Eneko, ganador de ‘MasterChef 11′: “En los vestuarios se tiraban los trastos a la cabeza, para mí esto ha sido como ‘Barrio Sésamo”
El exjugador de fútbol consiguió el lunes el triunfo en la edición más larga del programa con un menú dedicado a su mujer y sus hijas
Eneko Fernández (Zaragoza, 38 años) nunca pensó que la vida le iba a dar una segunda oportunidad. Era jugador de fútbol profesional hasta que tuvo que abandonar ese sueño debido a unas lesiones. “Pensaba que había gastado toda la suerte de esta y mil vidas más al conseguir ser futbolista y que nunca podría dedicarme a otra cosa que me apasionara”, cuenta a este periódico. Además, ponía sus obligaciones como padre por delante de cualquier otro sueño. Hasta que MasterChef le dio la oportunidad perfecta para centrarse en...
Eneko Fernández (Zaragoza, 38 años) nunca pensó que la vida le iba a dar una segunda oportunidad. Era jugador de fútbol profesional hasta que tuvo que abandonar ese sueño debido a unas lesiones. “Pensaba que había gastado toda la suerte de esta y mil vidas más al conseguir ser futbolista y que nunca podría dedicarme a otra cosa que me apasionara”, cuenta a este periódico. Además, ponía sus obligaciones como padre por delante de cualquier otro sueño. Hasta que MasterChef le dio la oportunidad perfecta para centrarse en su otra pasión: la cocina. La noche del lunes se convertía en el ganador de la undécima edición del programa culinario.
“Ahora me veo con una puerta abierta de par en par en este sector”, explica. Aunque aún está “en pañales” y los meses próximos va a invertirlos en estudiar. Además de los 100.000 euros y la publicación de un libro con sus recetas, el ganador se lleva un curso en el Basque Culinary Center y va a aprender durante tres meses de la mano de Jordi Cruz en el restaurante ABaC (Barcelona).
El exfutbolista profesional compartió final con su compañero inseparable —o hermano menor, según se definen ellos— Álex. Desde el primer momento, la técnica de Álex le llevó a pensar que, de llegar a la última prueba, lo haría con él. “Creo que hemos dado ejemplo de cómo se puede vivir una competición que es tan dura desde la deportividad, el respeto y la amistad”, se enorgullece. Pese a ser, en palabras de la jueza Samantha Vallejo-Nágera, una de las finales “más reñidas” que recordaban.
Eneko fue el mejor en la prueba de seguir al chef, lo que le llevó a conseguir el primero en un puesto en la final y la ansiada chaquetilla blanca. Este reto, ya conocido por todos los seguidores del programa, sufrió modificaciones: por primera vez los concursantes cocinaron de espaldas, en esa ocasión, al chef Toño Pérez. Así se libró de la prueba de exteriores, donde Álex se ganó un hueco en la final frente a Lluís y Pilu, a la que le pudieron los nervios.
Pero no todo fueron momentos de luz y color en el concurso. El ganador vistió dos veces el delantal negro de la prueba de eliminación. “Estaba cagado. Sentía que estaba al borde del precipicio y que yo me había puesto ahí y que por una mala jugada ese día, podía decir adiós al sueño que tenía”, confiesa. Porque, pese a convertirse pronto en uno de los favoritos y demostrar que tenía talento, en su cabeza, la única oportunidad para dedicarse a la cocina residía en llegar a la final de MasterChef.
Antes de entrar, Eneko tenía muchas dudas e inseguridades, pero fue su mujer la que se las quitó de una. “Me daba miedo dejarla sola con las niñas y con el embarazo. No me parecía justo no compartir la carga del trabajo que le esperaba”, explica. En la última prueba, que consiste en diseñar un menú de un entrante, un plato principal y un postre en 120 minutos, el ganador quiso rendir homenaje a su familia. Su mujer y sus hijas, con las que ha demostrado desde el inicio tener una gran conexión, le animaron desde la galería donde compartían espacio con los exconcursantes.
“Si te pones a pensar el menú final cuando te enteras de que vas a ser duelista, ya vas tarde”, cuenta. Desde la tercera semana, cuando se vio asentado en la competición, lleva cavilándolo. Incluso con ayuda de Pilu, con la que compartía ideas y se ayudaban mutuamente. Su plan era presentar algo que hablara mucho de él y que fuera muy propio, y lo consiguió.
Así, tituló su primer plato, El amor, en honor a su mujer, de la que se enamoró perdidamente desde el primer momento. “Nuestro primer viaje fue a Tailandia y quise reflejar los sabores de ese país en el entrante”, explicó. Su primera apuesta fue un tartar de carabinero marinado con cítricos, crujiente de cilantro y sopa laxa de carabinero. En el segundo, La familia, se centró en lo que le une a sus padres y sus hermanos. “Cuando empecé a formar la mía propia, sin darme cuenta, replicaba con las sensaciones con las que yo había crecido”, ha contado hoy con una sonrisa que no ha borrado en ningún momento. Por eso, para ese pichón a baja temperatura, milhojas de paté y multiesferas de maíz, su idea era basarse en la tradición. Y de postre: un helado de chocolate blanco y pimienta de Jamaica, bizcocho de sifón de té matcha, piedras de chocolate y algodón de azúcar. “Se llama El futuro. Espero que esta final suponga mis primeros pasos en el mundo de la cocina”, deseó.
Tras superar 25 programas, 31 aspirantes y 51 retos, el exjugador de equipos como el Barça B, Alavés o Sabadell se ha proclamado campeón de la edición más larga del programa de La 1. “Joder, siempre sentíamos que no se iba a acabar, lo de la repesca ya fue un infierno”, bromea a carcajada limpia. Y de repente el concurso dio un sprint: “Me giré, quedábamos como siete u ocho, y dije: ‘Joder, ahora soy el mayor”. Pero no se arrepiente de todo el tiempo que pasaron allí porque le dio la confianza necesaria para encontrarse a gusto en las cocinas del concurso, donde pasan muchos nervios.
Estar en la casa donde convivía con el resto de concursantes era su momento de desconexión. Hacían mil porras una vez llegaban a la cama, pero se lleva algo que no esperaba: amigos. “Tiene este efecto campamento en el que haces relaciones que son la leche y que sabes que al siguiente verano van a estar”, compara. Es el caso de Lluís y Álex, con los que compartía habitación y tejado, ya que se subían por las noches a ver las estrellas y hablar de lo que ocurría en su día a día, pero también de su vida de fuera.
Además de la más larga, ha sido la edición con más conflictos. “Yo venía de vestuarios de fútbol donde se tiraban los trastos a la cabeza, para mí esto ha sido como Barrio Sésamo”, bromea. Para Eneko hablarlo con los jueces durante las grabaciones era lo que magnificaba los conflictos. “¿Cómo no te vas a enfadar con uno o discutir con otro? Fuera con nuestras familias también pasa”, dice quitándole hierro.
Ahora, mientras espera a entrar a los distintos cursos que ha ganado, cocina con sus hijas, que no se han quitado el delantal que los jueces les regalaron en la final. “Quieren cocinar conmigo todo el rato y a mí se me cae la baba”, dice. Pronto serán cinco y el bebé estrenará el suyo; por el momento, mira a la chica de prensa entre entrevista y entrevista por si llega la noticia de que su mujer está de parto.
Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.