Ricky Gervais pone más lejos los límites del humor
El cómico pisa todos los charcos sin resbalar demasiado. Se atreve con Dios, el sida, Hitler, la pederastia... y con los trans. “En lo demás entienden que era broma y esto piensan que lo digo en serio”
Avanza SuperNature, el último monólogo de Ricky Gervais, y hacia la mitad ya nos ha narrado cómo Dios creó el sida para matar a los gais (pero no a las lesbianas); nos ha enseñado una foto de Hitler cuando era bebé para preguntarnos si lo estrangularíamos en un viaje en el tempo; se ha puesto en la piel de un pedófilo que fantasea con ese mismo bebé Hitler; se ha referido a un hombre de 350 kilos al que sacaron de casa en grúa para amputarle las piernas; se ha imaginado agrediendo a un niño d...
Avanza SuperNature, el último monólogo de Ricky Gervais, y hacia la mitad ya nos ha narrado cómo Dios creó el sida para matar a los gais (pero no a las lesbianas); nos ha enseñado una foto de Hitler cuando era bebé para preguntarnos si lo estrangularíamos en un viaje en el tempo; se ha puesto en la piel de un pedófilo que fantasea con ese mismo bebé Hitler; se ha referido a un hombre de 350 kilos al que sacaron de casa en grúa para amputarle las piernas; se ha imaginado agrediendo a un niño discapacitado.
Pero, cuando llega al tema de las identidades sexuales y menciona a los trans, todo el mundo se pone tenso. Ese momento en que el público no sabe si reír. Y él responde así: “He hablado de sida, hambre, cáncer, el Holocausto, violación, pedofilia. Pero lo único con lo que no se pueden hacer bromas es con la identidad, con el tema trans. Quieren igualdad. Claro que sí, por eso los incluyo”. Y se lamenta: “En todo lo demás entienden que era broma y esto piensan que lo digo en serio”.
Son tiempos de activismos identitarios, por causas justas, pero eso lleva a menudo a la susceptibilidad. El monólogo del cómico, actor y director inglés (en Netflix) es una exhibición de su extraordinaria habilidad para pisar un charco tras otro sin resbalar demasiado.
Más de una vez piensas: qué bestia. Él se detiene en alguna ocasión para aclarar que quien dice esa burrada es un personaje: “No lo digo yo, lo ha dicho Dios”. El hilo es combatir todos los tabúes. “Dicen: tenemos que proteger a las minorías. Como si las minorías no tuvieran sentido del humor”.
Gervais se mueve bien en el alambre. Ha recibido algunos palos, pero sabe lo que hace. Se entiende bien que cuando interpreta a un pederasta, o a un homófobo, no espera la empatía del público sino agitarlo. Es difícil fijar los límites del humor. Pero para un tipo inteligente esa línea está más lejos.
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