Sectas, zombis y pandemia en el fin de ‘Search Party’, sátira de culto que abraza el absurdo milenial
TNT emite en España los últimos capítulos de la serie que reflexiona sobre toda una generación cambiando de estilo narrativo en cada temporada
Cuando arrancó Search Party, allá por 2017, contábamos que era una reinvención de un determinado tipo de relato dentro del género de misterio, el de Nancy Drew o el de Colombo, más conocido en España. Mucho (y a la vez muy poco) ha cambiado esa premisa inicial a lo largo de sus cinco temporadas. En este tiempo, ha mantenido la parodia en torno a una generación especialmente vilipendiada incluso por sí misma, la milenial, y ha cerrado su arco argumental, la búsqueda interior de Dory, otr...
Cuando arrancó Search Party, allá por 2017, contábamos que era una reinvención de un determinado tipo de relato dentro del género de misterio, el de Nancy Drew o el de Colombo, más conocido en España. Mucho (y a la vez muy poco) ha cambiado esa premisa inicial a lo largo de sus cinco temporadas. En este tiempo, ha mantenido la parodia en torno a una generación especialmente vilipendiada incluso por sí misma, la milenial, y ha cerrado su arco argumental, la búsqueda interior de Dory, otra neoyorquina de existencia perdida. Pero cada temporada ha abrazado sin complejos un género cinematográfico distinto, haciendo todavía más delirante la experiencia de sus personajes.
Su última temporada, en sintonía con el ombliguismo de sus cuatro protagonistas, conecta la idea del fin del mundo con el de la propia serie. Es el último giro de esta ficción creada por Sarah-Violet Bliss y Charles Rogers, que en España puede verse al completo bajo demanda a través de TNT.
Concebida en los años de esplendor de Serial [el podcast que puso de moda el true crime], Search Party comenzó como una producción de bajo presupuesto que sigue los pasos de un grupo de amigos que transitan de manera anodina por los barrios de moda de una ciudad de cartón piedra. Dory (Alia Shawkat), una joven apocada, casi gris, que no sabe muy bien qué hacer con su vida. Su novio Drew (John Reynolds) es un hipster involucrado en el mundo corporativo, su amiga Portia (Meredith Hagner) no pasa de niña rica que aspira a ser actriz y su amigo Elliott (John Early) se descubre como todo un trilero social.
Ante la desaparición de Chantal, una antigua compañera de universidad, Dory encuentra en los primeros episodios un motivo con el que dar sentido a su abúlica existencia. En realidad, disfraza sus propias necesidades bajo el manto de la sororidad, la empatía y otros valores milenial. Desde esa revelación, la protagonista de esta sátira se ha mantenido bastante ocupada con la mayor de las razones que nos obligan a levantarnos cada día de la cama y salir al mundo: simplemente sobrevivir. Y, a pesar de su aparente perfil beta dentro del grupo, arrastra a sus compañeros en esa espiral de narcisismo.
Las pesquisas sobre el asesinato se resuelven de un modo inesperado, por lo que la segunda temporada navega por el remordimiento hitchcockniano y la tercera se convierte en un drama judicial con aires de cine negro clásico. La cuarta entrega orbita en torno a un secuestro y una obsesión, abrazando el terror psicológico de Stephen King en relatos como Misery, hasta llegar a esta quinta y última entrega compuesta de sectas, pandemias, y delirio zombi. Tras una experiencia muy cercana a la muerte nace en torno al grupo un misticismo que le lleva primero a crear casi sin proponérselo su propio culto, que emplea a influencers de las redes sociales como sus primeros seguidores. Su forma de iluminar al pueblo es a través de unas píldoras que fabrican en asociación con un multimillonario gurú empresarial a lo Elon Musk interpretado por Jeff Goldblum. Como no podía ser de otra forma, todo sale mal.
“Lo más loco de esta transformación de la serie es que, hablando como parte de la generación que representa, resuena aún más profundamente en sus temporadas posteriores, cada vez más extrañas, de lo que lo hizo al principio”, analizaba Judy Berman en la revista TIME en el mes de enero, coincidiendo con la emisión del capítulo final en Estados Unidos.
Ese bajo presupuesto con el que arrancó no varió mucho tras el salto de la casi desconocida cadena estadounidense TBS a un gigante como HBO Max, pero los elogios de la crítica sí que han ido creciendo desde sus inicios. Incluso ha creado escuela. The Afterparty, un misterio con asesinato clásico de Apple TV+ estrenado en 2021, huye de lo convencional al rodar cada capítulo desde el punto de vista de uno de los sospechosos, siguiendo las premisas de un estilo cinematográfico diferente, el que encaja mejor con la personalidad del narrador.
“Search Party aborda asuntos que afectan a la cultura actual, pero en realidad no se para a sobreanalizarlos. Prefiere pasar por ellos de una manera más catártica y cómica”, comentaba Reynolds —Drew en pantalla— a Variety también en enero. La escalada de tramas absurdas que afrontan sus creadores en esta temporada final tiene un sentido: destacar la incapacidad de sus protagonistas para lograr un crecimiento personal, ni aunque varias amenaza simultáneas tengan a la raza humana a punto de la extinción. Nunca un relato sobre el salto a la madurez había sido tan agitado.
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