Petro, el bombero

El presidente comenzó la semana apagando un incendio ministerial, pero la cierra con llamaradas que lo acorralan y le restan capacidad extintora

Petro durante el evento de presentación de la reforma de salud, el 13 de febrero en la Casa de Nariño.Sebastian Barros (Getty Images)

La imagen de las casas o casetas en llamas, en aquel lejano campo petrolero de San Vicente del Caguán, parecieran condensar la semana que ha tenido que vivir el país y más aún el presidente Petro.

Durante los cinco largos días que han discurrido desde el lunes, al presidente le ha tocado convertirse en un apaga incendios que pareciera estar muy lejos de aquel jefe de Estado que hace apenas unos días recibía aplausos y vítores...

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La imagen de las casas o casetas en llamas, en aquel lejano campo petrolero de San Vicente del Caguán, parecieran condensar la semana que ha tenido que vivir el país y más aún el presidente Petro.

Durante los cinco largos días que han discurrido desde el lunes, al presidente le ha tocado convertirse en un apaga incendios que pareciera estar muy lejos de aquel jefe de Estado que hace apenas unos días recibía aplausos y vítores en el balcón de la Casa de Nariño. Lo grave es que ya no es la oposición quien enciende la mecha, sino que al interior mismo del entorno presidencial parece conjugarse todo para prenderle candela al rancho convirtiendo en tizones la gobernabilidad del mandatario.

La crisis en el Caquetá, que ayer dejó dos muertos y policías secuestrados, no es algo nuevo. El llamado de la comunidad campesina para que el Gobierno concrete unos compromisos viales en esa remota zona del país viene desde noviembre del año pasado. Sin embargo, la muy lenta reacción por parte de los delegados del Ministerio del Interior para resolver ese asunto fue el detonante para que iniciaran los enfrentamientos, los incendios y las agresiones. ¿Por qué desde el ministerio que dirige quien además es vocero oficial del Gobierno se menospreció ese bloqueo que se venía prolongando desde enero? Tal vez, de haberse atendido a tiempo esos pedidos, hoy no estaríamos hablando de una posible injerencia de las disidencias de Farc en esos hechos violentos y tampoco se estaría dudando de la voluntad de paz total por parte de dicho grupo delincuencial.

El incendio de la aerolínea Viva Air estaba cantado desde hace varias semanas al ministro de Transporte. Chantaje o no, al menos desde hace quince días al ministerio había llegado un documento que mostraba la crítica situación económica de la empresa que permitía augurar el cese de operaciones. Sin embargo, en vez de una reacción rápida, se siguió como si nada ocurriese hasta que los aviones quedaron en tierra y los pasajeros varados. ¿Por qué no se anticipó la parálisis? ¿Por qué no se evitó el daño a decenas de miles de viajeros?

¿Falló la secretaría jurídica de Casa de Nariño al no publicar con suficiente antelación el proyecto de decreto con el que el presidente asume el control regulatorio de los servicios públicos? Si fue así, el error casero ahora deja en veremos la intervención que deseaba hacer Petro tras la suspensión preventiva decretada ayer por el Consejo de Estado.

Y falta lo más doloroso, pues no alcanza uno a imaginar como debe quedar el alma del bombero cuando el pirómano está en la familia y este puede ser un hermano o un hijo.

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El bombero Petro comenzó la semana apagando un incendio ministerial, pero la cierra con llamaradas que lo acorralan y le restan capacidad extintora. Tanto así que al menos para apagar el incendio familiar le toca acudir al Fiscal, quien no se ha caracterizado por ayudarle en su misión, pero que ahora deberá ser su mejor aliado para contener las llamas.

Mientras tanto, el bombero debe ver qué pasa con su equipo porque parece no ayudar a evitar las muy colombianas llamaradas que convierten en cenizas hasta las mejores intenciones.

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