Tres capítulos y una nueva mirada para reconstruir los 548 días de la joven española captada por una secta
Olmo Figueredo y José Ortuño explican cómo han convertido este suceso real en una miniserie documental luminosa y para todos los públicos, ya disponible en el catálogo de Disney+
Casi todo el mundo parece conocer la historia de Patricia Aguilar, la joven de Elche desaparecida en 2017 que terminó dando a luz en la selva peruana. Ella misma la contó en directo en la televisión española. Pero, ni esa que hablaba en los programas matinales era Patricia, ni lo que narraba a Ana Rosa Quintana y Susanna Griso era la realidad. En esos momentos, hablaba en nombre de Félix Steven Manrique, el gurú de Gnosis, que le prometía la salvación eterna. La miniserie documental ...
Casi todo el mundo parece conocer la historia de Patricia Aguilar, la joven de Elche desaparecida en 2017 que terminó dando a luz en la selva peruana. Ella misma la contó en directo en la televisión española. Pero, ni esa que hablaba en los programas matinales era Patricia, ni lo que narraba a Ana Rosa Quintana y Susanna Griso era la realidad. En esos momentos, hablaba en nombre de Félix Steven Manrique, el gurú de Gnosis, que le prometía la salvación eterna. La miniserie documental 548 días captada por una secta (que ya puede verse en Disney+) busca “deconstruir la imagen” de su protagonista, cuentan sus directores Olmo Figueredo y José Ortuño, en el que es el primer testimonio de la joven ante una cámara tras ser liberada.
Al cumplir los 18 años, Patricia huyó de su casa dejando atrás a su familia. Tras pasar varias semanas sin saber nada de ella, sus padres, Alberto y Rosa, recibieron noticias. Pero en los mensajes que les llegaban, en los que aseguraba estar bien y que no pensaba regresar, no parecía ella misma. Sentían que la chica estaba controlada por otra persona. Con la ayuda de la investigación particular de un familiar, descubrieron que Patricia había huido a Perú, seducida por el líder de una secta que llevaba dos años manipulándola a través de internet. A partir de ese momento, los Aguilar comenzaron sus propias pesquisas entre España y América Latina hasta recuperar a la joven, aun cuando la propia Patricia renegaba de ellos en los medios de comunicación. A lo largo de tres capítulos, los directores explican esa huida, la búsqueda por parte de su familia y su rescate definitivo a través de los testimonios directos de sus protagonistas.
Figueredo y Ortuño, también responsables de la serie documental El Estado contra Pablo Ibar, sobre el español condenado a muerte en Estados Unidos, se inspiran en 548 días captada por una secta en el libro Hágase tu voluntad, de Vanesa Lozano, que narra el comienzo de este suceso. Pero esta miniserie amplía la investigación explicando qué ocurrió en Perú y quiénes eran las otras víctimas de Manrique. Aquí, el espectador no se encuentra con una secta de cientos de personas como las vistas en otras comentadas series documentales recientes, como Wild Wild Country (Netflix) o El juramento (HBO Max). Se trata de un relato mucho más íntimo y abstracto.
Para documentar cómo una chica termina volando sola a Perú para casarse con un hombre que no conoce en persona, el equipo de la serie ha contado con acceso al completo sumario judicial del caso y a miles de conversaciones de WhatsApp, Facebook y Messenger de los protagonistas, así como a videos y fotografías. “Una de las dificultades de este proyecta era el cómo encontrar ese tono tono virtual, que diera la sensación de que las cosas sucedían en tiempo real”, comenta a principios de julio Figueredo en conversación telemática.
Ortuño destaca “la enrome la labor de seleccionar los mensajes adecuados para contar la historia” para que luego el montaje y grafismo del equipo de postproducción encontrara la forma de ofrecer variedad visual a todo ese océano de conexiones. Para encontrar el tono narrativo, se guiaron por la película Searching (2018), que narra la búsqueda de un padre de su hija desaparecida y cuya trama transcurre todo el tiempo a través de las conversaciones digitales de la pantalla de un ordenador.
Es el segundo de los capítulos el que se centra en el por qué de lo ocurrido. “Toda España pensaba que esta era la historia de un padre coraje en busca de su hija, cuando es en realidad lo es de varias familias coraje”, comenta Figueredo. Perder a su tío forma inesperada trastocó la vida de Patricia en su adolescencia y la del resto de su familia. “Es algo muy común que viven las víctimas de sectas. Pasan por un momento muy grande de fragilidad. Nos sirve para recordar que el perfil de las personas que caen en las redes de una de ella no es el de gente con pocos dedos de frente sino al contrario, gente con altas capacidades”, completa Ortuño. “Lo que vemos aquí es un clásico de este tipo de gurús: ellos te crean un problema (el inminente fin del mundo) al mismo tiempo que te ofrecen una solución (la salvación). Te dicen que tu entorno no te comprende y no solo no te va a ayudar, sino que forman parte de ese problema”, continúa.
La serie destaca que son 400.000 personas en España las afectadas de forma directa o indirecta por las sectas. “Se trata de un asunto complicado para la Policía, porque sus víctimas suelen ser personas mayores de edad que se marchan, en apariencia, por voluntad propia. Hasta que la ley no penalice la persuasión coercitiva, la Policía española poco va a poder hacer al respecto”, denuncian los directores. La familia Aguilar se encuentra en plena campaña de petición de firmas para proponer al Congreso que se incluya como delito, en colaboración con la Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad (RedUNE) y una de las motivaciones para aparecer en esta serie es popularizar esta solicitud entre los ciudadanos.
Aunque entrevistaron a psicólogos y expertos, en el documental solo aparecen en pantalla los testimonios de los afectados de forma directa o indirecta por este caso. El equipo construyó un plató oscuro en el que las cámaras quedan fuera de la vista del entrevistado. Es una técnica que suele usarse para lograr un efecto visual en el que el entrevistado parece estar mirando a los ojos al espectador, pero que aquí se empleó para crear un espacio seguro con el que eliminar las reticencias iniciales de Patricia y sus padres. “Cada proyecto tiene que encontrar su lenguaje y narrativa propios. En este caso, lo que necesitábamos era adaptarnos a un grupo de personas que no está acostumbrado a hablar ante las cámaras y que, incluso, había tenido muy malas experiencias ante ellas”, dicen sus responsables.
Así es como subvierten los códigos del true crime, apunta Figueredo: “Es un género que tiene algo de vouyerismo y de asistir a tus pesadillas de forma muy directa. Con esta historia, era muy fácil caer en el lado equivocado y hacer que la familia se sintiera incómoda. O contar un relato que limitara el espectro de edad a quien va dirigido. Hemos intentado plantearlo como un contenido familiar, que muchos padres puedan verlo con sus hijos adolescentes y dialoguen sobre los peligros que hay en internet”.
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