Matt Groening no quiere decir adiós a ‘Los Simpson’ y ‘Futurama’: “Si haces un chiste, tienes que estar preparado para la crítica”
El guionista, de 70 años, estrena la 12ª temporada de la comedia de animación futurista, en la que nada ha cambiado desde su comienzo en 1999, salvo que ahora se reúnen por videoconferencia
Las series que firma el dibujante y guionista Matt Groening se han burlado de varios presidentes de Estados Unidos, de Elon Musk o la Iglesia católica y han bromeado sobre la obesidad, el trabajo infantil, los estereotipos de todas las nacionalidades y, en las últimas temporadas, la burbuja de los NFT digitales. Groening (Portland, Estados Unidos, 70 años), creador de Los Simpson y Futurama, lleva cuatro décadas riéndose de todo y tiene un mensaje para quienes apuntan que ya no se puede bromear sobre nada: “Lo importante es tener la libertad para expresar lo que quieras, pero lue...
Las series que firma el dibujante y guionista Matt Groening se han burlado de varios presidentes de Estados Unidos, de Elon Musk o la Iglesia católica y han bromeado sobre la obesidad, el trabajo infantil, los estereotipos de todas las nacionalidades y, en las últimas temporadas, la burbuja de los NFT digitales. Groening (Portland, Estados Unidos, 70 años), creador de Los Simpson y Futurama, lleva cuatro décadas riéndose de todo y tiene un mensaje para quienes apuntan que ya no se puede bromear sobre nada: “Lo importante es tener la libertad para expresar lo que quieras, pero luego debes estar preparado para la crítica. Esa respuesta a nuestros chistes también es válida. Si expones algo, tienes que saber que pueden devolvértelo”, plantea a EL PAÍS por videollamada quien tiene una influencia tan arrolladora que el humor contemporáneo no se entiende sin sus creaciones.
Se estima que Groening posee una fortuna de unos 600 millones de dólares (según el portal especializado Celebrity Net Worth, unos 550 millones de euros), pero las banalidades del ser humano y lo que pasa en el mundo aún le empujan a seguir trabajando. Tras crear Los Simpson a finales de los ochenta, podría haberse jubilado plácidamente a los desordenados aposentos de Malibú —llenos de libros, papeles e incluso cajas de la extinta 20th Century Fox—, que asoman al otro lado de la pantalla. Viviría cómodamente solo con lo que generan sus personajes amarillos y la serie se repetiría en bucle por todo el planeta (Disney+ se plantea lanzar incluso un canal propio que emita sus episodios aleatoriamente). “¡Nada de retirarme!”, dice sin embargo. “Me encanta mi trabajo. Es como un juego de niños. Contar historias, bromear y hacer reír a la gente es básicamente lo único que quería al crecer. Me encanta seguir haciéndolo”. Por ello, además de mantener su puesto en la mesa de guion de los personajes de Springfield, ha volcado sus esfuerzos en series de fantasía como (Des)encanto y de ciencia ficción como Futurama. Simplemente no puede dejar de contar chistes.
Al finalizar esta entrevista, volverá a una reunión con sus guionistas sobre los nuevos episodios de Futurama, que emite su 12ª temporada en Disney+. “¡Les contaré de lo que hemos hablado!”, exclama riéndose. Porque para él, esas reuniones se han convertido en un lugar donde encontrarse con amigos, lanzar chascarillos y compartir anécdotas, un espacio en el que desconectar. Desde la pandemia las hacen por videoconferencia, lo que podría servir de trama para la propia serie, que mezcla la ciencia ficción con el surrealismo de la vida social actual. “En Los Ángeles ya nadie quiere conducir horas para estar en la misma habitación. Es algo bueno que nos ha dejado la covid”, dice. Nada cambia, salvo que ahora lo hacen todo a través de una pantallita, algo que habría encantado al niño que empezó leyendo relatos fantásticos.
La pandemia, por supuesto, también la predijo Los Simpson en el episodio de la cuarta temporada La fiebre de Osaka. Esa posición de oráculo de Delfos se ha convertido en una broma recurrente en internet, donde a veces incluso se falsean o exageran parecidos. Este mismo mes circuló por la web una imagen de Kamala Harris con un traje de chaqueta morado junto a otra con vestimenta similar de la futurista presidenta Lisa (que sustituía a Trump en su mandato ficticio). “Cuando haces animación durante décadas, al final aciertas algo. Nosotros intentamos hallar las bromas más absurdas, y resulta que el mundo cada vez es más absurdo, así que se vuelven reales”, explica Groening, donante demócrata en campañas como las de John Kerry y Al Gore. Otras veces simplemente resulta que la historia se repite o que el equipo está muy bien documentado, como explicaba su colega en guion y producción Mike Reiss en el libro Springfield Confidencial.
Aunque mantenga varios colaboradores desde el primer día, hoy esa mesa de guion es también más grande y diversa. “Estamos los de siempre, pero somos mayores, y nos gusta tener voces jóvenes y frescas. Hay más diversidad y muchas más mujeres. Curiosamente, esos animadores y guionistas han crecido con Futurama y por eso ven la serie de otra manera. La veían como fans y recuerdan más detalles de la historia que los viejos, así que es muy divertido”.
Ese salto generacional también le ha dado algún quebradero de cabeza. El documental El problema con Apu, de 2017, criticaba el estereotipado papel y acento del vendedor hindú del Badulaque, uno de los pocos personajes indios en televisión. Hoy, Apu sigue en la serie, pero lleva siete años sin hablar, y las voces iniciales del resto de los personajes negros, latinos y asiáticos fueron sustituidas en su versión inglesa por otras de actores que compartían raza.
Las series de Groening forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones; son fuentes de recuerdos felices y de donde salen latiguillos que se lanzan entre amigos y familia. Y es así en todo el planeta, pese a que las referencias fueran desde el principio tan típicamente estadounidenses. “Es increíble el éxito que hemos tenido siempre en países de habla hispana. En Argentina incluso me han reconocido por la calle, y yo nunca he pensado que nadie pueda conocerme. Supongo que el sentido del humor no es el mismo, pero es equivalente en todos los lugares”, reflexiona jovial y con interés por saber las particularidades de la versión en España.
Inteligencia artificial
Para Groening la inteligencia artificial es una herramienta distópica incluso para Futurama: “Es desalentador y muy preocupante por lo rápido que ha pasado todo. Utilizo la IA por diversión personal para construir robots y cohetes futuristas, y he de reconocer que lo hace bien, pero es algo falso y tienen un aire genérico. Y hasta ahora los chistes se le resisten, y eso nos alivia. Se necesitará humanos para hacer humor. El arte y la cultura llevan un componente humano en su alma. Incluso las historias que hablan de aliens y robots tienen que expresar la profundidad del ser humano”.
En Futurama, su equipo vuelca todo tipo de conflictos actuales tratando de encontrar esa conexión humana y temporal: “El secreto de la ciencia ficción es que no trata realmente del futuro, es sobre el ahora. Solo lo vestimos con tecnología avanzada y luego utilizamos todas las gloriosas contradicciones y locuras de la vida contemporánea”.
Groening, que se ve como un niño en un cuerpo de “viejo”, no puede esperar a contar sus batallitas de juventud cuando se enamoró de España hace cinco décadas: “Es uno de los lugares más bonitos que he visto nunca. No me puedo creer lo increíble que es. Visité España por primera vez en 1973 con 19 años. Tenía un billete de tren de estudiante y recorrí todo. Tomé un tren de París a Madrid, estuve allí un tiempo, y acabé en el sur haciendo tonterías por la costa. Fue indescriptible. Recuerdo especialmente un pequeño albergue mugriento en Marbella...”.
El español, de hecho, le ha seguido acompañando. Su mujer, la artista de 47 años Agustina Picasso, es argentina, y sus hijos lo hablan de manera fluida. Groening tuvo dos hijos con su primera mujer en los noventa (Homer y Abe), y otros ocho con Picasso (Nirvana, Venus, Luna, India, Sol...) la última nacida en 2022. “Los niños se ponen a hablar en español de mí, y se creen que les entiendo, pero lo único que pillo es ‘idiota”, pronuncia en español macarrónico. Ni siquiera se acuerda de dónde sacó el “¡ay, caramba!” tan icónico de Bart, en español en el original: “Seguramente lo vería en alguna película”. De eso hace ya 35 años. Pese a que internet tenga grabados todos sus chistes, él no.
Groening mantiene la energía de aquel niño que empezó a esbozar en su libreta una familia desquiciada, basada en sus padres, que también se llamaban Marge y Homer, y a quienes le sigue sorprendiendo ver en pantalla. “Yo soy caricaturista, dibujo a mano, y poder ver de repente con vida esos dibujos que hice por primera vez en un trozo de papel solo en mi mesa, moviéndose y hablando y teniendo vida propia de otros guionistas… Es muy satisfactorio. Es vivir en una especie de sueño”.
Lo subraya tras 760 episodios de récord de Los Simpson (la serie más longeva del prime time estadounidense), y más de 150 de Futurama, que incluso fue cancelada (y resucitada) dos veces. Guarda esperanzas hasta de que algún día les dé tiempo a rodar la segunda película de la familia amarilla: “Lo bueno de Futurama es que nos tomamos un descanso y pensamos en nuevas historias durante 10 años. La cultura dio para muchas líneas argumentales. Sin embargo, desde 1989, no hemos tenido respiro en Los Simpson, y la gente se cansa mucho. No tenemos el tiempo para hacer la nueva película. Pero alguna vez lo conseguiremos”. Groening espera poder vivir tanto como para ver el Planet Express de Fry y compañía, allá por el año 3024. Siempre que la inteligencia artificial le deje seguir trabajando, y, sobre todo, contando chistes.
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