Batalla entre ‘Aquí no hay quien viva’ y ‘La que se avecina’: ¿cuál de las dos series es mejor?
Es uno de los temas de conversación recurrentes en las redes. Enfrentamos los argumentos que sostienen las dos posturas
Son dos de las comedias más vistas en la historia de la televisión española. Aquí no hay quien viva se emitió originalmente entre 2003 y 2006 en Antena 3, aunque gracias a las reposiciones, las plataformas y las redes permanece en la memoria de los espectadores. Sus 91 episodios fueron vistos, de media, por más de seis millones de espectadores, cifra inalcanzable en la televisión actual. La que se avecina lleva activa desde 2007 y estrenará en los próximos meses su 15ª temporada (como mandan los nuevos tiempos, lo hará primero en Amazon Prime Video y después en Telecinco). Con temporadas por encima de los cuatro millones de espectadores, en total ronda una media de 2,7 millones de fieles, un gran dato para los tiempos que corren. El enfrentamiento entre las dos series comandadas por los hermanos Alberto y Laura Caballero resurge cada poco tiempo y es uno de los temas de conversación recurrente en las redes. Dos periodistas especializados en televisión esgrimen argumentos a favor de ambas contendientes en esta lucha entre hermanas.
Aquí no hay quien viva
Por Javier P. Martín (autor del libro Aquí no hay quien viva: Detrás de las cámaras: la delirante historia de esta nuestra comunidad, Plaza & Janés)
Aquí no hay quien viva es un milagro televisivo, no solo porque se hizo en las peores condiciones posibles, sino precisamente porque a pesar de ellas salió una de las series más vistas, y que mejor envejecen, de nuestra televisión. O, en realidad, gracias a aquellas condiciones: la simbiosis perfecta entre reparto y guion se dio, en parte, gracias a que trabajaron a contrarreloj y de forma muy intensa.
Puede que sea injusto por mi parte juzgar La que se avecina, una serie de la que creo que no he visto ningún capítulo completo. Pero, al fin y al cabo, los Caballero son unos maestros de la viñeta, aunque audiovisual, y es fácil sustraer el espíritu de sus comedias a partir de escenas sueltas. Y los espíritus, sea lo que sea eso, de Aquí no hay quien viva y su sucesora son, esto es innegable, muy distintos el uno del otro: las dos trazan sendas caricaturas de la España de sus respectivos momentos, pero la de Aquí no hay quien viva es más benévola, siente compasión por esos pobres desgraciados que habitan el 21 de la calle Desengaño; La que se avecina se lanza de cabeza a la piscina del histrionismo, exagera lo grotesco, convierte a sus personajes en reflejos deformes y excesivos con los que me resulta imposible empatizar.
Después, trabajando en mejores condiciones, La que se avecina perdió gran parte de esa magia. O quizá el problema esté en mí, y en mi desconexión de la España real en la que vivimos hoy. Suelo decir que una de las observaciones más inteligentes plasmadas en mi libro me la dio la Ordaz, que, como sabemos, está harta de que le preguntemos por Aquí no hay quien viva, pero aún más por la otra serie. Ella me dijo que quizá el retrato de La que se avecina era más fidedigno de lo que nos gustaría pensar, una sitcom que ha evolucionado a lo largo de los años al mismo paso que nuestro país: cada vez más enfadado, más polarizado, más gritón y menos empático y compasivo.
La que se avecina
Por Natalia Marcos
No era tarea nada fácil. La idea era mudarse a la competencia, de Antena 3 a Telecinco, manteniendo los cimientos pero construyendo un edificio nuevo. Que no fuese lo mismo pero lo pareciera. Es fácil imaginar el pánico del equipo de la serie cuando se acometió el cambio. Hubo cosas que se perdieron en el traslado, pero otras llegaron nuevas y, en contra de lo que la razón podría indicar, funcionó. Si en aquel 2007 les hubieran dicho que hoy, en pleno 2024, aún estaríamos viendo en pantalla a Antonio Recio, Amador y compañía con aventuras nuevas, habría sido difícil de creer. Pero aquí están, vivitos y coleando, poniendo ante la sociedad española un espejo deformado que nos devuelve una imagen que a veces no nos gusta ver y que nos arranca risas de complicidad y de identificación, incluso risas por el miedo de lo que descubrimos de nosotros mismos en ellos. En las situaciones y los personajes más extremos, hay algo que nos conecta con esa gente.
La televisión se hace para que la vea la gente. Está muy bien el prestigio, los premios, el aplauso de la crítica... Pero si la gente no la ve, la televisión no tiene sentido. Eso lo saben bien quienes se dedican al medio. También que no hay tarea más complicada que algo tan poco valorado como el puro entretenimiento. La que se avecina, y el resto de la producción de los hermanos Caballero, desde Aquí no hay quien viva hasta El pueblo, Machos alfa y Muertos S.L., tiene bien claro ese objetivo. Hacen televisión para que la gente la vea. Tienen la suerte de haber conectado con la calle y lograr ese objetivo en cada uno de sus proyectos. En La que se avecina lo hacen con personajes histriónicos, caricaturescos, que beben de la tradición cómica española. Y lo consiguen con guiones que hacen del humor de brocha gorda un arte. Y un reparto lleno de actores de altísimo nivel que han hecho suyos los personajes sin miramientos.
Gracias a esa aparente insustancialidad, la serie ha podido hablar de cualquier tema sin rastro de autocensura. El perfil extremo de sus personales les permite verbalizar cosas que nadie se atrevería a decir en una sociedad civilizada. El espíritu del vodevil sigue vivo en La que se avecina. La serie ha sobrevivido a todo, incluida la constante pérdida de espectadores de la televisión tradicional y la pujanza de las plataformas (sus más acérrimos seguidores ahora pueden ver dos veces cada temporada, primero en Prime Video y después en Telecinco). Incluso ha tenido que mudarse de plató (y, en la ficción, de edificio) para mantenerse en pie. Nada ha podido con ella en 15 temporadas. Es todo un milagro en la televisión en abierto actual. Aunque quizá el milagro tiene explicación y sea que La que se avecina, nos guste o no, somos nosotros.
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