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‘Perni’ o la complicaciones sentimentales

Esta serie noruega no es un ‘nordic noir’; cuenta las tribulaciones de una madre separada con dos hijos y un sobrino a su cargo, y un padre que descubre su homosexualidad

Lo primero que sorprende tras contemplar un par de temporadas de Perni es comprobar que en Noruega se pueden realizar series sin asesinatos ni detectives que detengan a los responsables. Habituados como estábamos a las nordic noir, asistir a las tribulaciones de una mad...

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Lo primero que sorprende tras contemplar un par de temporadas de Perni es comprobar que en Noruega se pueden realizar series sin asesinatos ni detectives que detengan a los responsables. Habituados como estábamos a las nordic noir, asistir a las tribulaciones de una madre separada con dos hijos y un sobrino a su cargo, con un padre que en el último tramo de su vida descubre su homosexualidad, la descubre o simplemente la reconoce y disfruta, no deja de ser inhabitual.

Henriette Steenstrup da vida a Perni, la tranquila y abnegada trabajadora social en el servicio de protección a la infancia que, además, debe educar y soportar a tres adolescentes para los que la vida y el mirarse con constancia el ombligo resultan ser lo mismo. La sufrida Henriette no pierde la calma y trata de arreglar las complicaciones familiares ajenas y propias, incluso atisba un cierto enamoramiento tardío tras ser abandonada “por un cretino que se ha marchado a Copenhague”, como se apunta en algún comentario, y todo ello narrado con un tono íntimo y minimalista, sin grandes alharacas, un estilo que puede recordar al “realismo sucio” de los Carver, Ford, Wolff o Fante, en el que la sobriedad y la concisión son las reinas de la casa.

Baste decir que el lugar más placentero para nuestra sacrificada trabajadora social es el interior de su coche resguardado en su garaje. Cuando el entorno es complejo y cansino, lo mejor son los asientos de un Volvo y echar el cierre. Visto lo visto en Netflix y comprobado cómo los humanos nos complicamos la vida con las cuestiones del bajo vientre se comienza a añorar las series nórdicas de asesinatos y detectives resolutivos en las que puede haber más crueldad y sangre pero, también, menos torpeza y confusión.

Claro que si la alternativa a asistir a las tribulaciones de Perni, o una de ellas, es contemplar los telediarios de cualquier cadena o a los razonamientos de los tertulianos de cualquier mesa redonda sobre las grabaciones que un presunto delincuente realizó a otros presuntos delincuentes, y que algunos presuntos intachables se arrojan unos a otros con vigor y rabia para disfrute del resto de los intachables, lo que se añora es poder encerrarlos a todos ellos en un autobús y dejarlos abandonados en cualquier páramo lo suficientemente alejado para no oírlos hasta que recuperen el sentido común y la dignidad, Díaz Ayuso incluida.

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