Libertad sexual, identidad de género y relaciones 2.0: ‘Red Flags’ y cómo conocer a la generación Z
La nueva serie de Atresplayer cuenta los dolores de la adolescencia de cuatro personajes de entre 17 y 18 años
Así como miramos a Friends y The O.C. para entender los rituales de la generación X y milenial, Red Flags, estrenada el 7 de abril, se presenta casi como un documento antropológico de la juventud actual. A través de cuatro personajes de entre 17 y 18 años, la nueva miniserie de Atresplayer sintetiza todos los temores y alegrías...
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Así como miramos a Friends y The O.C. para entender los rituales de la generación X y milenial, Red Flags, estrenada el 7 de abril, se presenta casi como un documento antropológico de la juventud actual. A través de cuatro personajes de entre 17 y 18 años, la nueva miniserie de Atresplayer sintetiza todos los temores y alegrías que acarrea ser un chaval en el siglo XXI. Ocho episodios que sirven para tener un panorama de todos los rasgos que caracterizan a la llamada generación Z o centennials: géneros diversos, la difuminación de la frontera entre lo real y lo virtual, las relaciones 2.0, identidad sexual, reivindicación de cuerpos no normativos. Es una producción muy propia de su tiempo, pero que también aborda los problemas atemporales a los que se enfrenta cualquier adolescente de cualquier época, como la presión social, el racismo y la homofobia.
“Es una generación a la que le tengo mucha admiración por cómo no se cruzan de brazos. No les vale cómo ha sido construida la sociedad y quieren reconstruirla con otros valores. Eso me parece muy valioso, aunque se les critique por ello”, sostiene Nando López, cocreador de la serie, junto a Estel Díaz, y autor de novelas juveniles, Nando López (Barcelona, 46 años). El escritor es un anatomista de la juventud actual, una tarea que se propuso después de convivir con ellos como profesor de bachillerato durante 10 años. Las experiencias que obtuvo entonces y con las charlas que brinda regularmente —”entre 150 y 200 por año”, dice— le ayudan a crear a los personajes de sus libros. En el caso de Red Flags son cuatro: Walter (interpretado por Ibrahima Kone), hijo de una africana que es empujado por sus amigos para que pierda su virginidad; Toni (Diego Rey), gay y que no sabe cómo digerir una traumática experiencia sexual; Luna (Iria del Valle), incómoda en su grupo de amigos clasistas y conservadores; y Érika (Mar Isern), quien se siente insegura con su cuerpo después de sufrir bullying en las redes por un vídeo que posteó.
“La adolescencia actual ha avanzado en derechos del colectivo LGBTI y en la lucha antirracista y feminista. Es una generación con una alta conciencia social, posiblemente superior a las anteriores, pero todavía hay mucho por pelear”. Una de esas batallas a la que se refiere López es la homofobia estructural, arraigada en la sociedad y transversal a todas las épocas, y que ya era el tema principal de la serie La edad de la ira, basada en su libro homónimo. Al igual que en aquella, Red Flags es una oda a la libertad que comienza en la adolescencia, pero donde también más se evidencian los problemas representantivos de nuestro tiempo como la gordofobia o el acoso en redes. Todas esas adversidades y los personajes que las cargan, López las toma de sus encuentros en colegios o a través de chats que intercambia con sus lectores.
Cuenta su experiencia más reciente: “En un encuentro una chica me contó que su tutora legal le decía que si se reconocía que era lesbiana no le pagaría los estudios universitarios”. Otro ejemplo: cuando publicó Las durmientes, libro sobre la cultura de la violación, recibió varios mensajes por Instagram de chicas que después de la lectura habían caído en cuenta de que pasaron por situaciones de abuso y violencia. “Te rompes, pero sientes que la literatura puede ayudar a que las personas se den cuenta de que algo no es tolerable y no se puede seguir callando”. Para reflejar esta complejidad emocional, la producción contó con la ayuda del psicólogo Borja Rodríguez que trabajó con los actores.
Otro punto imprescindible que quería López para reflejar fielmente a la generación Z era transmitir cómo se construye la comunicación en espacios virtuales. En la serie, se representa visualmente con mensajes de chats que invaden la pantalla o planos que se cambian por reels. La invasión del plano digital al real, es un recurso que López también utiliza en sus libros, como el más reciente (Algo más que sexo) o con códigos QR que llevan a audios de testimonios reales en Cuál es tu lucha. “No se puede hablar de la adolescencia actual sin hablar de las redes. El bullying de ahora ocurre en las pantallas; es más, no hay frontera entre lo real y lo digital, lo que te ocurre y duele en la vida real afecta a lo virtual y viceversa”. Las nuevas generaciones tienen acceso al mundo virtual a una edad muy temprana y se exponen a peligros como la pedofilia o la extorsión a través de deep fakes.
No obstante, López no cree que las plataformas sociales sean solo negativas y cree que pueden servir como refugio; los cuatro protagonistas de la serie se conocen mediante un grupo de Instagram.“Eso sí, falta más responsabilidad en lo que compartimos y cómo lo hacemos. Las redes generan expectativas irreales sobre nuestros cuerpos y desatan inseguridades en las personas que las usamos. Los estamos dejando solos a la hora de manejar ese mundo que los presiona con likes y followers”.
Red Flags, confiesa López, está pensada para el público al que retrata, pero también les interesa llegar a generaciones más antiguas para que “traten de empatizar con la adolescencia a la que juzgan”. Algún tipo de público podrá sentirse desorientados frente a la indecisión en la orientación sexual de sus protagonistas o el sexo que desprende la serie. “La llaman generación de cristal, pero yo creo que si son de cristal es porque transparentan todos los abusos y las violencias que hemos permitido que existan”. López deja un mensaje final: “Ojalá Red Flags también sirva para que esta generación más adulta se pare un momento a pensar que a lo mejor ha olvidado lo difícil que era tener 16 años. La adolescencia duele mucho, lo solemos olvidar”.
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