Pedro Piqueras: “Nadie sabe de qué voy y lo considero un triunfo”
El periodista, de 68 años, se jubila después de medio siglo de carrera: “Estoy ‘atorao’, como los toreros al final de temporada, necesito parar, pero ya echo de menos la tele y aún no me he ido”
Resulta raro ver y oír a Pedro Piqueras, con la despejada frente de Pedro Piqueras y la inconfundible voz de Pedro Piqueras, vestido de calle tomando tranquilamente un café a las 11 de la mañana, y no de traje y corbata dando las noticias de la noche en la tele. Charlamos en la cantina del Ateneo de Madrid y el fotógrafo lo retrata luego, para su deleite, en el despacho que tenía don ...
Resulta raro ver y oír a Pedro Piqueras, con la despejada frente de Pedro Piqueras y la inconfundible voz de Pedro Piqueras, vestido de calle tomando tranquilamente un café a las 11 de la mañana, y no de traje y corbata dando las noticias de la noche en la tele. Charlamos en la cantina del Ateneo de Madrid y el fotógrafo lo retrata luego, para su deleite, en el despacho que tenía don Manuel Azaña en la casa. Le quedan dos telediarios, le digo al despedirnos. Ríe y precisa, “no, me queda, de lunes a jueves, de hoy hasta el 21 de diciembre”. Ese día llevará a la Redacción de Telecinco “salami húngaro, queso manchego” y vino para brindar con su equipo, y echará el cierre a 50 años de carrera en tele, radio y prensa. Sospecho que lo desea y lo teme en igual medida.
¿Por qué húngaro? El salami, digo.
Porque es muy bueno y porque quiero lo mejor para mi equipo, son los mejores y han sido años maravillosos juntos.
O sea, que es un ‘gourmet’.
Digamos que soy disfrutón, estoy más gordo de lo que me gustaría, y me pongo mucho a dieta, pero luego, muchas noches, voy a la máquina de la tele y me pillo una palmera de chocolate, la verdad es que el subidón del azúcar viene bien para el estrés del directo.
¿Por qué se va, por qué ahora?
Llevo dos años queriéndome ir. Notaba la edad empezando a pesar, como que te cambian el terreno que pisas, no estaba tan ágil para las decisiones rápidas que requiere este oficio, y pensé en ir marchándome. Lo dije en la cadena. Me pidieron que me quedara. Luego vino lo de Ucrania, el endiablado año electoral, Gaza, la investidura, y tú mismo te dices, ¿cómo te vas a ir? Me fui quedando por responsabilidad, hasta que, con la investidura resuelta y un nuevo jefe de informativos, dije: es ahora o nunca.
Iñaki Gabilondo se retiró, a los 80, por estar “aburrido” de oírse a sí mismo. ¿Lo entiende?
Yo usaré un símil taurino. Estoy como los toreros al final de temporada: atorao. No saben si torear con la izquierda o la derecha, lo hacen todo, correctamente, de oficio, pero llega un momento en que saben que deben parar. Además, llevo 34 años haciendo lo mismo, saliendo a las 10 de la noche, sin vida social. Tengo 68 años. No todo es trabajo.
Dicen que Borja Prado, presidente saliente de Mediaset, quiso entrar hasta la cocina para influir políticamente en los contenidos de la cadena. ¿Le consta?
En mi cocina no entró nunca. Ahí lo dejo.
Colegas suyos sueltan homilías cada noche. ¿Cómo editorializa usted?
No editorializo. No soy un evangelizador, sino un canal, un narrador de lo que ocurre. Nunca me pongo al lado de nadie, es fundamental mantener distancia. Aprendí joven, en Televisión Española, el periodismo de los hechos. Y de mi maestro, Jesús Hermida, a no levantar una ceja más alta que otra: de él, que no paraba de mover el flequillo. Claro que tengo mis ideas, soy progresista, pero solo opino cuando se cruzan fronteras antidemocráticas. Nadie sabe de qué voy. Todavía hay quien me lo pregunta a la cara, y lo considero un triunfo.
Tiene un hijo mayor, pero que también fue bebé. ¿Cómo conciliaba usted?
Mal, como todos los periodistas. Que tenga la suerte de que me hayan facilitado siempre la vida y que nadie me lo echara en cara, no cambia que haya sido un padre ausente a veces. En una época en que trabajaba en el matinal de TVE y madrugaba muchísimo, mi hijo, que tendría 6 o 7 años, le dijo a un albañil que estaba haciendo una reforma en casa: usted sí que trabaja, no como mi padre, que se pasa el día durmiendo.
Creo que eligió a su sucesor, Carlos Franganillo, en plan rey padre, o patriarca de ‘Succession’.
Jajaja. Bueno, digamos que ayudé a Paco Moreno, el nuevo director de informativos de Mediaset a decidirse. Franganillo me parecía el mejor. He coincidido con él en varias coberturas, que es lo que más me ha gustado siempre como periodista, pisar el terreno, y alguna vez se lo sugerí. Creo que, en cierto modo, nos parecemos. Mantenemos una distancia con la información. No nos mostramos. No sé de qué va políticamente, está en plena forma, habla idiomas, es el futuro.
Son célebres sus caras de póquer cuando le daban paso directamente desde el circo de ‘Sálvame’ a su informativo. ¿Cómo lo llevaba?
A mí me ha dado paso directamente la sobrina de Isabel Pantoja desnuda en la nieve, o Raquel Mosquera, a la que conozco y aprecio, mandándome “un besazo” en pleno covid, con cientos de muertos todos los días. Aquello no debió suceder nunca. Me enfadé mucho con la situación, pero luego llamé a Raquel para disculparme porque la historia no iba con ella, una cosa no quita la otra.
¿Se va con la frente marchita?
Bueno, no tanto. Me voy con menos pelo, y blanco. Lo he ido perdiendo en esta profesión, sobre todo en los últimos años.
Creo que lleva mal la calvicie.
A ver, si la llevara fatal hubiera hecho algo al respecto. Mi padre era calvo, esto estaba cantado. Ahora incluso me gusta mi perfil de senador romano y me peino para atrás para que se aprecie más el efecto.
Siguiendo con el tango, ¿50 años de profesión no son nada?
Son muchísimo, y a la vez, un suspiro. He disfrutado mucho de esta profesión. También he sufrido lo mío, de ahí las canas.
¿Por qué ha sufrido más?
Por no llegar a una noticia, porque te la pisen, por no haber sido justo, sobre todo. Soy un gran rumiante y me llevo las preocupaciones a casa. Procuro hacer un trabajo muy honesto, no beligerante, contar las cosas como creo que son y si te das cuenta de que has fallado, lo pasas mal.
¿Por el dato de audiencia también sufre?
El dato no importa tanto cuando ganas como cuando pierdes. Cuando pierdes, te duele lo tuyo.
Pues estará bien dolido porque su telediario ha perdido audiencia.
Fui líder 11 años, que se dice pronto, y dejar de serlo jode. Pero el dato no depende solo de uno, sino de lo que tengas antes y después en tu parrilla, y lo de la de enfrente. Lo he llevado con la tranquilidad de hacer un buen trabajo con las circunstancias y los medios que tienes.
La información no es precisamente la prioridad de Telecinco.
Cierto: en la era de la realidad aumentada y los despliegues de medios, yo he tenido siempre detrás un hule con el skyline creo que de Singapur. A cambio de no tener inversión, he tenido libertad absoluta. Ahora que la información va a ser la gran apuesta de la casa, lo disfrutarán mis compañeros. Digamos que he sido como Moisés haciendo la travesía del desierto y ahora que se ve la Tierra Prometida me bajo. Le dejo a Franganillo la casa limpia y un equipazo de grandes profesionales como compañeros.
Ya no dará paso a más “apocalípticas imágenes”, como en un vídeo suyo que circula en Youtube.
Eso es algún gracioso que ha juntado las tres veces que lo dije, en plan bucle. Y luego, el cómico Raúl Pérez, me imitaba en su programa encadenándolas. En su momento me enfadé con él. Pero un día, en la Cadena SER, coincidí con él, hablamos y ahora somos tan amigos que hasta nos vamos de vacaciones juntos.
Creo que prepara unas paellas de escándalo, pese a ser de Albacete. ¿Quién le enseñó?
Y pongo el himno de Valencia cantado por Francisco a todo trapo. Una vez me dijo María José San Román, la chef del restaurante Monastrell, de Alicante, que el tiempo de cocción depende de la altitud del sitio donde cocines. Y, en la sierra de Madrid, donde vivo, ese es el tiempo justo desde que apagas el fuego hasta que lo sirves. Así, a mis invitados se les caen las lágrimas dos veces: primero con el himno y luego con el arroz.
Y ahora, ¿qué? Muchos toreros ‘atoraos’ acaban volviendo al ruedo.
Ahora, ir a cenar a los sitios que va la gente. Hacer yoga. Aprender piano, que es una forma de concentrarse en algo y dejar la mente en blanco. Tengo muchas cosas que hacer y ya tengo ofertas de dar charlas, pero antes necesito desintoxicarme. El problema será el primer día sin agenda. A ver con quién almuerzo. No quiero dar la paliza a la gente. Ya echo de menos la tele, y aún no me he ido. Sin la tele nada será lo mismo.
¿Se va con más pena o gloria?
Con pena, mucha. La gloria no me corresponde a mí decirlo.
¿Cómo se lleva leer las propias ‘necrológicas’ laborales en vida?
Jaja. Es curioso que la gente hable de ti en pasado. Y también agradable, porque los obituarios están siendo, en general, afectuosos. Como dicen en Amanece que no es poco: yo soy contingente y los demás, necesarios. Hice lo que pude con lo que tuve. Nunca he hecho el telediario perfecto. Eso se lo dejo a Franganillo.
El día más tenso
El día más tenso de Pedro Piqueras (Albacete, 68 años) ante las cámaras no fue el 11-S ni el 11-M, sino el 14-D, el 14 de diciembre de 1988, jornada de la primera y masiva huelga general al Gobierno de Felipe González. "Televisión Española se fue a negro y solo se emitió ese informativo, como servicio mínimo; tenía enfrente a los sindicatos, imagínate la responsabilidad, teníamos al 100% de la audiencia enfrente", recuerda ahora el que sería jefe de informativos de RTVE, antes de saltar a las teles privadas.
Su pasión por narrar la actualidad había empezado cuando, antes siquiera de empezar la carrera, comenzó a escribir en la delegación de Albacete del diario Pueblo, a los 18 años, al tiempo que cultivaba una afición por la música que le llevó, incluso, a cantar con el Nuevo Mester de Juglaría. Ahora, después de medio siglo de trayectoria profesional, casi siempre delante de las cámaras, el director y conductor del informativo de la noche en Telecinco, su último destino profesional, y uno de los rostros más populares del país, dice adiós a todo eso. O, al menos, hasta luego, porque admite que, antes de irse, ya lo está echando de menos.
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