Philomena Cunk no aspira a caerte bien. Ahora también irrita a los expertos

En ‘La Tierra según Philomena Cunk’, la cómica británica repasa la historia de la humanidad alardeando de su fingida ignorancia. Algún comentario es ingenioso, pero los investigadores no saben seguirle las bromas

En las tertulias de la tele, cuando en medio de los todólogos (los periodistas solemos ir de todólogos) interviene un verdadero experto se advierte la diferencia. No habla igual de tal crisis quien hablaría de cualquier crisis que quien ha dedicado su vida a saber de eso. Pero corren malos tiempos en el respeto al experto, porque cualquiera puede ser, pongamos, terraplanista y tener miles de seguidores en YouTube y TikTok.

Philomena Cunk es ...

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En las tertulias de la tele, cuando en medio de los todólogos (los periodistas solemos ir de todólogos) interviene un verdadero experto se advierte la diferencia. No habla igual de tal crisis quien hablaría de cualquier crisis que quien ha dedicado su vida a saber de eso. Pero corren malos tiempos en el respeto al experto, porque cualquiera puede ser, pongamos, terraplanista y tener miles de seguidores en YouTube y TikTok.

Philomena Cunk es una cómica muy popular en el Reino Unido, o más bien el personaje que interpreta la actriz Diane Morgan. Cunk no aspira a caerte bien: es ignorante y presuntuosa, una sátira de quienes se tragan cualquier cosa que leen en las redes. Ahora protagoniza un falso documental, La Tierra según Philomena Cunk (en inglés Cunk on Earth), en Netflix, en el que repasa en cinco capítulos cortos toda la historia de la humanidad. Con dos ingredientes: los monólogos de Cunk mientras camina por escenarios históricos, eso se le da mejor, y una serie de entrevistas en las que desafía la paciencia de los expertos, y eso resulta irritante. La presentadora los someterá a preguntas absurdas, dará voz a teorías delirantes o se mostrará insolente. Y los científicos o historiadores le siguen la broma con dificultad —no es lo suyo— y acaban explicándose con simpleza, como hablarían a un niño.

La cómica pasa en minutos de la prehistoria al Imperio Romano, del Renacimiento a las revoluciones industriales, de las guerras mundiales a internet. Algunas de sus reflexiones tienen ingenio y mala leche; señalan lo más feo de nuestro pasado. Que se rodee de buenos expertos, sin tiempo para escucharlos, es lo que no funciona. Entendemos que es una parodia, que a quien se quiere ridiculizar no es a los investigadores sino a los que sin saber nada los cuestionan. Pero sufres con ellos.

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