De crédulos a creyentes

Un falsa promo de un ‘reality’ que no existe corrobora que creemos sin pensar

La actriz Zendaya Maree Stoermer Coleman, en la segunda temporada de 'Euphoria'.

El 9 de julio se viralizó el anuncio ―falso anuncio― de un reality que premiaría con cien mil euros a un concursante de entre los ocho que presuntamente habitaban un resort. El jurado popular (gente que atufaba a casting a kilómetros) elegiría el ganador. En las imágenes, ese supuesto jurado opinaba sobre los duelos (así se llamaba el programa, Duelos) que pasaban los concursantes. Lo presentab...

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El 9 de julio se viralizó el anuncio ―falso anuncio― de un reality que premiaría con cien mil euros a un concursante de entre los ocho que presuntamente habitaban un resort. El jurado popular (gente que atufaba a casting a kilómetros) elegiría el ganador. En las imágenes, ese supuesto jurado opinaba sobre los duelos (así se llamaba el programa, Duelos) que pasaban los concursantes. Lo presentaba un conocido tiktoker, Luc Loren. Y famosos, realmente sólo uno: María Bustos, influencer que sufrió un desgraciado accidente que le hizo perder la vista (haciendo jabones con sosa cáustica). Lo que a todas luces era campaña institucional o anuncio (fue lo segundo) ha gozado de una credibilidad preocupante.

Si la inmensa mayoría de los espectadores no son capaces de distinguir un anuncio con vocación viral de uno de verdad estamos perdidos. Una autopromoción no es diferente de una noticia; hay que explicar qué, quién, cuando, cómo y dónde. Si falta alguna de estas preguntas no hay promo que valga. Este anuncio no tenía un “próximamente” ni tampoco contaba con una puesta en escena creíble (los realities no se iluminan como el plató de la serie Euphoria). El presunto elenco estaba absolutamente descompensado y el presentador es conocido solo en un segmento del público concreto. ¿Qué sector? El del público objetivo de la plataforma de psicología online anunciada.

Como publicidad fue una muy buena idea, pero lo que contaba del espectador es muy grave. Cómo puede ser que una población expuesta a tal cantidad de imágenes sea incapaz de distinguir un lenguaje de otro. Cómo puede ser, en la era de la desinformación, que haya tan poca gente capaz de analizar ―siquiera inconscientemente― la pieza que está viendo. Estamos pasando de crédulos a creyentes, y eso nos convierte en seres manipulables, en hojas al viento. Pobres de nosotros.


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