparaciones Históricas y trabajando con distintas entidades del Estado en la Estrategia Colombia-África 2022-2026 desde una perspectiva de justicia étnica. Ambas iniciativas ponen el foco, desde el ámbito nacional e internacional, en la reconexión a través de las relaciones socioeconómicas y culturales. Con abrumadora lucidez explica a jefes de Estado, ministros y embajadores africanos que si los europeos abrieron las rutas para comerciar con sus ancestros y ancestras, si esos trayectos del dolor y la muerte por el Atlántico duraron cuatro siglos abiertos, se pueden volver a usar para reconectar con la vida a través del comercio de bienes y servicios.

Desde que inició su mandato, se propuso convertir las rutas de la esclavización y el colonialismo en rutas de la dignidad y la prosperidad para las naciones de ambos lados del Atlántico. A través de cuatro misiones a África, la vicepresidenta ha contribuido a fortalecer la presencia política y estratégica de nuestro país en ese continente. La importancia del relacionamiento diplomático multilateral en el que ha insistido, al día de hoy ha propiciado intercambios en agroindustria, salud, medio ambiente, educación, cultura, patrimonio, memoria, paz y deporte, entre otros sectores. En su cuarta visita, realizada a inicios de este diciembre, incluyó en la agenda reuniones con bancos, fondos de inversión y puertos africanos que, ojalá en un futuro próximo, contribuyan a seguir potenciando el comercio exterior y el acceso a créditos para nuestrxs empresarixs. Gracias a esta estrategia de reconexión, hoy Colombia cuenta con varios acuerdos suscritos que ya empiezan a mostrar avances.

Uno de los más relevantes ha sido la presencia diplomática, con la apertura de embajadas en Senegal y Etiopía que operan desde 2024. En enero de 2025 se presentaron las credenciales del embajador de Colombia ante la Unión Africana (UA), lo que asegura nuestra participación como Estado observador en este organismo multilateral que agrupa a los 55 Estados africanos. Colombia se posiciona así como un socio confiable que, además, ha venido trabajando en la exención de visados para varios países, con el fin de reforzar los lazos comerciales. La vicepresidenta ha insistido en que los 88 países de América Latina y África concentran el 45% de los Estados miembros de la ONU y del mundo, lo que les convierte en un bloque mayoritario con enorme peso político y estratégico en el sistema internacional. Y esto se puede analizar, además, en términos de las inmensas oportunidades de negocio que están aún por explorarse en diversos sectores.

Esta estrategia de reconexión ha ido avanzando en materia económica. Durante el primer cuatrimestre de 2025, las exportaciones colombianas de bienes no minero-energéticos hacia África alcanzaron US 92,7 millones, lo que representa un crecimiento del 131 % frente al mismo periodo de 2024, y refleja la apertura de nuevos mercados así como la diversificación del comercio exterior. Programas como Ella Exporta a África, liderado por el Fondo Mujer Libre y Productiva de la Vicepresidencia y reconocido por la Organización Mundial del Comercio (OMC) como “una de las iniciativas más innovadoras y de alto impacto con enfoque de género”, posibilitaron que 24 empresas lideradas por mujeres de diez departamentos de Colombia accedieran a distintos mercados en Sudáfrica, Nigeria, Ghana y Marruecos. En cuanto a los sectores de salud y agricultura, se viene trabajando en un futuro intercambio de experiencias con la Agencia Africana de Medicamentos y la ratificación de la cooperación con el sector caficultor de Etiopía, enfocado en la innovación, sostenibilidad y liderazgo de las mujeres rurales.

Referente a la conectividad aérea y logística, Colombia ya cuenta con 12 acuerdos de servicios aéreos vigentes con países africanos y, en el marco de esta estrategia, Ethiopian Airlines ahora opera tres vuelos semanales de carga entre Colombia y África, reduciendo los tiempos de transporte de mercancías a un solo día. En esta cuarta visita oficial se buscó, también, estimular la apertura de rutas aéreas para pasajeros entre distintos países del África y Colombia. La vicepresidenta explicó que “los colonizadores hicieron tan bien la tarea que seguimos creyendo que África y América están muy lejos, pero no es así. Cinco horas hay entre Dakar (Senegal) y Natal (Brasil). Otras cinco entre Natal y Bogotá. No es necesario pasar por Europa para llegar a África”. Hacerlo significa en la actualidad diez y once horas desde Bogotá hasta Madrid o París, con escalas muchas veces infinitas, y entre cinco y diez horas más para bajar al continente madre. Es decir, una travesía que podría durar doce horas en promedio se convierte en una peregrinación de casi dos días, y ello sigue beneficiando a las metrópolis europeas.

La dimensión cultural ha sido un eje transversal de esta estrategia promoviendo entre 2024 y 2025 los intercambios artísticos y audiovisuales con Sudáfrica, Senegal, Angola y Nigeria, así como la transferencia de conocimientos en restitución y repatriación de bienes culturales y patrimonio arqueológico con Egipto, Sudáfrica, Ghana, Kenia y Camerún. La cooperación académica con Sudáfrica, Angola, Argelia, Ghana, Etiopía y Marruecos se ha fortalecido a través de los programas “Expertos internacionales” y de las becas para “Enseñanza del español como lengua extranjera” de APC que, en sus doce años de existencia y reforzado con esta estrategia de reconexión, al día de hoy ha formado a más de tres mil personas. En esta cuarta visita, la vicepresidenta también se reunió con el Presidente de la Asociación de Universidades Africanas, conformada por más de 360 instituciones de educación superior de 46 países en ese continente, buscando ampliar para 2026 las posibilidades de intercambios académicos con universidades colombianas.

En el ámbito de la construcción de paz, la Estrategia Colombia-África 2022-2026 ha permitido reforzar el liderazgo internacional de nuestro país, compartiendo experiencias en desarme, justicia transicional, reparación a víctimas y desarrollo territorial en Nigeria, Camerún y la República Democrática del Congo. Por otro lado, durante la COP16 (Cali) más de treinta delegaciones africanas asistentes respaldaron la adopción de la Decisión 16/6 del Convenio de Diversidad Biológica, reconociendo a los pueblos afrodescendientes como custodios de la biodiversidad e integrándolos de manera explícita en la agenda global de sostenibilidad, cultura, memoria y patrimonio. “La juventud espera que pasemos del discurso a la acción. Reparación histórica implica seguir haciendo esfuerzos por seguir erradicando el racismo. Vamos a seguir trabajando por la restauración de nuestra dignidad”, dijo la vicepresidenta en el IX Congreso Panafricano en Lomé (Togo), uno de los tres países de África occidental visitados recientemente en los que, además, lideró reuniones con las máximas autoridades gubernamentales así como con los sectores financieros y portuarios con el fin de concretar una amplia participación en el Foro de Alto Nivel CELAC-Unión Africana, a realizarse en el primer trimestre del próximo año en nuestro país.

Así mismo, propuso a ministros de Cultura y de Relaciones Exteriores, embajadores y representantes ante la UNESCO avanzar en el diseño de una ruta de cruceros enfocada en el turismo cultural y patrimonial con el apoyo de MinCIT y Procolombia. La inexplicable ausencia de vínculos económicos entre Colombia y África ha implicado la dependencia de otras economías pero también ha impedido el reencuentro entre descendientes de las familias que cruzaron esas puertas de la vergüenza, sobrevivieron y cuyas generaciones reconstruyeron sus vidas en este lado del Atlántico. La creación de una Ruta de la memoria y la dignidad incluiría paradas en los principales castillos, fuertes y puertos negreros desde y hacia Cartagena. Esos trayectos se alinearían con la ruta de las personas esclavizadas, así como con los sitios de memoria y conciencia afro de la UNESCO, que son estrategias pedagógicas de reparación histórica para no olvidar, dignificar y resignificar el dolor, a través de las cuales se han demarcado los lugares del mundo que el colonialismo utilizó para el tránsito y la explotación de personas desde África hacia las Américas.

“Si la esclavitud fue un proyecto de deshumanización transnacional, la reparación debe ser, también, transnacional”, explica Amr Aljowaily, delegado de la Unión Africana. Por eso la Estrategia Colombia-África 2022-2026 no puede ser solo simbólica; es, también y sobre todo, estratégica. La vicepresidenta enfatiza en que el “continente madre” tiene la mayor potencia juvenil del mundo: cerca del 60% de su población es menor de 25 años, y para 2030 concentrará alrededor del 42% de la juventud mundial, con millones de jóvenes incorporándose cada año a la fuerza laboral, según datos de Naciones Unidas (UN DESA) y el Banco Africano de Desarrollo. Este bono demográfico representa una oportunidad económica sin precedentes, si se acompaña de inversión en educación, empleo y capacidades productivas, como señalan el World Economic Forum y el Population Reference Bureau. Por su parte, Colombia tiene grandes oportunidades estratégicas de comercio y cooperación Sur–Sur en sectores como agroindustria, alimentos, industrias culturales y creativas, educación y formación técnica, turismo y logística portuaria, de acuerdo con los análisis de la CEPAL y el Banco Mundial. Así pues, hay una complementariedad entre una África joven y en expansión, y una Colombia con capacidades productivas, culturales y comerciales destacadas en la región que se pueden potenciar mucho más.

Esta estrategia visionaria que la vicepresidenta deja al país está pensada para que continúe más allá de este Gobierno. El enfoque de reparación histórica es esencial porque los principios del panafricanismo, como la autodeterminación, la unidad y la cooperación entre iguales, siguen influyendo en la forma como África se relaciona con el mundo, especialmente desde una perspectiva de cooperación Sur-Sur y de solidaridad histórica. Podría decirse que esta Estrategia Colombia-África 2022-2026 busca que la necroeconomía del pasado sea reemplazada por una bioeconomía del presente que dignifique a los pueblos, y que más pronto que tarde convierta las “puertas del no retorno” en las del regreso al hogar de tantas personas que contribuyeron y siguen contribuyendo a la generación de riquezas materiales e inmateriales, y al consecuente desarrollo justo y sostenible de nuestras naciones.

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