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El centro y la izquierda rompen en Chile por primera vez en tres décadas

La Democracia Cristiana apuesta por una candidata propia para la primera vuelta de las presidenciales de noviembre

Rocío Montes
La senadora Carolina Goic tras ser elegida por DC.
La senadora Carolina Goic tras ser elegida por DC.EFE

Las placas fundacionales del oficialismo chileno han sufrido un movimiento estructural. La Democracia Cristiana (DC) ha decidido llegar con su propia candidata a la primera vuelta de noviembre, con lo que el centroizquierda, por primera vez en 30 años, llegará dividido a unas presidenciales. El bloque Nueva Mayoría, que agrupa desde los democristianos a los comunistas, entra con esta decisión en su fase terminal. 

El entendimiento entre el centro y la izquierda de Chile, que hizo posible derrocar en las urnas a Augusto Pinochet en 1988 y a gobernar las primeras dos décadas de la democracia (1990-2010), comienza a extinguirse en un escenario marcado por la desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos políticos y dirigentes. “En términos prácticos, hoy la Nueva Mayoría se acaba”, señaló Ernesto Velasco, presidente del Partido Radical, uno de los que componen el oficialismo en Chile. 

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La Junta Nacional de la DC resolvió el sábado por un 63% de los votos que su candidata, la senadora Carolina Goic, no se mida en primarias con el senador independiente Alejandro Guillier, respaldado hasta ahora por el Partido Radical y los socialistas. La candidata apenas marca un 2% de las preferencias, de acuerdo a encuestas recientes, pero para el partido se trataría de un asunto de supervivencia. Aunque se sospecha que los democristianos utilizarían a Goic como moneda de cambio en la negociación de cupos al Parlamento que finaliza en agosto próximo, por lo que bajaría su candidatura en esa fecha, en esta ocasión parece tratarse de un asunto distinto. La decisión de llegar con candidata propia a las presidenciales de noviembre tiene relación con la necesidad de la DC de retomar su identidad como un partido de centro y moderado que interpreta a los sectores medios de la sociedad. 

Los democristianos y socialistas se encontraban en aceras distintas en el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende: la DC en la oposición, contribuyendo al Golpe de Estado, y el PS en el oficialismo. En los últimos años de la dictadura, sin embargo, pese a sus diferencias sellaron una alianza que permitió el nacimiento de la Concertación y los primeros cuatro gobiernos de la transición. La Democracia Cristiana y los socialistas conformaron en aquellos años el eje histórico que permitió la estabilidad de esa coalición, que de acuerdo a algunos sectores es la de mayor éxito que ha tenido Chile hasta la fecha. 

Pérdida de influencia 

Con el paso de los años, sin embargo, la opinión pública ha dejado de identificarse significativamente con la DC, que a comienzos de los años 90 era el principal partido del país. Desde 1990 hasta hoy, fue decreciendo sostenidamente. Si en las municipales de 1992 cosechó casi 1,9 millones de votos, en las de 2016 obtuvo 580.000. 

De acuerdo a algunos sectores democristianos, la situación se volvió especialmente difícil desde 2013. Michelle Bachelet regresaba a Chile a emprender su segunda candidatura a La Moneda y el centroizquierda, consciente del desprestigio del bloque y de las nuevas demandas ciudadanas, decidió matar la marca Concertación y fundar la Nueva Mayoría. Como la coalición venía perdiendo votos tanto por el centro como por la izquierda, sumaron al Partido Comunista, que no había sido parte del oficialismo desde el Gobierno de Allende. Pero en esta segunda Administración de Bachelet, que arrancó en marzo de 2014, la convivencia entre los democristianos y comunistas ha sido compleja. Tanto el bloque como el Ejecutivo, por otra parte, han conducido por momentos la agenda de reformas con una velocidad y profundidad mayor a la defendida por un partido moderado como la DC. 

Con la decisión del pasado sábado, en definitiva, el partido busca que el centro político vuelva a sentirse identificado con la DC, aunque el riesgo sea importante. Con el 2% de apoyo, si Goic llega finalmente a primera vuelta podría salir cuarta después del candidato de derecha Sebastián Piñera, Guillier y la presidenciable del bloque de izquierda Frente Amplio, Beatriz Sánchez. Pero los militantes parecen estar dispuestos a llegar hasta el final, sobre todo luego de que el expresidente Ricardo Lagos anunciara el 10 de abril que se retiraba de la competencia, dejando huérfano a parte del electorado de centro. “Prefiero perder una elección, prefiero tener un partido pequeño, pero sano, ético y moralmente un ejemplo para el país, a tener un partido grande corrupto y lleno de ambiciones personales”, indicó hace unos días Renán Fuentealba, uno de los fundadores del partido, a sus 100 años. 

Con la candidata democristiana en la primera vuelta compitiendo con el senador Guillier, comienza ahora un periodo de negociaciones para comprometer apoyos cruzados con miras a una segunda vuelta. Pero hasta ahora, el favorito para llegar a La Moneda en marzo de 2018 sigue siendo el expresidente Piñera. De triunfar en noviembre, parece improbable que la Nueva Mayoría logre reconstituirse desde la oposición.

El Gobierno no se involucra

A menos de siete meses de las elecciones del 19 de noviembre y a menos de 11 de que Bachelet deje La Moneda, el Gobierno no ha jugado un papel de liderazgo en los conflictos que ha tenido la Nueva Mayoría ni en contribuir a la sucesión, aunque Bachelet señaló hace unos días: “No hay progreso sin una sólida alianza entre el centro y la izquierda”.

Con un 25% de respaldo, el Ejecutivo se ha transformado en un salvavidas de plomo para los candidatos del sector, como ha sugerido el senador Guillier. “Los Gobiernos no hacen ganar elecciones, pero las pueden hacer perder”, indicó a EL PAÍS el parlamentario por la región de Antofagasta, que de acuerdo con la encuesta CADEM tiene un 17% de respaldo.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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