Quiero ser como (algún) Beckham

La miniserie documental dedicada al futbolista en Netflix no cuenta nada que no sepamos, pero cómo lo cuenta. Más de cuatro horas de gozosa hagiografía

Los Beckham, en un momento de la miniserie.Netflix

Keira Knightley quería ser como Beckham en el cine y yo quiero ser como algún Beckham. Vivir como un Beckham. Me valen hasta los perros, esos que Victoria quiere que se le arrimen para parecer más simpática en Beckham, la miniserie documental recién estrenada en Netflix.

Igual que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar, no hace falta revelar una historia, solo hay que saber cómo contarla para ...

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Keira Knightley quería ser como Beckham en el cine y yo quiero ser como algún Beckham. Vivir como un Beckham. Me valen hasta los perros, esos que Victoria quiere que se le arrimen para parecer más simpática en Beckham, la miniserie documental recién estrenada en Netflix.

Igual que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar, no hace falta revelar una historia, solo hay que saber cómo contarla para que lo que importe no sea descubrirla, sino disfrutarla. Esta es tal vez la conclusión principal que se puede sacar de esas más de cuatro horas de gozosa hagiografía. Porque Beckham no cuenta nada que no sepamos —¿cuántos documentales hemos visto ya sobre David y Victoria, señor?—. Pero cómo lo cuenta. Narrativamente funciona como un reloj, con su héroe y su llamada, su mentor, sus aliados y enemigos, sus pruebas, sus recompensas, su historia de amor… Y la materialización del cuento está a la altura.

Esos primerísimos planos de esas leyendas del fútbol —Eric Cantona aguanta mejor la mirada a cámara que muchos actores de primer nivel—; ese archivo tan bien traído, donde escuchamos hasta a Rosa María Calaf; ese espectro de testimonios, desde la recepcionista del Manchester United hasta Florentino Pérez (que renuncia a hablar en un inglés que sí usa con soltura Michel Salgado) y ese sentido del humor de Victoria, que dice ser de clase obrera hasta que acaba confesando, presionada por su marido, que iba al colegio en Rolls. O que se marcha diciendo “¡Me voy a la fábrica de moda!” y acaba reconociendo, después de que él insista, que va a hacerse un tratamiento facial. Podría haberlo escrito Moehringer. ¿Es la verdad? No sé, pero quién necesita la verdad, teniendo una buena historia. A lo mejor no quiero ser como algún Beckham, sino contar como en Beckham.

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