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Más deportaciones, pero muy lejos de “la mayor de la historia”: nueve meses de cruzada migratoria de Trump en gráficos

La Administración republicana ha expulsado a casi 170.000 personas en 2025, una cifra muy lejana incluso de su objetivo más modesto de un millón en el primer año

Migrantes ingresando a un avión para un vuelo de deportación

Donald Trump regresó triunfante el 20 de enero de 2025 al Despacho Oval con la misión de inaugurar una “nueva época dorada” para Estados Unidos. Y la transformación de la inmigración siempre fue un componente central de esa gran visión que empezó con una avalancha de decretos firmados aquel primer día. La promesa era llevar a cabo la “mayor deportación de la historia” y expulsar a todos los inmigrantes sin papeles que hay en el país. Un objetivo difuso tanto por el hecho de que no se sabe a ciencia cierta cuántos migrantes indocumentados hay y porque tampoco existen registros de todas las deportaciones de la historia.

La horquilla inicial oscilaba entre las 11 millones de personas —el número oficial de indocumentados— hasta unos 20 millones —la cifra más alta de la que habló Trump en campaña—. Pero con el paso de los meses de esta segunda presidencia del republicano, la realidad ha ido erosionando los objetivos y la meta, más modesta pero igualmente enorme, ha quedado, de acuerdo a diversos reportes, en la cerrada cifra de un millón de personas.

Para lograr expulsar a tantas personas del país, la maquinaria del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) no solo debe estar aceitada, sino que se debe ampliar en cada una de las etapas que componen el esfuerzo de deportación: los arrestos, las detenciones en centros y prisiones migratorias y los vuelos de repatriación o a terceros países. El nuevo presupuesto que ha recibido el ICE dentro de la megaley fiscal, aprobada en julio, permitirá una expansión sin precedentes, que tiene como objetivo volver alcanzables metas más cercanas a las primeras estimaciones.

Por ahora, sin embargo, el aumento en las actividades del ICE, si bien ha sido grande y ha instalado firmemente un clima de miedo entre las comunidades migrantes en todo el país, no ha llegado a los niveles que la Administración se ha marcado a sí misma, según reportes y las mismas cifras publicadas por la agencia.

Al principio del mandato, se habló de lograr 1.000 detenciones diarias, un aumento importante del promedio de alrededor de 300 que había al final de la presidencia de Joe Biden. En mayo, tras una reunión en la que el subjefe de gabinete y asesor de seguridad nacional, Stephen Miller, arremetió contra los encargados en migración por los bajos números de detenciones y deportaciones, las cifras subieron súbitamente mientras circulaba información de que la nueva meta eran 3.000 arrestos por día. Aunque se pasó de unos 18.000 arrestos del ICE en abril a 23.000 en mayo y 31.500 en junio, nunca se ha logrado llegar a la cifra de 3.000 diarios y a lo largo del verano las detenciones se han estabilizado de nuevo en torno a los 30.000.

Pero además del crecimiento del número de arrestos, otra tendencia en esta primera etapa del proceso de deportación ilustra la transformación de la maquinaria migratoria bajo Trump. Si antes la inmensa mayoría de los arrestos de migrantes los hacía la Patrulla Fronteriza en o cerca de la frontera con México, deteniendo personas que acababan de cruzar el río o el desierto, ahora es el ICE quien está llevando a cabo prácticamente todas las detenciones de migrantes. La razón es doble: por un lado, la retórica y el fortalecimiento de la vigilancia militar en la frontera casi ha congelado del todo los cruces ilegales, por lo que no hay a quien arrestar en la frontera; y por otro, el ICE está realizando redadas masivas y, en especial, arrestando a personas cuando se presentan a sus citas en las cortes migratorias del país.

En el siguiente paso hacia la deportación final, la detención migratoria, el panorama ha cambiado enormemente en los últimos nueve meses. En primer lugar, la población en custodia del ICE ha crecido casi 50%, de cerca de 40.000 personas en enero hasta unos 60.000 en septiembre. Esto se ha dado naturalmente como una continuación de los aumentos en los arrestos, lo cual se puede notar especialmente en las cifras de detenidos sin antecedentes penales, que subieron bruscamente tras la reunión de Miller de mayo.

Teniendo en cuenta que los centros de detención del ICE ya estaban a máxima capacidad cuando llegó Trump de nuevo al poder, para soportar este aumento en la población detenida, que algunos expertos consideran que podría ser incluso mayor en realidad, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y el ICE han recurrido a todas las soluciones que han podido. Se han reabierto centros de detención que estaban cerrados, se han construido otros en tiempo récord —como Alligator Alcatraz o Camp East Montana en El Paso, entre otros— y se están reteniendo personas en salas de espera y en más cárceles convencionales. Al mismo tiempo, las denuncias de abusos permanentes y condiciones deplorables, además de hacinamiento, se han vuelto tan recurrentes que ya no parecen escandalizar a nadie.

En última instancia, todos los esfuerzos están dirigidos a lograr expulsar del país la mayor cantidad posible de migrantes indocumentados. A la fecha de la toma de posesión de Trump, se deportaban alrededor de 13.000 personas mensuales en Estados Unidos; ahora, la cifra roza los 30.000, tras nueve meses en aumento sostenido. En total, de acuerdo a los datos oficiales del ICE, se han deportado 168.841 entre enero y agosto. Todavía muy lejos de ser “la mayor deportación de la historia”, incluso del supuesto objetivo más realista de un millón en 2025.

Aunque la Administración Trump ha hablado de cifras más grandes, sin presentar pruebas, sus datos incluyen a todas las personas que han abandonado el país de manera voluntaria en respuesta al clima migratorio instaurado por el presidente, entre las que se encuentran personas con permisos de residencia. De todas maneras, el número total de deportaciones, regulares o “autodeportaciones”, como ha decidido el Gobierno llamarlas, sigue estando lejos de ser “la mayor de la historia”.

Entre las deportaciones de las que se tiene registro, la Operation Wetback —como se nombró a la expulsión masiva a cargo del Gobierno de Dwight Eisenhower de trabajadores mexicanos que habían llegado a Estados Unidos en la década de los 30 y durante la Segunda Guerra Mundial—, sigue estando muy por delante, con dos millones de deportados estimados, de los que la mitad eran ciudadanos estadounidenses. Y durante los dos mandatos del expresidente Barack Obama se deportaron tres millones de personas, por lo cual el demócrata sigue siendo el “deportador en jefe”. Sin embargo, con todavía más de tres años de mandato por delante y una nueva financiación inédita para el ICE, que supera la de otras agencias como el FBI o la DEA, Trump aún está a tiempo de cumplir su promesa.

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