Columna

Si Palomares sucediera hoy

En 1966, Franco echó el cerrojazo a la prensa lacayuna e intentó expulsar a la prensa extranjera. En 2021, se designaría un gabinete de comunicación que generaría toneladas de información

Una imagen de la serie documental 'Palomares'. Vídeo: Tráiler del programa.

La conclusión más deprimente de Palomares, la excelente serie documental que acaba de estrenar Movistar +, es que si algo así sucediera en 2021, no hay razones para pensar que el gobierno español actuaría de forma muy distinta a como actuó el de Franco en 1966, cuando cayeron las bombas atómicas en Almería. Y no quiero decir con esto que vivamos en un franquismo desnatado, como sostienen tantos nacionalistas y tantos excampistas del 15M. Tampoco quie...

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La conclusión más deprimente de Palomares, la excelente serie documental que acaba de estrenar Movistar +, es que si algo así sucediera en 2021, no hay razones para pensar que el gobierno español actuaría de forma muy distinta a como actuó el de Franco en 1966, cuando cayeron las bombas atómicas en Almería. Y no quiero decir con esto que vivamos en un franquismo desnatado, como sostienen tantos nacionalistas y tantos excampistas del 15M. Tampoco quiero decir que Pedro Sánchez o la ministra de Turismo, Reyes Maroto, se tirarían de cabeza al Mediterráneo (componiendo una estampa menos campechana aunque más fotogénica que la de Manuel Fraga). De hecho, y solo en apariencia, la estrategia informativa del gobierno de hoy sería muy diferente a la de Franco, pero los resultados serían los mismos.

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En 1966, Franco echó el cerrojazo a la prensa lacayuna e intentó amedrentar y expulsar a la prensa extranjera. En 2021, se designaría un gabinete de comunicación hiperactivo, que generaría toneladas de información. El presidente y los ministros darían larguísimas conferencias de prensa y diseminarían tantos datos sobre el proceso de enriquecimiento de plutonio y los rudimentos de la energía nuclear como partículas radiactivas volaron por Palomares. Sonreirían muy atentos ante las preguntas de la prensa, que juzgarían muy interesantes, y luego, en vez de responderlas, perorarían durante un cuarto de hora sobre la importancia de la gestión emocional, o algo así, y pasarían a la siguiente pregunta sin bajar la sonrisa.

En casi sesenta años, los gobiernos han refinado el arte de no decir nada, mientras presumen de decirlo todo. Los periodistas deben agradecer que ahora les obsequien con amabilidad y jerga de autoayuda, en vez de palos en las costillas y amenazas a medianoche, pero el resultado es el mismo: al rascar el fondo, la verdad no aparece por ningún sitio.

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