La casa de Armie Hammer: sexo, mentiras y vídeos de Instagram

Como bien dice la abogada Gloria Allred en uno de los ejercicios de autosabotaje inconsciente de este sensacionalista documental dedicado al polémico actor Armie Hammer y su familia, los fetiches no son delito; una violación, sí

El actor estadounidense Armie Hammer, en el hotel Bristol de París en diciembre de 2018.STEPHANE DE SAKUTIN (Getty)

Si al cambiar al normalmente joven y atractivo personaje de una película por Danny DeVito, el personaje parece un psicópata, es que lo era desde el principio. La regla de Danny DeVito es una ocurrencia que recogió un usuario de Reddit y que viene a decir lo evidente: que somos mucho más permisivos con la gente guapa. El clásico “písame la cara”, tan usado en redes sociales para manifestar la devoción por un ídolo, hecho enunciado inverso.

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Si al cambiar al normalmente joven y atractivo personaje de una película por Danny DeVito, el personaje parece un psicópata, es que lo era desde el principio. La regla de Danny DeVito es una ocurrencia que recogió un usuario de Reddit y que viene a decir lo evidente: que somos mucho más permisivos con la gente guapa. El clásico “písame la cara”, tan usado en redes sociales para manifestar la devoción por un ídolo, hecho enunciado inverso.

Armie Hammer no es Danny DeVito. De eso va La saga de los Hammer: escándalo y perversión (HBO Max), el truculento y sensacionalista documental de tres episodios que repasa el escándalo que se destapó cuando varias usuarias de Instagram hicieron pública la correspondencia que mantenían con él y airearon sus fantasías caníbales. De eso y de que es señorito de cuna maleada —los Hammerdetodalavida hacen que los Corleone parezcan los Ingalls—. El poder da impunidad, noticia de última hora. Lo cuenta todo Casey Hammer, tía del actor y voz principal de la miniserie.

Lo más lamentable de La saga de los Hammer es que no sabe separar la paja del grano. Mezcla con el mismo peso el testimonio de chicas que, horrorizadas por las fantasías que él contaba –sin obligación alguna para ellas–, deciden hacerlas públicas, y el de alguna que se arrepiente de haberle seguido el rollo, con el testimonio de la única persona que había declarado haber sido violada por él. Una chica que ha cargado contra el documental por cómo han explotado su trauma. Como bien dice la abogada Gloria Allred (que tiene documental propio en Netflix) en uno de los ejercicios de autosabotaje inconsciente del propio documental, los fetiches no son delito, una violación, sí. ¿Por qué no hemos llamado aquí todavía al true crime más burdo trucumental? Se me escapa.

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