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Columna

El silencio de Mar Flores, el gran negocio de ellos

La que escribe ha visto en el feminismo el mejor de los refugios posibles, aprende a base de errores, hace lo que puede y solo puede decir disculpas

El silencio de las mujeres es un negocio fabuloso para los hombres. Mientras algunas han callado, por pereza, por protegerse o simplemente porque sí, ellos han seguido hablando. Consolidando esa enorme estupidez de que quien calla otorga. Los más listos, a veces los de menos escrúpulos, lo han convertido en dinero.

Fíjense si no en lo que ocurrió el 3 de septiembre, cuando la portada de la revista Lecturas publicó las fotografías de Mar Flores, “muy cariñosa...

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El silencio de las mujeres es un negocio fabuloso para los hombres. Mientras algunas han callado, por pereza, por protegerse o simplemente porque sí, ellos han seguido hablando. Consolidando esa enorme estupidez de que quien calla otorga. Los más listos, a veces los de menos escrúpulos, lo han convertido en dinero.

Fíjense si no en lo que ocurrió el 3 de septiembre, cuando la portada de la revista Lecturas publicó las fotografías de Mar Flores, “muy cariñosa con su nuevo amigo”. En los programas se comentó el asunto y se aprovechó para hacer un poco lo de siempre, si la protagonista está o no cañón, si “está muy bien para la edad que tiene” (socorro) y fue un señor, de nombre Alessandro y de apellido Lecquio, quien consideró oportuno recurrir al sarcasmo al asegurar que la modelo nunca encuentra pareja en la cola del SEPE. Un abrazo, caro.

Justo una semana después, Mar Flores Caballero ha publicado sus memorias, tituladas Mar en calma. Ha estado 20 años callada y durante todo ese tiempo el relato fue el mismo y también fue el mío. Vaya arpía interesada, rompefamilias de primera, entre visones y joyones y aviones privados.

Pero en esas dos décadas han pasado cosas. Ella ha estado en terapia y vestida con una coraza de titanio para aguantar los golpes, respondiendo a los reporteros buenos días, quizá algunas gracias y siempre un “sabéis que no voy a decir nada”. La que escribe, mientras tanto, ha visto en el feminismo el mejor de los refugios posibles, aprende a base de errores, hace lo que puede y solo puede decir disculpas.

Pero las palabras de Mar han despertado a las bestias. Ha inquietado a los que han ganado buena lana gracias a esa vecina nacida y criada en el madrileño barrio de Usera. Comerciando con fotos robadas y vendidas de su intimidad, trabajando para ella, hablando de ella, viviendo de ella. De uno de ellos, su primer marido, dice que la maltrató física y psicológicamente. De todos, muchos de nosotros incluidos, dice que perdona, pero que no olvida.

Enseguida, esos señores hipertensos se han puesto a invalidar su relato, a decir que son fabulaciones suyas, que no es tan fiero el cuento como lo pintan. No saben, a estas alturas, que ninguna víctima es perfecta. Que hablan cuando toca, y callan cuando lo necesitan. “Os habéis puesto todos nerviosísimos de repente”, le dijo María Patiño a Kiko Matamoros en No somos nadie. Siete palabras que dicen casi todo.

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