Jennifer Ávila, ganadora del Premio Gabo: “Ser populista y autoritario en nuestra región, lastimosamente, es muy exitoso”

La periodista hondureña denuncia que la presidenta de su país, Xiomara Castro, busca consolidar una “maquinaria propagandística” a través de los medios públicos

Jennifer Ávila, en el Festival Gabo en Bogotá, el 30 de junio del 2023.Diego Cuevas

Jennifer Ávila (El Progreso, Honduras, 33 años) no renuncia a que las cosas puedan ser distintas. Pese a que es crítica con la situación que se vive en Honduras, y con algunas formas de ejercer el periodismo en su país, no pierde la fe en su profesión. Su vocación se terminó de forjar al calor de la resistencia al golpe de Estado de 2009, que derrocó al entonces presidente de Honduras, el izquierdista Manuel Mel Zelaya. Desde entonces, ha dedicado su carrera a denunciar los abusos del Estado, la ...

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Jennifer Ávila (El Progreso, Honduras, 33 años) no renuncia a que las cosas puedan ser distintas. Pese a que es crítica con la situación que se vive en Honduras, y con algunas formas de ejercer el periodismo en su país, no pierde la fe en su profesión. Su vocación se terminó de forjar al calor de la resistencia al golpe de Estado de 2009, que derrocó al entonces presidente de Honduras, el izquierdista Manuel Mel Zelaya. Desde entonces, ha dedicado su carrera a denunciar los abusos del Estado, la corrupción y los vínculos con el narcotráfico.

Por su trabajo, en la noche del viernes recibió en Bogotá el reconocimiento a la excelencia del Premio Gabo 2023. Según el jurado, Ávila encarna “el coraje, la ética y la convicción de miles de jóvenes periodistas del continente”. Horas antes de recibir su premio, la periodista conversó con EL PAÍS en el Gimnasio Moderno, en la capital colombiana.

Un poco a contracorriente —como se llama el medio que co-fundó en 2017—, Ávila recuerda que no sintió la misma ilusión que miles de hondureños cuando en 2022 llegó al poder Xiomara Castro, esposa del presidente derrocado en 2009. Aunque defendió la democracia tras el golpe, nunca había simpatizado con Zelaya. Ahora, denuncia que la mandataria y su marido buscan consolidar una “maquinaria propagandística”.

La periodista hondureña ha enfrentado todo tipo de peligros, presiones y amenazas en sus trabajos en Radio Progreso —que denunciaba el golpe de Estado— y después en Contracorriente. Se ha mantenido firme, pese a ver con frecuencia que otros colegas tienen más reconocimiento y visibilidad en medios cooptados por el Estado. “Es necesario hacer periodismo independiente, porque no queremos vivir en países cerrados, en sociedades reprimidas”, dice.

Pregunta. Ha comentado en otras entrevistas que el golpe de Estado de 2009 fue determinante en sus inicios como periodista. ¿Por qué?

Respuesta. Me impactaron dos cosas. La primera fue que los militares cerraran Radio Progreso porque sus periodistas decían que había habido un golpe de Estado. Cuando la radio reabrió, recuerdo que la gente se reunía para proteger el portón... Comprendí la importancia de tener un medio que te estuviera contando lo que estaba pasando en un momento tan duro. La segunda cosa fue la foto que salió en el mayor periódico impreso, La Prensa, después del homicidio de un chico durante unas protestas. Le habían borrado la sangre, que era importante para demostrar que los militares disparaban balas de verdad. Me hizo entender el daño que pueden hacer los medios a la sociedad.

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P. ¿Cuál era su postura respecto al presidente derrocado, Manuel Mel Zelaya?

R. Yo estaba en contra del golpe, pero me molestaba que me dijeran que era melista. No es que él me cayera bien: propuso una consulta para reformar la Constitución y, en el fondo, tenía intenciones de perpetuarse en el poder. Pero ese no era el punto. Lo importante fue que nos negaron la posibilidad de participar en una consulta y de decir, al menos, que no queríamos la reelección del presidente. Además, la militarización nos regresó a una época de restricciones que no habíamos vivido, que solo habíamos leído en los libros de historia. Me indignaba que dijeran que el golpe era para preservar la democracia. Era absurdo.

P. Catorce años después, son impactantes las imágenes que la presidenta de Honduras difundió esta semana de presos amontonados y en ropa interior, muy similares a las que comparte Nayib Bukele en El Salvador. ¿Cómo se explica esto en un Gobierno que se presentaba como progresista?

R. El año pasado, nosotros dijimos que el Gobierno de Xiomara Castro estaba teniendo cercanía con Bukele en temas de seguridad, que recibía asesorías y que quería copiar el modelo. A la gente, lastimosamente, le gusta eso [el modelo de El Salvador]. Ser populista y autoritario en nuestra región, lastimosamente, es muy exitoso porque nuestras ciudadanías no entienden de democracia y derechos humanos. Pero las contradicciones le están pasando factura a la presidenta, que tiene una popularidad muy baja en relación a lo que ella esperaba. Las fotos son iguales, pero el efecto que producen no es el mismo: la gente en Honduras ve que cambias de opinión cada dos meses, que no hay certezas sobre lo que hay que hacer.

P. ¿No hay una contradicción en decir que el populismo es exitoso, pero que la gente le pasa factura a Castro?

R. Ella no empezó desde el inicio con esas narrativas, como Bukele, que metió los militares en el Congreso de entrada. Xiomara prometió que no iba a haber militarización y de pronto militariza. Vamos a ver qué tanto le sirve.

P. ¿Cómo es la situación de los medios con el regreso de los Zelaya al poder?

R. Mi tío era un periodista que trabajaba para el Gobierno de Manuel Zelaya. En ese entonces yo no sabía cómo funcionaba la propaganda, pero ahora entiendo lo que estaban tratando de hacer en aquel entonces con la maquinaria mediática. Cuando fue el golpe, Mel Zelaya ya empezaba a unificar la narrativa a través de los medios públicos. Ahora estamos volviendo a ese tiempo, están haciendo lo mismo: Mel tuvo un medio muy personalista que se llamaba Poder Ciudadano y ahora hay otro que se llama Poder Popular, para apoyar a Xiomara.

Jennifer Ávila, en Bogotá.Diego Cuevas

P. Usted es muy crítica con los periodistas que han sido complacientes con esa maquinaria propagandística del Estado. ¿Cómo se ejerce su profesión en este contexto?

R. La maquinaria mediática de los gobiernos ha hecho mucho daño a la democracia. Y decirlo te hace estar un poco solo, nadie del gremio te quiere. No quiero hablar desde la arrogancia, como si nunca hubiera cometido errores, pero los periodistas tenemos que ser conscientes del daño que podemos hacer. En la universidad, me molestaba mucho que dijeran que somos el cuarto poder, que nos hicieran creer que estamos por encima de toda la gente. Nos deberían haber dicho cómo usar ese privilegio al servicio de la sociedad.

P. En un artículo de opinión, también menciona que la ciudadanía está atrapada entre esa propaganda y un periodismo independiente que se “vuelve repetidor de malas noticias”. ¿Cómo se cuentan historias en Honduras sin que sean siempre tragedias?

R. Tenemos que contar las cosas malas, denunciar a los que ejercen el poder de manera dañina. Pero tenemos que aprender a no victimizar más a las personas. Eso puede generar incluso más terror e implica quitarle a la gente su capacidad de tomar sus propias decisiones. Existen también historias de resistencia, de gente que defiende sus territorios y que construye otros tipos de comunidades. Podemos resaltar eso, la resilencia y la sobrevivencia. Tal vez la gente te está contando su historia para darle más sentido a su lucha por la justicia, no para victimizarse.

P. ¿Qué errores cree que pudo haber cometido usted?

R. Cuando venía empezando, entrevisté a unos jóvenes en un barrio controlado por pandillas. Me contaron cosas muy delicadas, de señales que indicaban el control de pandillas, y yo no medí el daño que podía hacerle a estos jóvenes pese a que mantuve sus identidades bajo reserva. Dí ciertos detalles que eran relevantes y me pasé porque no profundicé tanto en el contexto en el barrio, quizá por la rapidez o por el desconocimiento de cómo funcionaban las pandillas. Eso me obligó a investigar más, a contextualizar más.

P. El acta del jurado del Premio Gabo dice que usted encarna “el coraje, la ética y la convicción de miles de jóvenes periodistas del continente”. ¿Qué siente sobre eso?

R. Nos ha hecho mucho daño la represión y hay que romper el silencio, entender lo que nos pasa para poder cambiar la realidad. Por eso es necesario hacer este periodismo, porque no queremos vivir en estos países cerrados, en sociedades reprimidas. Somos necesarios como educadores también de esta sociedad: no solo hablamos de lo malo, sino también de democracia, de cómo funciona el sistema de justicia. Damos herramientas a la gente para que se forme en cultura democrática y ciudadana. Somos necesarios.

P. ¿Internet ha fortalecido al periodismo independiente?

R. Las bases del periodismo son las mismas en cualquier plataforma: la rigurosidad, la ética, las promesas editoriales. Lo que es lindo en Internet es que puedes usar muchos formatos, desde imágenes hasta audio y texto. Pero no es gratis, como muchos creen. Internet no es nuestro, nos tenemos que ir adaptando a los algoritmos de redes sociales que a veces nos apartan. Nos toca luchar contra eso con creatividad.

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