El gusano barrenador se suma a las amenazas contra la danta de montaña en Colombia
Desde 2021, se han reportado nueve individuos afectados a lo largo del Parque Nacional Natural los Nevados. Investigadores calculan que, si no se toman acciones, la suma de presiones podría extinguirlos en cien años
El nombre científico de la danta de montaña, Tapirus pinchaque, se le puso en honor a los espíritus quechuas que se movían en lo alto de las cordilleras, por lo que también se les podría llamar tapir fantasma. “Es una alusión poéticamente terrible”, dice Hugo Mantilla Meluk, investigador de la Universidad del Quindío, pues esta danta, una de las tres especies que habita en Colombia, está clasificada como en peligro de extinción. La transformación de su hábitat natural, que los humanos convirtieron en potreros para ganado y agricultura, las acorralaron. Recientemente, además, a esto se sumaron registros de individuos atacados por el gusano barrenador, una plaga causada por la mosca Cochliomya hominivorax que deja sus larvas en las heridas abiertas de animales de sangre caliente y que se alimentan del tejido vivo causando miasis, una enfermedad parasitaria.
Aunque la danta de montaña – conocida como tapir en otras partes de América Latina -, también vive en lo alto de Ecuador y Perú, su mayor área de distribución está en los Andes centrales colombianos, donde había encontrado cierto refugio. Entre 2021 y 2024, sin embargo, la comunidad que vive en el Parque Nacional Natural los Nevados y en sus zonas de amortiguación en los departamentos de Risaralda y Quindío, pudo documentar nueve individuos con casos fatales de miasis, según señala un estudio publicado en la revista Cabi One Health.
No es un número ni un síntoma pequeño. Se estima que solo quedan alrededor de 2.500 dantas de montaña en estado salvaje, con densidades de población muy bajas. La presencia del gusano barrenador, además, es un indicador de cómo el cambio climático empieza a cambiar las lógicas de un ecosistema que evolucionó meticulosamente por cientos de años para que pudieran existir. El aumento de la temperatura ha permitido a parásitos y vectores escalar, llegando a puntos como los que habitan estas dantas, entre los 2.000 y los 4.500 metros sobre el nivel del mar, que antes no los atraían por ser muy fríos.
“El impacto de perder una sola danta de montaña es muy fuerte”, agrega Federico Mosquera Guerra, experto de la Universidad Nacional y uno de los autores del estudio junto a Mantilla. Además de que son pocas y de que su hogar se ha ido fragmentando, sus patrones de reproducción son lentos. Llegan a la madurez sexual solo a partir de los 14 y los 24 meses, el periodo de gestación es de un año y únicamente tienen una cría a la vez. Si se le añade la presión de que aún las cazan y, ahora, la del gusano barrenador, los científicos temen que el origen de su nombre se convierta en realidad y pasen a ser fantasmas.
A través de una serie de modelos que crearon y que alimentaron con imágenes satelitales del hábitat, variables climáticas, patrones de reproducción, caza y distribución de la especie, encontraron que la probabilidad de que la danta de montaña sobreviva en los próximos 100 años es casi nula si no se toman medidas de conservación drásticas. Con una perdida de 0,03% de su hábitat anual y la caza de cuatro individuos, por ejemplo, su “población no será viable durante los próximos 100 años”. Si se mantienen las condiciones actuales, también dicen, la danta de montaña podría extinguirse en aproximadamente 370 años con un “100% de probabilidad”.
“Es un ejemplo claro de cómo la conservación debe darse desde la aproximación de una sola salud o One Health”, comenta Mantilla, refiriéndose a un enfoque en el que se reconoce que la salud animal, humana y de los ecosistemas están interconectadas. Su evidencia más irrefutable fue la pandemia del covid-19, hace ya cinco años.
El gusano barrenador igualmente muestra esta interdependencia. A pesar de que se erradicó de Norteamérica hace 30 años y de Centroamérica hace 20 años, en 2023 se alertó cómo volvía a desplegarse desde Sudamérica, donde es endémico, a través de la ganadería. Primero fue en Panamá, país al que llegó aprovechando que el tapón del Darién se hizo más poroso debido a la migración, y más tarde se registró en Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. En México, se volvió a reportar en septiembre de 2024 y, durante 2025, los Gobiernos de Donald Trump y de Claudia Sheinbaum se han mantenido en otra de las muchas disputas políticas sobre si mantener las puertas abiertas para el ganado que transita en Norteamérica.
En este trayecto, las vacas no han sido las únicas damnificadas. Un artículo de la revista de divulgación de la Asociación Mexicana de Mastozoología señala que, desde julio de 2024, se identificaron cinco casos de tapir centroamericano con miasis en Costa Rica. La organización Wildlife Conservation Society (WCS) , por su parte, notificó sobre el caso de un puma (Puma concolor) probablemente infectado por este parásito en una cámara trampa de Guatemala. “El gusano barrenador afecta hasta 25 especies, incluido el humano”, recuerda Mosquera.
Lo más amargo es que “desde hace nueve años, cuando comenzaron a aumentar las temperaturas y a incrementar la precipitación, se predijo lo que ahora está ocurriendo”, agrega. “Porque dan mejores condiciones para que las moscas se puedan reproducir”. Junto a Manilla y los demás autores de la investigación, los biólogos y ecólogos no se quedan cortos en lo que creen que debe pasar. Proponen que los años entre 2025 y 2035 se declaren como la “década del tapir de montaña”, y así se dé prioridad a esta especie en las estrategias de conservación. La danta, además de ser el mamífero más grande que habita Los Andes, puede dispersar diariamente entre 10 y 15 kilogramos de semillas.