Verde olivo
¿Qué será del discurso mañanero si los propios verde olivos deciden dar un golpe en la mesa y poner en orden ciertas esquizofrenias, enredos y corruptelas con el brillo de sus bayonetas?
Suelen tener las calaveras llenas de plomo, según escribió y confirmó con su sangre el poeta García Lorca. Llevan el uniforme verde olivo como follaje opaco, galones dorados y símbolos de trasnochada masculinidad; botas lustrosas de charol y anchos listones con diversas estrellas… y esa fila de medallas, medallitas y medallones cuya tapicería puede alargarse del pectoral a la ingle (digan si no en Corea del Norte) y en un sigiloso tramo de la historia reciente de México son nada más y nada menos que militares en confusa sustitución de civiles: Militares Ingenieros-Arquitectos Civiles en la ...
Suelen tener las calaveras llenas de plomo, según escribió y confirmó con su sangre el poeta García Lorca. Llevan el uniforme verde olivo como follaje opaco, galones dorados y símbolos de trasnochada masculinidad; botas lustrosas de charol y anchos listones con diversas estrellas… y esa fila de medallas, medallitas y medallones cuya tapicería puede alargarse del pectoral a la ingle (digan si no en Corea del Norte) y en un sigiloso tramo de la historia reciente de México son nada más y nada menos que militares en confusa sustitución de civiles: Militares Ingenieros-Arquitectos Civiles en la construcción y administración de un inmenso aeropuerto fantasma; Militares Ingenieros-Ferroviarios Civiles en el absurdo trazo circular del fantasmal Tren Maya (cuya línea sólo es comparable a las vías circulares de los parques temáticos como Disneylandia); Militares enfundados como Policías o bien, sinónimo de Guardia Civil, pero sin dejar de ser militares y militares en aduanas y en tarimas y en escritorios del alto poder en un hipnótico sortilegio donde no pocos fanáticos incluso niegan o reniegan la palabra militarización, cuando no pocos ciudadanos advierten que los uniformados de color verde olivo han adquirido un protagonismo político, concesión de proyectos, dádivas y dividendos que hasta parece borrar todos los demás colores de las fotografías oficiales, los desfiles conmemorativos y los noticieros de todos los horarios con tonalidades en blanco y negro o bien sepia que parecían ya cosa del pasado.
Luego, está el discurso. Allá donde un general avisa enemistad contra críticos a su potencial, donde argumenta que los del verde olivo sólo anteponen los gloriosos intereses nacionales por encima de caprichos personales (antes conocidos como opinión o libre albedrío) y posturas traidoras o extranjerizantes (antes conocidas como libertad de expresión o advertencia ante la quemazón). Es decir, se fortalece la nefanda imagen de otra falsa esperanza en medio de un marasmo delirante donde parecería confundirse la incapacidad con la institucionalización (fenómeno recurrente en la historia de México). Es decir, no decir públicamente que no hay solución civil al infierno del crimen organizado, el imperio del narcotráfico (… y así sucesivamente) sin el auxilio de quienes visten de verde olivo.
Cromáticamente, no pocas generaciones sabían por instinto que la milagrosa yerba verde que provoca risitas se podía conseguir fácilmente en los cuarteles de verde olivo, allí donde desde conscriptos mariguaneaban el humo no sólo para calmar la libido entre la tropa sino para sobrellevar con somnolencia los horarios infames de sus constantes ejercicios. Hace más de un siglo, la cucaracha de la canción popular ya no podía caminar porque le dolía y porque le faltaba la mariguana que fumar, que dicho sea entre líneas salía de los fértiles campos y se mercaba en cuarteles. Cien años después, el jugoso mercado de la mota allende la frontera norte se ha visto notablemente mermado por su legalización, cultivo masivo y milenial transformación en varios estados de la Unión Americana. Ya sin la quincenal o semanal aparición en televisión, radio y papel periódico en monumentales piras donde quemaban la hierba mala para honra de la Patria, o bien ya sin los montajes donde se quemaba pasto como si fuera mota ante las cámaras, provocando humaredas (que de ser cierta la yerba) pondrían a todos los presentes –altos mando incluidos—por las nubes… ya sin esas danzas, es probable que los de verde olivo busquen ahora consolidarse en otros simulacros, otros discursos, otras batallas.
Llama la atención que el confuso credo de la supuesta transformación que vive ahora México combina el fervor por canciones de Silvio y el justificado oprobio contra los milicos del golpe militar en Chile hace casi medio siglo, cuando el yo pisaré las calles nuevamente de Pablito se atora en el cogote si lo intentasen cantar en casa de cualquier generalote. Llama la atención que esa aureola de cristiano renacido intente predicar lo de la otra mejilla, la paz con vosotros y la fe-esperanza-caridad en un clima verde olivo donde se memorizan consignas bélicas, se pulen bayonetas y se oculta todo como secreto de trincheras y llama también la atención que hace poco muy poco tiempo el mundo entero presenció en tiempo real la vergonzosa desventaja de los batallones de verde olivo ante el oleaje-marabunta de sicarios mucho mejor armados rodeando una ciudad entera para liberar al hijo del capo, al capito que incluso bajo supuesto arresto tenía acceso a su teléfono móvil… para mantener impoluta su camisa blanca en medio de tanto verde olivo.
Se supone que sumábamos cada cinco años nuevas rondas de generaciones que en voz alta o de manera velada alucinábamos con ira destilada a los milicos del verde olivo en la llovida plaza de Tlatelolco, amanecer rojo de sangre y se supone que ahora se confirma el misterioso y nefando papel verde olivo con el que se ejecutó la verdad histórica, desolladero colectivo de 43 estudiantes en tierra tropical de verdes encendidos, nada opacos: verde limón o verde bandera.
Se supone que desde hace décadas la sociedad civil había digerido en la saliva el heroísmo militar en tareas de rescate y salvamento, desastres naturales, terremotos, huracanes, tifones e inundaciones o bien, la coreografía conmovedora y anual del gran desfile por aire, tierra y evocaciones marinas por el mero Zócalo de la Ciudad de México, ya de cadetes de elegante color negro como de juguetería o bien disfrazados de zacapoaxtlas, charros bigotudos o indígenas con taparrabos por aquello de la recreación del pretérito… pero la militarización desvelada que ronda ahora sobre el mapa de México parece obnubilarnos, distraer y confundir por lo menos una mínima concentración de dudas: ¿Qué será del discurso mañanero si los propios verde olivos deciden dar un golpe en la mesa y poner en orden ciertas esquizofrenias, enredos y corruptelas con el brillo de sus bayonetas? ¿Quién asegura que la policía militar conceda en silencio un robo de bases (por aquello de la pasión beisbolera)? O bien, ¿quién olvida que fueron de verde olivo los censores de bibliotecas de estudiantes en huelga, improvisándose como batallón de peluqueros ante cualquier melenudo o barbón? ¿Quién olvida las sombras de verde olivo lanzando culatazos a una fila multicolor de mujeres indígenas?
Quien somete o desestima la opinión o voluntad personal y particular de cada uno de los mexicanos, cada ciudadano en posición de firmes ante el supuesto supremo verde olivo, arriesga el concierto civil ante el posible despertar de un ogro incivil, mecanizado en marchar a diario, obedecer clarines y órdenes a gritos, engrasar rifles, enfilar cañones y dormir en camillas o tiendas de campaña de color verde olivo… nada más alejado del arco iris de nuestro tiempo, el morado oleaje de millones de mujeres y el negro luto de millones de familiares de desaparecidos o deudos de millones de muertos.
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